/ sábado 9 de septiembre de 2017

Plaza San Pedro, en la degradación

Los vagabundos, comen, beben y duermen en la columnata

Ciudad del Vaticano.- Meta de turistas y peregrinos de todo el mundo, la plaza de San Pedro, considerada para los católicos un lugar sagrado y símbolo de la cristiandad, se está convirtiendo en un sitio de degradación, suciedad y refugio de vagabundos. Inclusive hay quienes usan sus celebres y admiradas columnas para las propias  necesidades fisiológicas.

Los vagabundos, en su mayoría extranjeros y provenientes de países del este europeo, comen, beben y duermen en la columnata y en los alrededores de la plaza. Una anciana tiene su pequeño “departamento”  (con cama, mesa, sillas y otros accesorios) a pocos metros de la Puerta de Santa Ana, uno de los ingresos del Vaticano.

Otros, de origen polaca, tienen su lugar exclusivo, acompañados por sus perritos, a diez metros del ingreso de la sala de prensa de la Santa Sede, lugar de trabajo de los periodistas acreditados de todas las nacionalidades que cotidianamente informan al mundo lo que acontece en el Estado pontificio.

Estos vagabundos forman parte del grupo de privilegiados, que cotidianamente son subvencionados (por orden del papa Francisco) por la llamada “limosnearía” pontificia. Por lo tanto, nadie los puede tocar y mucho menos pedirles que se alejen, como sucedía en cambio en el pasado. Se sienten (y lo son) protegidos por el pontífice argentino. En torno al Vaticano también existen  albergues para vagabundos, los cuales sin embargo, con excepción de las temporadas de frio intenso, rechazan la oferta humanitaria.

 

Ciudad del Vaticano.- Meta de turistas y peregrinos de todo el mundo, la plaza de San Pedro, considerada para los católicos un lugar sagrado y símbolo de la cristiandad, se está convirtiendo en un sitio de degradación, suciedad y refugio de vagabundos. Inclusive hay quienes usan sus celebres y admiradas columnas para las propias  necesidades fisiológicas.

Los vagabundos, en su mayoría extranjeros y provenientes de países del este europeo, comen, beben y duermen en la columnata y en los alrededores de la plaza. Una anciana tiene su pequeño “departamento”  (con cama, mesa, sillas y otros accesorios) a pocos metros de la Puerta de Santa Ana, uno de los ingresos del Vaticano.

Otros, de origen polaca, tienen su lugar exclusivo, acompañados por sus perritos, a diez metros del ingreso de la sala de prensa de la Santa Sede, lugar de trabajo de los periodistas acreditados de todas las nacionalidades que cotidianamente informan al mundo lo que acontece en el Estado pontificio.

Estos vagabundos forman parte del grupo de privilegiados, que cotidianamente son subvencionados (por orden del papa Francisco) por la llamada “limosnearía” pontificia. Por lo tanto, nadie los puede tocar y mucho menos pedirles que se alejen, como sucedía en cambio en el pasado. Se sienten (y lo son) protegidos por el pontífice argentino. En torno al Vaticano también existen  albergues para vagabundos, los cuales sin embargo, con excepción de las temporadas de frio intenso, rechazan la oferta humanitaria.

 

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