/ domingo 25 de septiembre de 2016

Corbyn legitimó su liderazgo sobre el laborismo británico

PARÍS, Francia.- Con una contundente victoria en la eleccióninterna del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn cerró ayerdefinitivamente la era social-liberal que encarnaron Tony Blair ysus herederos durante 20 años.

Corbyn, de 67 años, casado en terceras nupcias con unamexicana, totalizó 61.8 por ciento de los votos, mejorando elcaudal que había reunido en 2015 (59.48 por ciento), y aplastó asu adversario Owen Smith (46), que representaba al alasocialdemócrata del partido.

Con su histórica victoria en las elecciones internas, obtuvo unclaro voto de confianza para volver a la tradicional orientaciónsocialista del partido. El regreso a la línea del partido, sinembargo, amenaza con poner en peligro sus posibilidades electoralesen una sociedad mayoritariamente conservadora. “Si la situaciónno evoluciona rápida y radicalmente, no volveré a ver un Gobiernolaborista en mi vida”, advirtió el ex líder laborista NeilKinnock, de 74 años, en declaraciones a la BBC.

El duelo en las urnas que libraron las dos principalescorrientes del laborismo saldó -al menos en apariencia- la gravecrisis que vivió el partido en los últimos tres meses.

En junio último, un grupo rebelde -denunciado comosocialdemócrata- había promovido un golpe interno tratando deaprovechar el desconcierto que reinaba en el país después delreferéndum sobre el Brexit (salida de Gran Bretaña de la UniónEuropea).

Ese grupo, dirigido por varias figuras emblemáticas del Labour-como Hilary Benn, Tom Watson, Margaret Hodge, Ann Coffey, elpropio Smith y 80 por ciento del bloque parlamentario laborista-,primero intentó provocar la renuncia de Corbyn y luego lo obligóa aceptar un proceso de elecciones internas anticipadas paradesignar al líder partidario. Incluso fue acusado deantisemita.

“Trabajemos unidos por un verdadero cambio”, “concentremostodas las energías contra el Gobierno (conservador) de Theresa Mayy ‘olvidemos el pasado’”, propuso Corbyn a sus adversarios alconocer los resultados en la primera jornada del congreso laboristaen Liverpool.

Nada indica, sin embargo, que los rebeldes recogerán la rama deolivo tendida por Corbyn, a quien sus enemigos siguen acusando deno haber hecho una campaña suficientemente vigorosa contra elBrexit durante el referéndum, haber promovido una purga dedirigentes rivales a nivel local y, sobre todo, de comprometer lasposibilidades electorales del Labour con una línea radical queatemoriza a la mayor parte de la sociedad. El Congreso, que durahasta el 28, tratará de poner término a la guerra civil que viveel partido desde que Corbyn fue elegido por primera vez, hace unaño.

La exhortación a la reconciliación lanzada por los principalesdirigentes difícilmente logrará disipar las tensiones internas,debido a los catastróficos sondeos para Corbyn en caso deeventuales elecciones anticipadas en el país, antes de la fechaprevista de 2020.

Una encuesta del instituto YouGov estima que 52 por ciento delos laboristas que apoyaron el Brexit no saben a quién van a votaren las próximas elecciones, lo que implicaría una sangría de 1.7millones de votos para el Labour.

“No dudo que podemos ganar las próximas elecciones”, dijoCorbyn a sus críticos imperturbable, como siempre. Contrariamentea su estilo informal y bohemio, ayer apareció en la tribuna delCongreso laborista vestido de traje impecable, camisa blanca ycorbata roja. Casado tres veces -primero con la británica JaneChapman, luego con la chilena Claudia Bracchitta, madre de sus treshijos, y por último con la mexicana Laura Álvarez—, Corbyn esdiputado desde 1983 por el distrito londinense de Islington,ubicado al norte de la ciudad.

Orador de voz suave y oratoria pausada, que trata de convencer asu  auditorio en vez de enardecerlo, es un severo crítico de laausteridad presupuestaria, se opuso a la participación británicaen la guerra de Irak, es partidario de eliminar las armas nuclearesy es un vigoroso defensor de los servicios públicos. Inclusoproyecta renacionalizar algunos, como los ferrocarriles, símbolode las privatizaciones durante el gobierno ultra-liberal deMargaret Thatcher.

Sus adversarios lo acusan de abordar la política conromanticismo y escaso realismo. Acaso se trata de una herenciaporque Corbyn es hijo de activistas que se conocieron en la GuerraCivil española. Fiel a su tradición popular, ayer festejó suelección preparando pizzas para un grupo de activistas en unminúsculo café de Liverpool.

“Con Corbyn al frente del partido, el laborismo no volverá alpoder hasta 2030 por lo menos”, estimó el académico Tim Bale,especialista del laborismo en la Universidad de Londres.

Corbyn pudo legitimar su liderazgo gracias al ingreso de 300 milnuevos militantes -sobre un total de 654 mil adherentes-, en sumayoría partidarios de una clara línea anticapitalista yantiausteridad. Sus adversarios afirman que se trata de unacorriente trotskista que ambicionada tomar el control delpartido.

Corbyn, por lo demás, cuenta con el apoyo incondicional de lacentral obrera TUC, tradicional columna vertebral laborista yprincipal fuente de financiación del partido: “Estoy cien porciento detrás de Corbyn”, reafirmó ayer Len McCluckey, líderdel TUC, movimiento que fue duramente golpeado por el Gobierno deMargaret Thatcher e ignorado por Tony Blair.

La reafirmación del liderazgo de Corbyn corre el riesgo deprofundizar la actual división del partido que, en verdad, es unabismo. El remedio sería peor que la enfermedad, pues unadivisión del laborismo haría el juego del PartidoConservador.

El primer test de Corbyn será fijar la posición que defenderásu partido en las cruciales negociaciones que debe abrir elgobierno de Theresa May con Bruselas para definir las condicionesla salida británica de la Unión Europea.

PARÍS, Francia.- Con una contundente victoria en la eleccióninterna del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn cerró ayerdefinitivamente la era social-liberal que encarnaron Tony Blair ysus herederos durante 20 años.

Corbyn, de 67 años, casado en terceras nupcias con unamexicana, totalizó 61.8 por ciento de los votos, mejorando elcaudal que había reunido en 2015 (59.48 por ciento), y aplastó asu adversario Owen Smith (46), que representaba al alasocialdemócrata del partido.

Con su histórica victoria en las elecciones internas, obtuvo unclaro voto de confianza para volver a la tradicional orientaciónsocialista del partido. El regreso a la línea del partido, sinembargo, amenaza con poner en peligro sus posibilidades electoralesen una sociedad mayoritariamente conservadora. “Si la situaciónno evoluciona rápida y radicalmente, no volveré a ver un Gobiernolaborista en mi vida”, advirtió el ex líder laborista NeilKinnock, de 74 años, en declaraciones a la BBC.

El duelo en las urnas que libraron las dos principalescorrientes del laborismo saldó -al menos en apariencia- la gravecrisis que vivió el partido en los últimos tres meses.

En junio último, un grupo rebelde -denunciado comosocialdemócrata- había promovido un golpe interno tratando deaprovechar el desconcierto que reinaba en el país después delreferéndum sobre el Brexit (salida de Gran Bretaña de la UniónEuropea).

Ese grupo, dirigido por varias figuras emblemáticas del Labour-como Hilary Benn, Tom Watson, Margaret Hodge, Ann Coffey, elpropio Smith y 80 por ciento del bloque parlamentario laborista-,primero intentó provocar la renuncia de Corbyn y luego lo obligóa aceptar un proceso de elecciones internas anticipadas paradesignar al líder partidario. Incluso fue acusado deantisemita.

“Trabajemos unidos por un verdadero cambio”, “concentremostodas las energías contra el Gobierno (conservador) de Theresa Mayy ‘olvidemos el pasado’”, propuso Corbyn a sus adversarios alconocer los resultados en la primera jornada del congreso laboristaen Liverpool.

Nada indica, sin embargo, que los rebeldes recogerán la rama deolivo tendida por Corbyn, a quien sus enemigos siguen acusando deno haber hecho una campaña suficientemente vigorosa contra elBrexit durante el referéndum, haber promovido una purga dedirigentes rivales a nivel local y, sobre todo, de comprometer lasposibilidades electorales del Labour con una línea radical queatemoriza a la mayor parte de la sociedad. El Congreso, que durahasta el 28, tratará de poner término a la guerra civil que viveel partido desde que Corbyn fue elegido por primera vez, hace unaño.

La exhortación a la reconciliación lanzada por los principalesdirigentes difícilmente logrará disipar las tensiones internas,debido a los catastróficos sondeos para Corbyn en caso deeventuales elecciones anticipadas en el país, antes de la fechaprevista de 2020.

Una encuesta del instituto YouGov estima que 52 por ciento delos laboristas que apoyaron el Brexit no saben a quién van a votaren las próximas elecciones, lo que implicaría una sangría de 1.7millones de votos para el Labour.

“No dudo que podemos ganar las próximas elecciones”, dijoCorbyn a sus críticos imperturbable, como siempre. Contrariamentea su estilo informal y bohemio, ayer apareció en la tribuna delCongreso laborista vestido de traje impecable, camisa blanca ycorbata roja. Casado tres veces -primero con la británica JaneChapman, luego con la chilena Claudia Bracchitta, madre de sus treshijos, y por último con la mexicana Laura Álvarez—, Corbyn esdiputado desde 1983 por el distrito londinense de Islington,ubicado al norte de la ciudad.

Orador de voz suave y oratoria pausada, que trata de convencer asu  auditorio en vez de enardecerlo, es un severo crítico de laausteridad presupuestaria, se opuso a la participación británicaen la guerra de Irak, es partidario de eliminar las armas nuclearesy es un vigoroso defensor de los servicios públicos. Inclusoproyecta renacionalizar algunos, como los ferrocarriles, símbolode las privatizaciones durante el gobierno ultra-liberal deMargaret Thatcher.

Sus adversarios lo acusan de abordar la política conromanticismo y escaso realismo. Acaso se trata de una herenciaporque Corbyn es hijo de activistas que se conocieron en la GuerraCivil española. Fiel a su tradición popular, ayer festejó suelección preparando pizzas para un grupo de activistas en unminúsculo café de Liverpool.

“Con Corbyn al frente del partido, el laborismo no volverá alpoder hasta 2030 por lo menos”, estimó el académico Tim Bale,especialista del laborismo en la Universidad de Londres.

Corbyn pudo legitimar su liderazgo gracias al ingreso de 300 milnuevos militantes -sobre un total de 654 mil adherentes-, en sumayoría partidarios de una clara línea anticapitalista yantiausteridad. Sus adversarios afirman que se trata de unacorriente trotskista que ambicionada tomar el control delpartido.

Corbyn, por lo demás, cuenta con el apoyo incondicional de lacentral obrera TUC, tradicional columna vertebral laborista yprincipal fuente de financiación del partido: “Estoy cien porciento detrás de Corbyn”, reafirmó ayer Len McCluckey, líderdel TUC, movimiento que fue duramente golpeado por el Gobierno deMargaret Thatcher e ignorado por Tony Blair.

La reafirmación del liderazgo de Corbyn corre el riesgo deprofundizar la actual división del partido que, en verdad, es unabismo. El remedio sería peor que la enfermedad, pues unadivisión del laborismo haría el juego del PartidoConservador.

El primer test de Corbyn será fijar la posición que defenderásu partido en las cruciales negociaciones que debe abrir elgobierno de Theresa May con Bruselas para definir las condicionesla salida británica de la Unión Europea.

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