El primer día de noviembre se recuerda a los bebés, niñas y niños que han muerto, incluidos los que murieron antes de nacer.
Aunque hay madres que tras haber perdido a su hijo durante el embarazo prefieren seguir su proceso de sanación sin ningún tipo de ritual, hay otras que sí encuentran ayuda espiritual colocando ofrendas en honor a sus bebés nonatos.
Ximena Abraján, integrante de la asociación Ángeles Iluminando Sonrisas reconoce con dolor: “como mamás, nunca llegamos a pensar que algún día colocaríamos un altar para nuestros hijos”.
Comentó que cada proceso y duelo de quienes han perdido a sus hijas e hijos, ya sea en el vientre, en los primeros meses o en los primeros años es diverso, pero siempre se busca dar el acompañamiento que se necesita para tan dolorosa pérdida.
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También reconoce que las muertes gestacionales, neonatales y en edad temprana, no son frecuentemente nombradas, pero la realidad es que miles de madres y de familias colocan altares o realizan ofrendas especiales en honor a los pequeños que ya no están.
Ximena nunca pensó que su hijo Dante, quien murió de un año con tres meses, iba a irse de manera tan abrupta “yo vivía en una burbuja en donde pensaba ingenuamente que todos los embarazos llegaban a término y que todos los bebés se quedaban en brazos de sus mamás, pero no es así”.
Ella encuentra consuelo en pensar que a su pequeño le gustan las guayabas y las mandarinas que este año colocó como ofrenda, aquella fruta que su pequeño apenas comenzaba a probar antes de enfermar gravemente, probablemente de una enfermedad metabólica no diagnosticada.
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Para el caso de los bebés que “nacieron muertos”, Ximena sugirió poner la foto del ultrasonido o la ropita que se le iban a poner, incluso algún juguete; aunque también hay madres que prefieren seguir su proceso de sanación sin ningún tipo de ritual.
“A algunas mamás les han dicho que no es correcto hacerles un altar a sus hijos si tienen menos de un año muertos”, aunque esto no tiene algún sustento religioso, enfatizó.