Siervo bueno y fiel, entra a formar parte de la alegría de tu Señor
La mañana de este miércoles Día de Nuestra Señora de los Dolores, falleció el obispo emérito de la Diócesis de Zacatecas, quien apenas el pasado domingo había sido internado en un hospital de la capital debido a complicaciones de Covid-19.
La humildad, el respeto, la fe y la perseverancia fueron virtudes características en Don Fernando Mario Chávez Ruvalcaba.
Hay un significado para el nombre de Fernando que sin duda alguna describe al obispo emérito: “el que se atreve a todo por la paz” y se dice que una las características de quienes llevan este nombre germánico es que es leal a sus afectos y ejemplo de ello, sin duda alguna es Don Fernando.
Nació en pleno centro de la ciudad de Zacatecas el 30 de noviembre de 1932, ahí, en la calle Dr. Hierro, cerca de Santo Domingo, subiendo el callejón del Santero, fue hijo de don Fernando Chávez y de su esposa doña Beatriz Ruvalcaba.
Ingresó al Seminario Conciliar de Zacatecas donde pasaría la mayoría de su formación sacerdotal hasta que viajó a Roma para proseguir sus estudios.
Fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1961 por el señor Arzobispo Titular de Tirnovo, don Antonio Samoré, en Roma, Italia. Obtuvo la licenciatura en filosofía y se especializó en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Al regresar de Roma, se incorporó a la diócesis para ser parte del equipo formador en el Seminario Conciliar Diocesano de Zacatecas.
El 27 de agosto de 1964, fue designado auxiliar para la dirección espiritual de los alumnos del Seminario Menor de Zacatecas.
En esa misma fecha, fue capellán del Templo del Niño (justo frente a la Plaza Bicentenario, aún hoy existen personas que lo recuerdan con gran cariño, por sus homilías tan llenas de afecto y deovión y por inculcarles la devoción hacia la imagen del Niño Dios que ahí se venera), fue capellán y confesor de las Madres Oblatas de San José, también en la ciudad de Zacatecas.
El 8 de octubre de 1964, fue ayudante del asesor de la Obra Movimiento Familiar Cristiano.
En agosto de 1966, fue nombrado director espiritual del Seminario Conciliar de Zacatecas; maestro de Teología dogmática, de filosofía e historia de la filosofía en el primer curso de estudios filosóficos.
El 12 de febrero de 1974, fue capellán del convento de las madres clarisas en la capital del estado.
En 1976 fue capellán de los Caballeros de Colón en la diócesis. El 20 de agosto de 1979 fue director espiritual y profesor del seminario mayor.
El 24 de mayo de 1988, fue Vicario general de la Diócesis de Zacatecas y miembro del Cabildo catedralicio de la Catedral de Zacatecas.
El 11 de enero de 1990 fue designado por el obispo Javier Lozano Barragán como el encargado del área para la preparación de la visita de Su Santidad Juan Pablo II a la Diócesis de Zacatecas
El 6 de enero de 1997 entró en funciones como administrador diocesano al quedar vacante la sede episcopal pues don Javier Lozano Barragán fue designado presidente del Consejo pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios de la Curia Romana.
El 20 de marzo de 1999 fue ordenado XIII Obispo de la Diócesis de Zacatecas, el primero originario del estado. En su escudo episcopal se lee la leyenda:
Cum Maria Christi Servus (Con María siervo de Cristo)
Bajo su episcopado se celebró el Jubileo del Año 2000.
Promovió instalaciones adecuadas en el Centro Hospitalario San José.
Administrativamente, incorporó la Diócesis de Zacatecas como Diócesis sufragánea de la Arquidiócesis de San Luis Potosí (es decir, un territorio gobernado por un obispo, y que, junto con otra u otras diócesis, compone una provincia eclesiástica a cuya cabeza se encuentra un arzobispo metropolitano).
El 8 de octubre de 2008 el papa Benedicto XVI aceptó su renuncia por razones de edad.
Fue leal a sus afectos, sentía un profundo aprecio por todos los fieles de la Diócesis de Zacatecas, prodigaba especial cariño a los futuros sacerdotes y continuamente se encontraba con los seminaristas en formación.
Su trabajo incansable con los grupos de oración le ganó el cariño y la admiración de los feligreses, quienes se mantuvieron en vigilia constante durante su padecimiento de Covid-19.
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