Intención de candidaturas independientes, fracasó: Delgado Wise

México es ahora uno de los territorios más violentos del mundo, el segundo después de Siria, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, “violenta embestida en contra la clase trabajadora y los sectores populares”

Karla Zapata

  · lunes 28 de mayo de 2018

Raúl Delgado Wise director de la Unidad Académica de Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas / Archivo

Zacatecas, Zac.- La posible intención de la clase política mexicana de utilizar las candidaturas independientes con la finalidad de recuperar la legitimidad que ha perdido, fracasó, refirió Raúl Delgado Wise director de la Unidad Académica de Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).

“No lo digo por el Bronco”, pues durante el proceso de recaudación de firmas fue evidente la honestidad de la candidatura de Marichuy, la manera en cómo concibió la política y lo político, dando frente a otras candidaturas independientes.

Por parte del sistema electoral mexicano se visualizó un carácter discriminatorio y excluyente, “ ello a su vez develó el caparazón que entraña las normas del Instituto Nacional Electoral (INE)” , las cuales están diseñadas para la perpetuación de la clase política.

La lucha en este caso nunca se hizo para ocupar la silla presidencial, lo que se trató en realidad es de ir articulando una fuerza autónoma independiente, construida y articulada desde abajo y a la izquierda, con la idea de ir construyendo desde ahora una una posibilidad de transformación social de largo aliento.

México atraviesa por una grave crisis civilizatoria, que como en ninguna etapa del capitalismo anuncia el quebranto de las bases de supervivencia de la humanidad; es urgente un cambio radical en el país “que no es de corto aliento, sino que es un cambio de largo aliento”, frente a la posibilidad de tener un gobierno progresista en el poder.

Una de las claves del capitalismo contemporáneo es el entendimiento; el modelo mexicano se sustenta específicamente en dos partes que no dan pauta a un desarrollo económico, la que tiene que ver con la exportación directa de la migración laboral desenfrenada que caracteriza al país, así como la exportación indirecta a través de la maquila y el saqueo de la extracción de recursos naturales, complacencia de la clase política mexicana.

Esto ha generado una secuela de marginación, miseria, exclusión social, violencia y muerte.

México es ahora uno de los territorios más violentos del mundo, el segundo después de Siria, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, “violenta embestida en contra la clase trabajadora y los sectores populares”, que atañe a los pueblos originarios, registra 80 asesinatos diarios y un alto número de secuestros y desapariciones.

En el país el 45 por ciento de las y los mexicanos perciben ingresos iguales o inferiores al salario mínimo; alrededor del 60 por ciento de la fuerza de trabajo “se ubica en las filas de la informalidad”; el 46.2 por ciento recibe un ingreso inferior a la línea de bienestar; el 53.2 por ciento de los connacionales se ubica en situación de pobreza y 20.6 por ciento en indigencia.

El grueso de lo que se genera en México es transferido al exterior y puesto al servicio del insaciable afán de lucro del gran capital estadounidense y de otras latitudes.

Esto ha dado como contraparte la desarticulación, “del aparato reproductivo nacional, el desbordamiento del ejército de reserva, el despojo y la devastación de los recursos naturales, así como el desbordamiento de la migración forzada a nivel interno-internacional”.

Delgado Wise señaló que el 20 por ciento del territorio nacional ha sido concesionado a la megaminería; 12 millones de connacionales que han tenido que abandonar el país para vivir en el extranjero y el número de desplazados internos se ha incrementado.

Tanto el Movimiento Zapatista como el Congreso Nacional Indígena están conscientes de la necesidad de una transformación desde sus raíces al sistema capitalista, no es tan sólo un posicionamiento político pues se visualiza como una práctica de resistencia y rebeldía.

De modo que, dentro de los siete principios que perfilan una lógica diferente de poder desde la teoría y práctica revolucionaria se encuentran: Obedecer y no mandar, representar y no suplantar, servir y nos servirse, convencer y no vencer, bajar y no subir, proponer y no imponer, construir y no construir.

El zapatismo concita a generar contrapoderes desde, y hacia abajo y a la izquierda, que a rechazar cualquier tentación vanguardista impulse con sus propios modos y formas una ruta autónoma de emancipación.

El planteamiento de convertir una lucha de resistencia a una de transformación, capaz de construir ahora una sociedad libre de toda explotación, despojo, represión y desprecio y los espacios recuperados bajo su control “e ir expandiendo este proceso que entendemos es de largo aliento, y que deberá de ir avanzando si es que queremos un cambio verdadero”.