/ jueves 12 de mayo de 2022

Hace 32 años Juan Pablo II cambió la historia de Zacatecas

Fue aquí donde realizó lo que muchos han considerado su primer milagro en vida

Este 12 de mayo se cumplen 32 años de la visita del Papa Juan Pablo II a Zacatecas. El Papa encabezó una misa multitudinaria en el lomerío de Bracho donde se reunió un millón de personas, entre fieles católicos, líderes políticos y sociales, que se unieron rompiendo barreras. La entidad zacatecana se agendó dentro de las actividades de la segunda visita del ‘Papa Viajero’ a México.

Por gestiones del entonces obispo de Zacatecas, Javier Lozano Barragán, y del entonces gobernador del estado, Genaro Borrego Estrada, ante la nunciatura apostólica, se le hizo la invitación oficial al Papa Juan Pablo II para que visitara Zacatecas, ya que el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, lo había invitado para realizar su segundo viaje a nuestro país.

Juan Pablo II aceptó la invitación del presidente y dentro de la agenda quedó aceptada la invitación a Zacatecas, la que se realizó el 12 de mayo de 1990, la estancia en nuestro país de Juan Pablo II fue del 6 al 13 de mayo (visitó Ciudad de México, Valle de Chalco Solidaridad, Veracruz, Aguascalientes, San Juan de los Lagos, Durango, Chihuahua, Monterrey, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa, Zacatecas, Tlalnepantla y Cuautitlán).

Originalmente sería Fresnillo el lugar que visitaría el Papa; sin embargo, debido a cuestiones logísticas se decidió por la zona de Bracho en la capital zacatecana.

Una noche de hermandad

La emoción embargó a los habitantes del estado al conocerse la noticia de que el Papa Viajero arribaría a esta entidad minera, tanto fue así, que la noche del 11 de mayo jóvenes, mujeres y hombres hicieron una valla humana desde la entrada a la ciudad hasta el lomerío de Bracho “para ver pasar al Papa”, esa noche la ciudad no durmió.

En Bracho sucedía algo igual, grupos católicos realizaron una velada de oración y la gente llegaba a pie a ocupar su lugar, tampoco durmieron.

El Sol de Zacatecas

El Papa arribó al Aeropuerto Internacional “General Leobardo C. Ruiz” en Calera / Cortesía│Diócesis de Zacatecas

Unas semanas antes se realizaron modificaciones al atrio del templo de Bracho, a fin de que el lugar fuera digno para el altar.

El sábado 12 de mayo fue un día especialmente caluroso, el cielo se veía más azul y el día especial comenzó. El Papa arribó al Aeropuerto Internacional “General Leobardo C. Ruiz” en Calera, y fue recibido por un grupo de invitados especiales y algunos fieles que formaron la valla para su recepción, descendió del avión en el que viajó acompañado por el obispo Javier Lozano Barragán, venían de la Ciudad de México. Y ahí comenzó todo.

Saludó a quienes estaban en la valla se acercó a los fieles como era su costumbre, sus vestiduras se veían más blancas. Las muestras de cariño se dejaron escuchar, pañuelos blancos, porras, manos extendidas con la esperanza de tocarle.

Comenzó la historia

Un niño enfermo fue acercado por su madre al Papa, tenía esperanza... Juan Pablo II tocó su cabeza, lo bendijo, el rostro demacrado del niño llamaba la atención... Años después fue considerado su primer milagro.

El papamóvil -vehículo blindado que comenzó a usarse luego del atentado que sufrió en la Plaza del Vaticano, precisamente el 13 de mayo de 1981- lo esperaba para trasladarlo a una ciudad ya ansiosa por verle y escucharle, el auto arrancó iniciando el recorrido de la esperanza de un pueblo minero, campesino y migrante.

El papamóvil arribó a la ciudad de Zacatecas, la también civilizadora del norte, y los gritos de quienes estaban en la Avenida González Ortega, en la Avenida Juárez, se unían al llanto de los abuelos que veían el recorrido del Papa desde los balcones de las casas coloniales y la historia apenas comenzaba.

El Sol de Zacatecas

Unos minutos bastaron para que Juan Pablo II dialogara con la patrona de los Zacatecas / Cortesía│Diócesis de Zacateas

Al acercarse a la catedral el obispo le pidió al Papa visitar a la patrona de Zacatecas en la Catedral Basílica -entre por sí, o entre por no se había colocado una alfombra roja de 75 metros desde la puerta de Catedral hasta el altar de Nuestra Señora de los Zacatecas- el Papa aceptó la invitación ante la emoción de los cronistas televisivos y de la gente agolpada en la calle el papamóvil detuvo su marcha y la emoción se desbordó, la figura alta, blanca descendía del vehículo y comenzaba a caminar hacía la entrada del templo.

Un hombre embargado por la emoción subió hasta la torre de la Catedral y comenzó a repicar la campana de San Buenaventura, ¡algo extraordinario surgía desde las entrañas de esta ciudad minera!

Unos minutos bastaron para que Juan Pablo II dialogara con la patrona de los Zacatecas, hincado, con la cabeza inclinada, sólo ella supo lo que ese siervo fiel le confió.

Con entusiasmo, Juan Pablo II retomó el camino hacía el lomerío de Bracho. Quienes estaban allí al ver que se acercaba el papamóvil comenzaron a gritar. Un millón de gargantas se unieron en exclamaciones.


Un millón de almas se llenaron de esperanza

Al descender del vehículo se dirigió a la explanada recientemente construida, saludó a monjas, sacerdotes, personas enfermas y se dirigió al altar donde se encontraba el crucifijo del Cristo de Limpias y, a un costado la Virgen de Fátima, aquella que nueve años antes había desviado la bala mortífera dirigida a él.

El Sol de Zacatecas

Cortesía│Diócesis de Zacatecas

Al dirigirse a los habitantes de esta civilizadora del norte, recordó el duro trabajo que realizan los mineros y reconoció la dignidad de esta señorial ciudad obtenida gracias a su labor. Juan Pablo II no pudo evitar emocionarse al recordar su tiempo de minero en Cracovia, llamó a la esperanza.

Se dirigió a los migrantes, al dolor que representa dejar todo en busca de sustento. Él también fue migrante. Llamó a no perder la fe.

Se dirigió a los campesinos, exaltando la dignidad de su trabajo y admirando la paciencia de quienes saben esperar para cosechar los frutos, llamó a siempre estar agradecidos.

Finalmente exaltó al millón de asistentes que escuchaban atentos su mensaje a vivir con valentía la fe católica.

Después todo terminó, concluida la misa inició el retorno, el Papa se fue. En las casas las personas sacaron espejos para despedir al Papa Viajero, con el reflejo del sol.


Ante las ausencias, la experiencia de lo vivido

Hoy, a 32 años de distancia, con las ausencias físicas de los protagonistas de este hecho histórico, aún la campana de San Buenaventura recuerda con su tañir, a los habitantes de esta ciudad que un Papa que luego se hizo santo la visitó y cambió su historia.

│Escucha nuestro podcast│

Este 12 de mayo se cumplen 32 años de la visita del Papa Juan Pablo II a Zacatecas. El Papa encabezó una misa multitudinaria en el lomerío de Bracho donde se reunió un millón de personas, entre fieles católicos, líderes políticos y sociales, que se unieron rompiendo barreras. La entidad zacatecana se agendó dentro de las actividades de la segunda visita del ‘Papa Viajero’ a México.

Por gestiones del entonces obispo de Zacatecas, Javier Lozano Barragán, y del entonces gobernador del estado, Genaro Borrego Estrada, ante la nunciatura apostólica, se le hizo la invitación oficial al Papa Juan Pablo II para que visitara Zacatecas, ya que el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, lo había invitado para realizar su segundo viaje a nuestro país.

Juan Pablo II aceptó la invitación del presidente y dentro de la agenda quedó aceptada la invitación a Zacatecas, la que se realizó el 12 de mayo de 1990, la estancia en nuestro país de Juan Pablo II fue del 6 al 13 de mayo (visitó Ciudad de México, Valle de Chalco Solidaridad, Veracruz, Aguascalientes, San Juan de los Lagos, Durango, Chihuahua, Monterrey, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa, Zacatecas, Tlalnepantla y Cuautitlán).

Originalmente sería Fresnillo el lugar que visitaría el Papa; sin embargo, debido a cuestiones logísticas se decidió por la zona de Bracho en la capital zacatecana.

Una noche de hermandad

La emoción embargó a los habitantes del estado al conocerse la noticia de que el Papa Viajero arribaría a esta entidad minera, tanto fue así, que la noche del 11 de mayo jóvenes, mujeres y hombres hicieron una valla humana desde la entrada a la ciudad hasta el lomerío de Bracho “para ver pasar al Papa”, esa noche la ciudad no durmió.

En Bracho sucedía algo igual, grupos católicos realizaron una velada de oración y la gente llegaba a pie a ocupar su lugar, tampoco durmieron.

El Sol de Zacatecas

El Papa arribó al Aeropuerto Internacional “General Leobardo C. Ruiz” en Calera / Cortesía│Diócesis de Zacatecas

Unas semanas antes se realizaron modificaciones al atrio del templo de Bracho, a fin de que el lugar fuera digno para el altar.

El sábado 12 de mayo fue un día especialmente caluroso, el cielo se veía más azul y el día especial comenzó. El Papa arribó al Aeropuerto Internacional “General Leobardo C. Ruiz” en Calera, y fue recibido por un grupo de invitados especiales y algunos fieles que formaron la valla para su recepción, descendió del avión en el que viajó acompañado por el obispo Javier Lozano Barragán, venían de la Ciudad de México. Y ahí comenzó todo.

Saludó a quienes estaban en la valla se acercó a los fieles como era su costumbre, sus vestiduras se veían más blancas. Las muestras de cariño se dejaron escuchar, pañuelos blancos, porras, manos extendidas con la esperanza de tocarle.

Comenzó la historia

Un niño enfermo fue acercado por su madre al Papa, tenía esperanza... Juan Pablo II tocó su cabeza, lo bendijo, el rostro demacrado del niño llamaba la atención... Años después fue considerado su primer milagro.

El papamóvil -vehículo blindado que comenzó a usarse luego del atentado que sufrió en la Plaza del Vaticano, precisamente el 13 de mayo de 1981- lo esperaba para trasladarlo a una ciudad ya ansiosa por verle y escucharle, el auto arrancó iniciando el recorrido de la esperanza de un pueblo minero, campesino y migrante.

El papamóvil arribó a la ciudad de Zacatecas, la también civilizadora del norte, y los gritos de quienes estaban en la Avenida González Ortega, en la Avenida Juárez, se unían al llanto de los abuelos que veían el recorrido del Papa desde los balcones de las casas coloniales y la historia apenas comenzaba.

El Sol de Zacatecas

Unos minutos bastaron para que Juan Pablo II dialogara con la patrona de los Zacatecas / Cortesía│Diócesis de Zacateas

Al acercarse a la catedral el obispo le pidió al Papa visitar a la patrona de Zacatecas en la Catedral Basílica -entre por sí, o entre por no se había colocado una alfombra roja de 75 metros desde la puerta de Catedral hasta el altar de Nuestra Señora de los Zacatecas- el Papa aceptó la invitación ante la emoción de los cronistas televisivos y de la gente agolpada en la calle el papamóvil detuvo su marcha y la emoción se desbordó, la figura alta, blanca descendía del vehículo y comenzaba a caminar hacía la entrada del templo.

Un hombre embargado por la emoción subió hasta la torre de la Catedral y comenzó a repicar la campana de San Buenaventura, ¡algo extraordinario surgía desde las entrañas de esta ciudad minera!

Unos minutos bastaron para que Juan Pablo II dialogara con la patrona de los Zacatecas, hincado, con la cabeza inclinada, sólo ella supo lo que ese siervo fiel le confió.

Con entusiasmo, Juan Pablo II retomó el camino hacía el lomerío de Bracho. Quienes estaban allí al ver que se acercaba el papamóvil comenzaron a gritar. Un millón de gargantas se unieron en exclamaciones.


Un millón de almas se llenaron de esperanza

Al descender del vehículo se dirigió a la explanada recientemente construida, saludó a monjas, sacerdotes, personas enfermas y se dirigió al altar donde se encontraba el crucifijo del Cristo de Limpias y, a un costado la Virgen de Fátima, aquella que nueve años antes había desviado la bala mortífera dirigida a él.

El Sol de Zacatecas

Cortesía│Diócesis de Zacatecas

Al dirigirse a los habitantes de esta civilizadora del norte, recordó el duro trabajo que realizan los mineros y reconoció la dignidad de esta señorial ciudad obtenida gracias a su labor. Juan Pablo II no pudo evitar emocionarse al recordar su tiempo de minero en Cracovia, llamó a la esperanza.

Se dirigió a los migrantes, al dolor que representa dejar todo en busca de sustento. Él también fue migrante. Llamó a no perder la fe.

Se dirigió a los campesinos, exaltando la dignidad de su trabajo y admirando la paciencia de quienes saben esperar para cosechar los frutos, llamó a siempre estar agradecidos.

Finalmente exaltó al millón de asistentes que escuchaban atentos su mensaje a vivir con valentía la fe católica.

Después todo terminó, concluida la misa inició el retorno, el Papa se fue. En las casas las personas sacaron espejos para despedir al Papa Viajero, con el reflejo del sol.


Ante las ausencias, la experiencia de lo vivido

Hoy, a 32 años de distancia, con las ausencias físicas de los protagonistas de este hecho histórico, aún la campana de San Buenaventura recuerda con su tañir, a los habitantes de esta ciudad que un Papa que luego se hizo santo la visitó y cambió su historia.

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