/ lunes 24 de diciembre de 2018

Navidad de peregrinos, y ¿migrantes?

Es así como les negamos a los migrantes de hoy la empatía y generosidad, y todos aquellos significados que debería tener la Navidad.

En días recientes la crisis de migración en la frontera norte alcanzó un punto álgido, e inhumano, una niña guatemalteca de siete años murió bajo la custodia de la Patrulla Fronteriza, y las reacciones no se hicieron esperar, por un lado, las autoridades estadounidenses deslindándose de responsabilidades, alegan que la niña tenía días sin comer ni beber, por el otro, los activistas de los Derechos Humanos, que denuncian la inacción de las autoridades y las malas condiciones a las que someten a los migrantes detenidos, mientras tanto, la dureza del inquilino de la Casa Blanca y sus portavoces, buenos cristianos, nos deja fríos: responsabiliza por completo a un padre, la cabeza de una familia de cuatro hijos que consideró que el riesgo de atravesar México, con su hija, para llegar hasta la frontera, era la mejor solución para quién sabe que situación desesperada, y no es el único Centroamericano que, ante la posibilidad de alcanzar el, cada vez más gris, sueño americano, pone en peligro su vida y la de sus hijos, muy a pesar de la frecuente hostilidad, y por qué no decirlo, xenofobia del Presidente estadounidense, que no ha servido más que para atizar las conductas extremistas y violentas de los vecinos, aunque de este lado de la frontera no nos caracterizamos por nuestra empatía hacia el migrante (que también es peregrino), según el INEGI el 55% de los mexicanos ha discriminado a otro por el color de su piel.

Parece necesario revisar, y modificar, nuestras percepciones sobre los migrantes, después de todo somos un país profundamente católico, pero de un catolicismo mágico: la imagen más utilizada y reconocida de Cristo (y de María) es la de un hombre barbado, rubio y de ojos azules, un hombre caucásico construido por cientos y miles de años de blanqueamiento racial, porque las pieles claras son más atractivas, los blancos son superiores, estadísticamente son aquellos que alcanzan mejores niveles de educación, puestos gerenciales y de liderazgo, y a través de la historia hemos asociado pobreza y marginación con las pieles morenas, y desafortunadamente una gran cantidad de migrantes son morenos, y son muy diferentes de nuestra idealización del símbolo católico de la Sagrada Familia, los originales peregrinos, blanqueados por siglos de negación, y es así como les negamos a los migrantes de hoy la empatía y generosidad, y todos aquellos significados que debería tener la Navidad.

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Parece necesario revisar, y modificar, nuestras percepciones sobre los migrantes, después de todo somos un país profundamente católico, pero de un catolicismo mágico: la imagen más utilizada y reconocida de Cristo (y de María) es la de un hombre barbado, rubio y de ojos azules, un hombre caucásico construido por cientos y miles de años de blanqueamiento racial, porque las pieles claras son más atractivas, los blancos son superiores, estadísticamente son aquellos que alcanzan mejores niveles de educación, puestos gerenciales y de liderazgo, y a través de la historia hemos asociado pobreza y marginación con las pieles morenas, y desafortunadamente una gran cantidad de migrantes son morenos, y son muy diferentes de nuestra idealización del símbolo católico de la Sagrada Familia, los originales peregrinos, blanqueados por siglos de negación, y es así como les negamos a los migrantes de hoy la empatía y generosidad, y todos aquellos significados que debería tener la Navidad.

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