El carrusel comienza a moverse lentamente y a medida que va girando aumenta la velocidad. Las piedras de Swarovski con el que está decorado brillan. Pero este carrusel tiene una característica muy especial: mide sólo unos centímetros y es arrastrado por una pulga.
Justo al lado, una pequeña bola entra en un arco, también disparada por una pulga. Lo que parece una fantasía son en realidad dos de los trucos que se pueden apreciar en el circo de pulgas Birk. Robert Birk, de 55 años y oriundo la localidad alemana de Pörnbach, entrena a estos pequeños insectos para que realicen una serie de trucos. Las pulgas no solo pueden hacer girar un carrusel o jugar al fútbol, sino que son capaces de tirar de una carroza, hacer malabares o bailar.
Birk entrena a sus animales con luz y en la oscuridad. La pulga, que ama la oscuridad, debe practicar los trucos en un escenario luminoso hasta que le salga bien. Recién después puede volver a la oscuridad. "En algún momento entiende que si rápidamente lo hace bien, también puede regresar rápidamente a la oscuridad".
Para motivarlas el director del circo las empuja una y otra vez con una pinza. Además, usa los movimientos normales de las pulgas: por ejemplo, cuando juega al fútbol la pulga intenta saltar, entonces al mismo tiempo patea la pelota. Birk aprendió esta técnica de su predecesor, Hans Mathes, quien había comenzado con este circo en la década de 1970. Birk se unió a Mathes en 1983 y tras su muerte en 2003 se hizo cargo del circo de pulgas.
Desde entonces Birk viaja por todo Alemania, en general acompañado por su familia. "Somos una empresa familiar, tengo muy pocos empleados", señala. "Los animales comen cada tres horas. Me los pongo en el brazo y dejo que me chupen la sangre.
A las pulgas no les gusta la sangre conservada porque la prefieren de los seres vivos" explica. Tampoco sirve juntar a las pulgas con otro animal. Por un lado, porque por ejemplo habría que pelar completamente al gato para poder encontrar las pulgas nuevamente y por otro tendría que sacar cada vez a los insectos de las instalaciones.
"Ato a las pulgas para que no se escapen. Es como enhebrar un hilo en una aguja, pero en este caso hay que pasar la cabeza a través del bucle. No se puede lastimar al animal debido a la quitina en su esqueleto", señala Birk, de 55 años.
El circo de pulgas fundado en 1843 es el último que existe en Alemania. Sin embargo, Birk tiene cada vez menos funciones. El año pasado tuvo 15, este año solo 5. "Ya no interesa tanto, la gente ahora es adicta a la adrenalina".
Birk enfrenta críticas porque muchos consideran que el circo es una crueldad. No es acorde con la especie y probablemente también estresante, dijo una portavoz de la sede bávara de la Asociación Protectora de Animales de Alemania. Por su parte, Birk sostiene que tiene un permiso de la oficina veterinaria para "mostrar a los animales o ponerlos a disposición para tales fines".
Pese a todos los obstáculos, el director asegura que este trabajo es su pasión. "Además me gusta mucho encontrarme con personas interesantes y ver la reacción de fascinación del público al ver el espectáculo", asegura Birk.
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