La hipertensión, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es “un trastorno por el cual los vasos sanguíneos tienen persistentemente una tensión elevada. La sangre se distribuye desde el corazón a todo el cuerpo por medio de los vasos sanguíneos. Con cada latido, el corazón bombea sangre a los vasos. La tensión arterial se genera por la fuerza de la sangre que empuja las paredes de los vasos sanguíneos (arterias) cuando el corazón bombea. Cuanto más alta es la tensión, más dificultad tiene el corazón para bombear”.
Uno de los factores que incrementan la presión sanguínea es el alto consumo de sal, El elevado consumo de sodio (> 2 gramos/día, equivalente a 5 gramos de sal por día) y la absorción insuficiente de potasio (menos de 3,5 gramos por día) contribuyen a la hipertensión arterial y aumentan el riesgo de cardiopatía y accidente cerebrovascular.
Tanto el sodio, como el cloruro (contenidos en la sal), son esenciales para muchas funciones del cuerpo humano, pero en cantidades reducidas. El sodio y el cloruro (en dosis bajas) regulan la presión arterial, controlan el balance de fluidos y mantienen las condiciones adecuadas para la función muscular nerviosa y a permitir absorción y el transporte de nutrientes a través de las membranas celulares.
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La OMS recomienda un consumo de sal inferior a cinco gramos de sal diarios, en adultos contribuye a disminuir la tensión arterial y el riesgo de enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular e infarto de miocardio.
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