En Estados Unidos, los médicos a menudo recetan una baja dosis diaria de aspirina a las personas de entre 50 y 70 años para prevenir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares (ACV), incluso si nunca han sufrido enfermedades vinculadas.
En Europa, los cardiólogos hacen esto solo después de un primer problema cardíaco.
La aspirina fluidifica la sangre y evita que se formen coágulos en las arterias. Pero la sangre demasiado fina puede producir hemorragias. De ahí el dilema: ¿para qué tipo de pacientes el beneficio de la reducción del riesgo cardiovascular supera el riesgo de hemorragia?
Para las personas que ya han tenido un ACV o un infarto, la balanza se inclina claramente hacia tomar aspirina, según muchos estudios. Estas personas tienen un claro riesgo de un segundo accidente, y la aspirina les ayuda a prevenirlo.
Un nuevo estudio, publicado el martes en la Journal of the American Medical Association (Jama), ofrece una visión más amplia para los pacientes que aún no han tenido problemas cardiovasculares.
Pero realmente no zanja la controversia: afirma que, por un lado, la aspirina reduce el riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular en personas sin antecedentes; pero, por otro lado, aumenta el riesgo de hemorragia grave, especialmente en el cerebro, el estómago y los intestinos.
La aspirina no tiene impacto en la mortalidad ni en un sentido ni en el otro.
"Para las personas sanas, los bajos beneficios de la aspirina para prevenir el accidente cerebrovascular y el ataque cardíaco tienen una contraparte en un mayor riesgo de sangrado", dice Jane Armitage, profesora de epidemiología en la Universidad de Oxford.
Como conclusión, entonces, los médicos deben recomendar la aspirina caso por caso, dependiendo de los otros riesgos del paciente, escribe el cardiólogo Michael Gaziano en un comentario.
Por ejemplo, dejar de fumar o bajar los niveles de colesterol son otros métodos para tratar de reducir el riesgo cardiovascular.
Este nuevo estudio es un metaanálisis, es decir que los dos autores, del King's College de Londres, estudiaron los 13 ensayos clínicos más importantes sobre el tema desde 1988 hasta 2018 y sacaron conclusiones basadas en todas estas pruebas.
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Este método permite borrar las incertidumbres asociadas con cada estudio e identificar de manera más segura un efecto general, sobre la base de 164.000 personas que participaron en total en los ensayos.
La sorpresa es que los investigadores no encontraron ningún vínculo entre la aspirina y la reducción del número de casos de cáncer, al contrario de lo que han mostrado cada vez más estudios de que la aspirina reduce el riesgo de ciertos cánceres, en especial el colorrectal.
A tal punto es así que el Grupo de Trabajo de los Servicios Preventivos de Estados Unidos (U.S. Preventive Services Task Force), un organismo que emite recomendaciones de salud pública, aboga desde 2016 por la ingesta diaria de aspirina en personas de 50 a 69 años para, entre otras cosas, reducir la incidencia de este cáncer.
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