“Mi mayor renuencia, reconozco, era el tratamiento, quimioterapia, esa palabra que me generaba la creencia que me mataría más pronto que el mismo cáncer”, reconoce María de la Paz Acosta Herrera, mujer de 44 años, con una vida plena, estabilidad personal, familiar y laboral, independiente, autosuficiente, que tenía la certeza que podría ser más viable que padeciera cáncer de pulmón por ser “fumadora empedernida” que el cáncer de mama.
“Sí, me tocó, me alcanzó, fue complejo”, relató, y fue su pareja quien durante la intimidad le detectó una “bola” en su seno derecho.
Su primera reacción fue no querer atenderse, pues consideró que con ello podría evitar a toda costa enfrentarse a un proceso “tan desgastante” en donde se involucrarían sus hijos, su esposo, sus padres, sus hermanos, que al final “me llevaría a cerrar mi ciclo de vida”.
Sus defensas comenzaban a disminuir, hemorragias menstruales que parecían incontrolables, incómodas, agotamiento anormal, el cuerpo se comenzaba a poner en alerta, infecciones gastrointestinales, infección de vías urinarias, síntomas premenopáusicos.
La detección fue a principios de 2018, después de algunos meses contactó a un oncólogo y fue cuando comenzaron los estudios correspondientes del tumor, el cual para entonces era cada día más grande, sin molestar, sin estorbar “era como si no existiera” sin embargo, ya no solamente era preocuparse sino de ocuparse de una realidad.
Durante el mes de mayo, Paz Acosta, acudió a la Unidad de Especialidad Médica de Oncología a realizarse el primer estudio “la famosa mastografía”, aún era distante el alcanzar a comprender y dimensionar todo el camino que se debe recorrer, era un presente ruidoso “literalmente aturdía”, argumentó.
Ese día, Paz estuvo a la espera más de siete horas para su turno, llegó el momento, realizó la mastografía, dijo que recuerda como salió abrumada y cansada ese día, ideas revueltas en la espera del diagnóstico que estaría listo seis días después.
Vino después la mastografía radical “quitan el seno completo, músculo, 18 ganglios extirpados, dos tenían metástasis, las secuelas son de por vida, cuidados especiales, posterior a ello seis quimioterapias, tres rojas, tres blancas, proceso de cinco meses”.
En la primera quimioterapia roja, Paz comenzó a perder su cabello, en la sintomatología se presentaron náuseas, estreñimiento, diarrea, con las quimioterapias blancas eran las neuropatías “en mi caso no perdí peso, al contrario, subí siete kilos”.
“En Zacatecas no existe ni siquiera la posibilidad de que adquieras una peluca, una prótesis adecuada para suplir la necesidad del seno que nos quitan, y no es una cuestión de estética, es una cuestión del mismo cuerpo, fuera de lo que es la feminidad de las mujeres y de las madres”.
En total, el proceso duró 11 meses, dos cirugías y seis quimioterapias, por el tipo de diagnóstico no fue necesaria la radiación, expresó.
De la mano con varias mujeres sobrevivientes de cáncer de mama, así como de especialistas ha escrito un libro titulado “Puntos suspensivos”, también nace “Darkeras”, y la Asociación Civil AGABLAR en donde se buscan alternativas para difundir “y que sea detectado a tiempo, ver la posibilidad que sea a través de la sangre que den los indicadores de algún riesgo, pero eso es muy costoso y la cultura referente a eso aún no está en Zacatecas”.
El cáncer, dijo, es un proceso personal, físico, emocional y espiritual, pues el sufrir “es personal y el lamentarse es una pérdida de tiempo, yo he sido muy afortunada, no me tocaba concluir o cerrar mi ciclo de vida aún”.
Apela a la detección oportuna para evitar llegar a la mastectomía radical y buscar alternativas para las mujeres pues las cifras van en aumento.
“Se dice que en los próximos años de 3 a 4 mujeres de cada 10 vamos a padecer cáncer de seno en algún momento”.
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