Cada 11 de julio, en el santoral católico, se celebra el Día de San Benito, santo patrono de Europa y fundador de la Orden Benedictina. San Benito nació en Nursia (Italia) el año 480, pasó toda su infancia en Roma, allí empezará a pensar en una experiencia de retiro al estilo de los anacoretas y ermitaños para vivir el ideal evangélico de la pobreza.
Desde hace muchos siglos los fieles usan la medalla y la cruz de San Benito, para protegerse contra las fuerzas del mal. El origen de la medalla es incierto, pero se sabe que fue durante el siglo XVII, durante un juicio de brujería en Alemania, unas mujeres acusadas testificaron que no tenían poder sobre la Abadía de Metten porque estaba bajo la protección de la cruz.
Por ello, es que la Medalla de San Benito se usa como protección contra la brujería.
Cuando se investigó lo dicho, hallaron en la Abadía de Metten varias cruces pintadas rodeadas por las letras que se encuentran ahora en las medallas.
La medalla que conocemos en la actualidad es la del jubileo de 1880 por los 1400 años del nacimiento del santo.
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La medalla de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia con un gran poder de exorcismo. Los sacramentales son “signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia”.
Para que la medalla de San Benito ofrezca protección debe ser bendecida por un sacerdote con una oración especial.
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