/ martes 1 de septiembre de 2020

Jazzistas mexicanos ofrecen conciertos rodantes

En la colonia Portales, el cierre de establecimientos llevó a estos músicos a recorrer las calles en una camioneta

La algarabía de la calle se mezcla con la armonía del saxofón, el contrabajo y la percusión ejecutados por una banda de jazz desde una camioneta pick up, un incómodo escenario forzado por la pandemia de coronavirus en la Ciudad de México.

"¡Jazz sobre ruedas! ¡Jazz en La Portales!", anuncia una mujer con un megáfono captando la atención de vecinos y curiosos que celebran al Maroto Jazz Trío.

Obligados a cerrar por la emergencia sanitaria, los locales de música en vivo se han visto duramente afectados.

Pero El Convite, un club de jazz y restaurante del centenario barrio Portales, hace frente a esta situación echando mano de una vieja práctica: tocar en la calle.

Por eso patrocina conciertos rodantes de ensambles que solían presentarse en su local, que ahora sólo puede vender comida con un aforo de 30 por ciento como parte de la "nueva normalidad".

"(Fue) volver a pensar cómo podemos darle la vuelta al problema, tratando de llevar a cabo lo que siempre hemos hecho: la combinación entre la buena gastronomía con este tipo de música", dice a la agencia AFP Celina Aguilar, fundadora y administradora del sitio.

Con 24 años de actividades, este espacio se ha convertido en punto de encuentro de los principales jazzistas mexicanos y otros de talla internacional con un festival anual, charlas y ahora conciertos a motor.

"Creo que todos han descubierto que la pandemia de Covid-19 ha sido más llevadera escuchando música, así que tiene una importancia emocional, social y económica", señala Alberto Aguilar, chef y cofundador de El Convite.

Foto: AFP

JAZZ A LA CALLE

La situación de otras salas y centros nocturnos de la capital es complicada.

Unos dos mil 600 locales están cerrados y tendrían que esperar algunos meses más para reabrir, poniendo en riesgo unos 380 mil empleos directos e indirectos, según la gremial Anidice.

Barrio bohemio, Portales tiene una vieja conexión con el jazz. Es cuna de reconocidos músicos del género y sede del legendario club de free-jazz Jazzorca.

De espigada figura y cabello cano, Diego Maroto va arrancando aplausos desde la camioneta al ritmo del saxofón. Lo acompañan el contrabajista Jorge Luri Molina y el baterista Edy Vega.

Desde los balcones y ventanas, los vecinos de este barrio se asoman curiosos y los fotografían con sus teléfonos. Algunos les acercan propinas.

"Hace unas semanas mi ánimo estaba hasta el piso, sin conciertos y todas mis actividades del año canceladas", cuenta Maroto, de 52 años, uno de los más grandes exponentes mexicanos del jazz.

Foto: AFP

En 30 años de carrera no recuerda haber vivido una crisis como la provocada por la pandemia de Covid-19.

"La parte económica la resolví con clases maestras en línea, pero la anímica, esa sí que fue una situación en la que aparecieron los achaques que nunca tuve", confiesa el músico.

Apoyada en un bastón, Margarita Tula, residente de 76 años, camina detrás del vehículo acompañada de su hija mientras disfrutan del show.

"Escuchar música es olvidarse un poquito de los problemas que tiene uno", cuenta la anciana llorando.

Luri Molina refiere que, aunque tocar el contrabajo desde una camioneta en movimiento es un desafío por las condiciones climáticas y técnicas, le ha resultado una experiencia "placentera".

"La esencia del jazz no la agarras en una escuela, en una universidad, el jazz es esto, en la calle", dice mientras se seca el sudor de la frente.

México acaba de iniciar la vigésima cuarta semana de aislamiento gradual debido a la pandemia, proceso que inició el pasado 23 de marzo y que podría extenderse hasta el mes de octubre.




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Obligados a cerrar por la emergencia sanitaria, los locales de música en vivo se han visto duramente afectados.

Pero El Convite, un club de jazz y restaurante del centenario barrio Portales, hace frente a esta situación echando mano de una vieja práctica: tocar en la calle.

Por eso patrocina conciertos rodantes de ensambles que solían presentarse en su local, que ahora sólo puede vender comida con un aforo de 30 por ciento como parte de la "nueva normalidad".

"(Fue) volver a pensar cómo podemos darle la vuelta al problema, tratando de llevar a cabo lo que siempre hemos hecho: la combinación entre la buena gastronomía con este tipo de música", dice a la agencia AFP Celina Aguilar, fundadora y administradora del sitio.

Con 24 años de actividades, este espacio se ha convertido en punto de encuentro de los principales jazzistas mexicanos y otros de talla internacional con un festival anual, charlas y ahora conciertos a motor.

"Creo que todos han descubierto que la pandemia de Covid-19 ha sido más llevadera escuchando música, así que tiene una importancia emocional, social y económica", señala Alberto Aguilar, chef y cofundador de El Convite.

Foto: AFP

JAZZ A LA CALLE

La situación de otras salas y centros nocturnos de la capital es complicada.

Unos dos mil 600 locales están cerrados y tendrían que esperar algunos meses más para reabrir, poniendo en riesgo unos 380 mil empleos directos e indirectos, según la gremial Anidice.

Barrio bohemio, Portales tiene una vieja conexión con el jazz. Es cuna de reconocidos músicos del género y sede del legendario club de free-jazz Jazzorca.

De espigada figura y cabello cano, Diego Maroto va arrancando aplausos desde la camioneta al ritmo del saxofón. Lo acompañan el contrabajista Jorge Luri Molina y el baterista Edy Vega.

Desde los balcones y ventanas, los vecinos de este barrio se asoman curiosos y los fotografían con sus teléfonos. Algunos les acercan propinas.

"Hace unas semanas mi ánimo estaba hasta el piso, sin conciertos y todas mis actividades del año canceladas", cuenta Maroto, de 52 años, uno de los más grandes exponentes mexicanos del jazz.

Foto: AFP

En 30 años de carrera no recuerda haber vivido una crisis como la provocada por la pandemia de Covid-19.

"La parte económica la resolví con clases maestras en línea, pero la anímica, esa sí que fue una situación en la que aparecieron los achaques que nunca tuve", confiesa el músico.

Apoyada en un bastón, Margarita Tula, residente de 76 años, camina detrás del vehículo acompañada de su hija mientras disfrutan del show.

"Escuchar música es olvidarse un poquito de los problemas que tiene uno", cuenta la anciana llorando.

Luri Molina refiere que, aunque tocar el contrabajo desde una camioneta en movimiento es un desafío por las condiciones climáticas y técnicas, le ha resultado una experiencia "placentera".

"La esencia del jazz no la agarras en una escuela, en una universidad, el jazz es esto, en la calle", dice mientras se seca el sudor de la frente.

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