En la prehistoria existió una criatura que se encontraba en la cima de la cadena alimenticia, un tiburón de dimensiones extraordinarias que podía llegar a medir hasta 18 metros y que arrasaba con todo ser que se encontraba a su paso; el megalodón.
El megalodón existió aproximadamente hace 19 millones de años, un tiburón que en apariencia podría ser similar al tiburón blanco, pero de una familia completamente distinta.
Los dientes del megalodón podían medir hasta 18 centímetros de largo, su nombre proviene del griego antiguo “megalou” que significa “grande” y del “odon” que significa “diente”, por lo que su nombre sería “dientes grandes”.
Con el paso de los años, expertos han ampliado el conocimiento sobre este animal, buscando respuestas a las interrogantes que existen sobre el megalodón.
Según un artículo de UNAM Global, “Su alimentación consistía en ballenas, delfines, tortugas y orcas. Los científicos saben que las ballenas fueron sus principales presas porque encontraron varias colas de estos grandes cetáceos con marcas de los dientes del megalodón”.
La boca del megalodón tenía alrededor de 270 dientes y su mordida, que alcanzaba una amplitud de 2.7 metros, era al menos tres veces más fuerte que la del tiranosaurio rex.
¿Por qué se extinguió el megalodón?
Desde su descubrimiento, se han planteado distintas teorías acerca de la extinción del megalodón, e incluso se ha especulado en el imaginario colectivo la idea de que sigue vivo. Sin embargo, su extinción es un hecho; lo que sigue siendo un misterio son las causas. Algunos investigadores apuntan al tiburón blanco como el responsable.
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Una investigación reciente sugiere que el megalodón era un tiburón de sangre caliente, similar al blanco, y que ese factor, que en un determinado momento le ayudó a ser el depredador alfa de su época, lo que provocó su extinción.
Este estudio, publicado este año en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), concluye que el megalodón podía mantener una temperatura corporal que era unos 13 grados Fahrenheit más cálida que el agua circundante. Si bien ese factor le proporcionó una gran ventaja, ya que podía moverse más rápido y tolerar aguas frías, al inicio del Plioceno, hace cinco millones de años, los océanos permanecieron más cálidos de lo que se esperaba, y esto afectó su funcionamiento.