Cuando los europeos llegaron a América, se impresionaron con las rarezas que hallaron, entre ellas un “caballo enano”, que en realidad se trataba del xoloitzcuintle, un perro ancestral endémico de México y Centroamérica.
El término xoloitzcuintle proviene del náhuatl: “xólotl”, que significa extraño o deforme y de la palabra “itzcuintli”, perro.
Según la mitología mexica, Xólotl era el dios de la transformación, de la oscuridad nocturna, lo desconocido, y la muerte; era considerado el hermano gemelo y contraparte del dios Quetzalcóatl, que representaba la vida, la luz y el conocimiento.
Viaje al Mictlán
Los mexicas y otros pueblos nahuas creían que cuando morían sus almas tenían que atravesar un largo camino hasta llegar al Mictlán; según el Diccionario Náhuatl, "Mictlán" significa “Infierno”, aunque muchas veces se traduce como “lugar de los muertos”.
Los muertos no emprendían el viaje al Mictlán solos, sino que lo hacían acompañados del alma de su perro.
Los mexicas creían que en esta relación mística y ancestral, los xolos, creados por el dios de la oscuridad y la muerte, Xólotl, eran capaces de ver el alma de los difuntos.
El viaje al Mictlán duraba cuatro años, y al haber superado todos los obstáculos y llegar el alma del difunto era recibida por Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, las deidades del inframundo.
Nueve niveles del Mictlán
Primer nivel: Chiconahuapan
También llamado Itzcuintlan o “lugar de perros”, este sitio estaba a la orilla de un río que el muerto debía atravesar con la ayuda de un xoloitzcuintle de color pardusco.
Segundo Nivel: Tepectli Monamictlan
En este nivel se dice que existían dos cerros que se abrían y se cerraban, chocando entre sí de manera continua. Los muertos, por lo tanto, debían buscar el momento oportuno para cruzarlos sin ser aplastados.
Tercer Nivel: Iztepetl
En este lugar se encontraba un cerro cubierto de filosísimos pedernales, las piedras desgarraban los cadáveres de los muertos cuando estos tenían que escalarlos para cumplir con su trayectoria.
Cuarto Nivel: Itzehecayan
El “lugar del viento de obsidiana” era un sitio desolado de hielo y piedra abrupta. Se trata de una sierra con aristas cortantes compuesta de ocho collados en los que siempre caía nieve.
Quinto Nivel: Paniecatacoyan
Este lugar se ubicaba al pie del último collado o colina del Itzehecayan, donde los muertos perdían la gravedad y estaban a merced de los vientos, que los arrastraba hasta que finalmente eran liberados para pasar al nivel siguiente.
Sexto Nivel: Timiminaloayan
Aquí existía un extenso sendero a cuyos lados manos invisibles enviaban puntiagudas saetas para acribillar a los cadáveres de los muertos que lo atravesaban. Estas eran saetas perdidas durante las batallas.
Séptimo Nivel: Teocoyohuehualoyan
En Teocoyohuehualoyan una manada de jaguares abrían el pecho del muerto para comerse su corazón.
Octavo Nivel: Izmictlan Apochcalolca
En esta “laguna de aguas negras” (Apanhuiayo), el muerto terminaba de descarnar y su tonalli (alma), se liberaba completamente del cuerpo.
Noveno Nivel: Chicunamictlan
Aquí el muerto debía atravesar las nueve aguas de Chiconauhhapan, y una vez superado este último obstáculo, su alma sería liberada completamente de los padecimientos del cuerpo, por Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, esencia de la muerte masculina y femenina respectivamente.
Al final de este largo viaje al Mictlán, el difunto debía entregar a Mictlantecuhtli los tributos que se le habían entregado antes de despertar a la orilla del río, pues no sería justo llegar ante el mismísimo señor de la muerte con las manos vacías.
Te recomendamos↓