/ viernes 18 de marzo de 2022

¿Podemos tener un mundo sin plásticos?

Se debe poner ya un freno a la forma en la que se tiran los residuos plásticos, pensar en las generaciones futuras y no destruir los ecosistemas que hoy no cuidamos. No podemos garantizar un mundo sin residuos, pero sí un mundo que dispone adecuadamente de ellos

En los últimos años, uno de los temas que ha atraído los reflectores de la agenda ambiental internacional es el de la contaminación por residuos. Y, aunque pareciera ser sólo el resultado de una actividad económica no bien regulada, es también la consecuencia de malas prácticas de productores y consumidores, lo que nos hace a todos corresponsables en su solución. No podemos pensar en un mundo sin residuos porque, por naturaleza, del consumo humano se generan, pero sí podemos lograr un mundo con residuos controlados y bien manejados.

Los plásticos de un sólo uso son una gran amenaza y lamentablemente los encontramos en muchos de los productos que consumimos a diario. Si hiciéramos un zoom para enfocar un producto específico y, por ejemplo, pensáramos en las botellas para beber líquidos (agua, jugos, refrescos etc.) encontraríamos que son miles de millones las que se utilizan diariamente.

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Si bien una forma de manejarlas adecuadamente antes de que se conviertan en basura es su disposición final adecuada para que se puedan reciclar, hay otra realidad: la falta de una infraestructura de acopio adecuada.

Aunque esta medida es parte de la solución al problema, hay una pregunta que nos debemos plantear: ¿es responsabilidad del productor o es después de haber salido del anaquel responsabilidad de los consumidores? La respuesta más fácil es hablar de una responsabilidad compartida; sin embargo, el consumidor no puede asumir los costos de instalar la infraestructura para la disposición final y posterior reciclaje de dichos residuos.

Este tema tiene relación también con la justicia climática, porque un gran porcentaje de las botellas de plástico terminan en los vertederos y en los fondos marinos, afectando negativamente los ecosistemas y la biodiversidad en el océano.

Estos productos son difíciles de reciclar aunado a bajas tasas de recolección y prácticas inadecuadas de la gestión de los residuos. / Foto: Pixabay

Si los mares están siendo los nuevos centros de resiliencia para la vulnerabilidad climática, debemos de protegerlos y garantizar su supervivencia por el bien de la humanidad: el mar es el sistema de soporte que hace posible la vida en la tierra. Los residuos sólidos deben dejar de ser una amenaza permanente en estos ecosistemas.

La solución a este problema no debe enmarcarse en el greenwashing (vender una idea de empresa responsable del medio ambiente sin hacerla realidad), los productores están obligados a asumir una solución más seria y contemplar desde el inicio de la fase de producción un porcentaje de las ganancias para destinarlos a solucionar el problema de origen e ir orientando las decisiones de política pública para revertir y evitar que los plásticos (bolsas, botellas, envases, productos, etc) sigan siendo fuente de contaminación de los ecosistema terrestres y marinos.

Hay envases de plástico en todo el globo terráqueo y los datos señalan que en los últimos 20 años se ha visto un crecimiento de esta amenaza; si se mantienen los patrones de producción y consumo en una lógica de business as usual, tendremos ecosistemas que hoy ya son frágiles, al borde del colapso. La respuesta no es dejar de consumir, pero sí producir y consumir de manera responsable.

En otras palabras, no debemos de seguir permitiendo que se incrementen las montañas de basura plástica que vemos en diversas imágenes y, nuevamente, en términos de justicia ambiental, los países más pobres son los más afectados.

Como se señaló al surgir el concepto de desarrollo sustentable en 1987, y plasmado en el documento Nuestro Futuro Común, el desarrollo sustentable es aquél tipo de desarrollo que se preocupa por satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras; en ese sentido, debemos ya de poner un freno a la forma en la que se tiran los residuos plásticos al vertedero, pensar en las generaciones futuras y no destruir los ecosistemas que hoy no cuidamos, el futuro ya nos alcanzó, el futuro es HOY.

Los esfuerzos de economía circular – entendida como aquéllos cambios en los patrones de producción y consumo para lograr cero residuos-, deben hacerse evidentes desde el diseño del modelo de negocio o de los productos en si mismos.

No podremos garantizar un mundo sin residuos, pero sí un mundo que dispone adecuadamente de ellos en el presente y para el futuro. Es importante considerar que la economía circular va más allá del manejo de residuos, busca sustentarse en modelos de desarrollo que extraigan menos recursos naturales y generen, también, mucho menos contaminación.

Afortunadamente a nivel internacional la discusión sobre el problema de la contaminación por plásticos ha ido evolucionando positivamente y en el caso de México, sí, la política ambiental internacional es un referente.


CONTEXTO INTERNACIONAL

A nivel mundial se percibe el problema de los residuos plásticos como una urgencia por atender con políticas públicas de largo plazo que eviten continuar replicando la situación dado que es una problemática multifactorial; por ejemplo, el rápido crecimiento de la población provocó un aumento en el uso de plásticos per cápita, y esto a su vez, tuvo origen en una decisión de política pública de corto plazo en la que se consideró que era más económico hacer cambios en los materiales, pero lo barato sale caro en términos ambientales, ya que estos productos son difíciles de reciclar aunado a bajas tasas de recolección y prácticas inadecuadas de la gestión de los residuos. Como ya señalé el problema de los plásticos no es sólo su producción, sino también su uso.

Al mismo tiempo que se busca una solución integral, se prevé que para 2040 crezca el mercado mundial y, por lo tanto, se presente un aumento tres veces mayor en el volumen de plásticos, por lo que de continuar con los mismos patrones de producción y consumo, se traduce en una amenaza latente el aumento de la acumulación de los plásticos en los océanos con las afectaciones correspondientes.

Con base en los análisis presentados en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA/4), la economía circular es uno de los modelos económicos sostenibles en la que los productos y los materiales están concebidos para ser reutilizados, reconstruidos, reciclados y/o recuperados de forma tal que se mantienen en la economía durante un largo periodo de tiempo.

Las características de la economía circular están diseñadas para implementar un pensamiento sistémico que implica eliminar el uso de sustancias tóxicas, retener el valor de los materiales a largo plazo y con un valor adicional al utilizar energías renovables en su producción.

La ONU (Organización de las Naciones Unidas) ha impulsado el combate a la contaminación causada por productos plásticos desechables; mediante su resolución UNEP/EA.4/Res 9: “Alienta a los Gobiernos y al sector privado a que promuevan el uso más eficaz posible de los recursos en el diseño, la producción, la utilización y la gestión racional de los plásticos en todo su ciclo de vida; y, en particular, alienta a los Estados miembros a que emprendan acciones de educación ambiental sobre las repercusiones de la contaminación causada por plásticos, y sobre las alternativas sostenibles a los productos de plástico desechables y promuevan modalidades de producción y consumo sostenibles”.

A nivel regional también hay avances significativos. Desde 2014, en la Unión Europea (UE), el plástico está considerado entre los productos prioritarios y se ha enmarcado en la Ley de Responsabilidad Exendida del Productor que norma el reciclaje en general. Su promulgación se sustenta en la Directiva 94/62/EC (European Parliament, 1994) que exige a los miembros de la UE a que mantengan un balance entre residuos reciclados, recuperación energética y lo que se destina a vertederos de desechos.

En América Latina se integró la Coalición de Economía Circular de América Latina y el Caribe, con el objetivo de fomentar la circularidad de los productos a fin de extender el mayor tiempo posible la vida útil de los mismos. Tiene como socios estratégicos al BID (Banco Interamericano de Desarrollo), el CTCN (Climate Technology Center & Network), la EMF (Ellen Macarthur Foundation), la KAS (Konrad Adenauer Stiftung), la PACE (Plataform for Accelerating the Circular Economy), el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), la ONUDI y el WEF (World Economic Forum). Los países que integran el comité directivo de la Coalición son Colombia, Costa Rica, República Dominicana y Perú.

La Coalición de Economía Circular de América Latina y el Caribe tiene el objetivo extender el mayor tiempo posible la vida útil de los deshechos. / Foto: Pixabay

La economía circular aplicada a los plásticos no es solamente la clasificación o separación en la fuente, la gestión de los residuos y su reciclaje, sino que se debe de impulsar todo un cambio sistémico a fin de maximizar su reducción, impulsar su sustitución cuando sea posible, maximizar su recolección y reciclaje, y evitar, en su totalidad, la presencia de plásticos en los océanos. Un punto que merece atención es la importancia de los ecodiseños, que tienen como objetivo evitar la generación de residuos y por el contrario fomentar el uso de materiales y de productos que sean reparables y reutilizables.

A nivel mundial, más de 500 organizaciones (que incluyen a gobiernos locales y nacionales) han firmado la Nueva Economía del Plástico, que tiene como propósito establecer objetivos precisos de reducción del plástico virgen, además de los esfuerzos en su reutilización; el fuerte impulso a la innovación para generar nuevos materiales -específicamente para plástico flexible y multimateriales ya que representan el 80 por ciento de la fuga de macro plásticos que terminan en los océanos y que a su vez, en la fase de descomposición, van generando microplásticos que terminan en las especies de biodiversidad que habitan en el ecosistema impactado-.

El estímulo a la circularidad también está relacionado con el establecimiento de mecanismos de financiación donde la industria pague una parte justa a través de planes de responsabilidad extendida del productor (EPR) o iniciativas equivalentes.

Los gobiernos signatarios se comprometieron a alcanzar objetivos medibles para 2025, en 5 áreas:

  1. Estimular la eliminación de envases y/o productos de plástico innecesario.

  2. Fomentar modelos de reutilización cuando sea pertinente, a fin de reducir envases o productos de plástico de un solo uso.

  3. Incentivar el uso de envases de plástico reutilizables, reciclables o compostables.

  4. Aumentar las tasas de recolección, clasificación, reutilización y reciclaje, y facilitar el establecimiento de la infraestructura necesaria y los mecanismos de financiación relacionados.

  5. Estimular la demanda de plásticos reciclados.


EN TERRITORIO NACIONAL

Todo lo señalado va impactando, directa o indirectamente, la política pública en el país. En México, en 2003 se promulgó la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR) que establece la responsabilidad compartida entre productores, importadores, exportadores, comercializadores y distribuidores de los productos que al desecharse se traducen en residuos de manejo especial.

El plan de manejo está sustentado en la Norma 161 (NOM-161-SEMARNAT-2011) que establece los criterios para clasificar los residuos de manejo especial y determinar los que están sujetos a un Plan de Manejo; entre sus atribuciones está la de restringir la disposición final de plásticos en rellenos sanitarios susceptibles de valorización.

En 2007 se estableció el Plan de Manejo Nacional de Envases Vacíos de Bebidas fabricados con PET. Esta medida llevó a que aumentaran las tasas de reciclaje y además se instaló una de las plantas más modernas de América Latina (PET STAR), ubicada en el Estado de México, para fabricar envases de PET de calidad sanitaria a partir de los envases vacíos que recolecta el organismo empresarial ECOCE.

México cuenta con un Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes (RETC), especificado en el Reglamento de la LGEEPA, aplicable a nivel federal, estatal y municipal y que se considera sirve en el país para la trazabilidad de las sustancias y residuos peligrosos; con base en la NOM-165-SEMARNAT-2013 se establece la lista de sustancias sujetas al RETC a través de una Cédula de Operación Anual (COA) en la que se especifica la información sobre las sustancias que se usan como insumo del proceso de fabricación y también de las emisiones y transferencia de contaminantes al aire, agua, suelo y subsuelo, materiales y residuos peligrosos. Es importante resaltar que el RETC puede efectivamente promover la circularidad ya que los residuos de algunos industrias pueden convertirse en los insumos de otros productos industriales.

El reglamento del Registro Nacional de Emisiones (RENE) se sustenta en la Ley General de Cambio Climático (LGCC) que integra información de emisión de compuestos y de gases de efecto invernadero (GEI) de diferentes sectores productivos del país.

La economía circular es uno de los modelos económicos sostenibles en la que los productos y los materiales están concebidos para ser reutilizados, reconstruidos, reciclados y/o recuperados. / Foto: Pixabay

En sesión celebrada el 7 de noviembre de 2019, los senadores de la LXIV Legislatura del H. Senado de la República, inscribieron la Iniciativa con proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de Economía Circular (LGEC), en espera actualmente de dictamen, aprobación y publicación por la Cámara de Diputados.

La LGEC obliga a un nuevo modelo de producción y aprovechamiento, sin embargo ha recibido serios cuestionamientos porque además promueve el aprovechamiento energético de los residuos (valorización y termovalorización), tema que es hoy muy cuestionado por especialistas y diversas organizaciones de la sociedad civil.

Los principios de la economía circular, según la Fundación Mc Arthur son los siguientes tres:

  1. Eliminar residuos y contaminación desde el diseño.

  2. Mantener los materiales en uso en su valor más alto.

  3. Regenerar los sistemas naturales.

En el marco de la Nueva Economía del Plástico, los firmantes en México fueron al inicio la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno del Estado de México, la Ciudad de Toluca, Coca-Cola, Femsa y Envases Universales de México, entre otros. Sin embargo, este instrumento ha sido seriamente criticado ya que sus metas son mucho menos ambiciosas que el Acuerdo Global, por lo tanto no se ha traducido en un avance del marco jurídico sino todo lo contrario.

Así mismo se tiene que revisar cuidadosamente el tema de la generación de energía a través de la termovalorización de los residuos plásticos, de forma tal que no se vaya a convertir en un incentivo perverso, para continuar generando más plástico de un único uso para generar energía. El análisis aún esta en construcción y falta mucho por cuantificar, pero debemos de trabajar por cambiar la visión y garantizar que los plásticos puedan efectivamente ser un recurso valioso al integrarse en un esquema de economía circular.


En los últimos años, uno de los temas que ha atraído los reflectores de la agenda ambiental internacional es el de la contaminación por residuos. Y, aunque pareciera ser sólo el resultado de una actividad económica no bien regulada, es también la consecuencia de malas prácticas de productores y consumidores, lo que nos hace a todos corresponsables en su solución. No podemos pensar en un mundo sin residuos porque, por naturaleza, del consumo humano se generan, pero sí podemos lograr un mundo con residuos controlados y bien manejados.

Los plásticos de un sólo uso son una gran amenaza y lamentablemente los encontramos en muchos de los productos que consumimos a diario. Si hiciéramos un zoom para enfocar un producto específico y, por ejemplo, pensáramos en las botellas para beber líquidos (agua, jugos, refrescos etc.) encontraríamos que son miles de millones las que se utilizan diariamente.

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Si bien una forma de manejarlas adecuadamente antes de que se conviertan en basura es su disposición final adecuada para que se puedan reciclar, hay otra realidad: la falta de una infraestructura de acopio adecuada.

Aunque esta medida es parte de la solución al problema, hay una pregunta que nos debemos plantear: ¿es responsabilidad del productor o es después de haber salido del anaquel responsabilidad de los consumidores? La respuesta más fácil es hablar de una responsabilidad compartida; sin embargo, el consumidor no puede asumir los costos de instalar la infraestructura para la disposición final y posterior reciclaje de dichos residuos.

Este tema tiene relación también con la justicia climática, porque un gran porcentaje de las botellas de plástico terminan en los vertederos y en los fondos marinos, afectando negativamente los ecosistemas y la biodiversidad en el océano.

Estos productos son difíciles de reciclar aunado a bajas tasas de recolección y prácticas inadecuadas de la gestión de los residuos. / Foto: Pixabay

Si los mares están siendo los nuevos centros de resiliencia para la vulnerabilidad climática, debemos de protegerlos y garantizar su supervivencia por el bien de la humanidad: el mar es el sistema de soporte que hace posible la vida en la tierra. Los residuos sólidos deben dejar de ser una amenaza permanente en estos ecosistemas.

La solución a este problema no debe enmarcarse en el greenwashing (vender una idea de empresa responsable del medio ambiente sin hacerla realidad), los productores están obligados a asumir una solución más seria y contemplar desde el inicio de la fase de producción un porcentaje de las ganancias para destinarlos a solucionar el problema de origen e ir orientando las decisiones de política pública para revertir y evitar que los plásticos (bolsas, botellas, envases, productos, etc) sigan siendo fuente de contaminación de los ecosistema terrestres y marinos.

Hay envases de plástico en todo el globo terráqueo y los datos señalan que en los últimos 20 años se ha visto un crecimiento de esta amenaza; si se mantienen los patrones de producción y consumo en una lógica de business as usual, tendremos ecosistemas que hoy ya son frágiles, al borde del colapso. La respuesta no es dejar de consumir, pero sí producir y consumir de manera responsable.

En otras palabras, no debemos de seguir permitiendo que se incrementen las montañas de basura plástica que vemos en diversas imágenes y, nuevamente, en términos de justicia ambiental, los países más pobres son los más afectados.

Como se señaló al surgir el concepto de desarrollo sustentable en 1987, y plasmado en el documento Nuestro Futuro Común, el desarrollo sustentable es aquél tipo de desarrollo que se preocupa por satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras; en ese sentido, debemos ya de poner un freno a la forma en la que se tiran los residuos plásticos al vertedero, pensar en las generaciones futuras y no destruir los ecosistemas que hoy no cuidamos, el futuro ya nos alcanzó, el futuro es HOY.

Los esfuerzos de economía circular – entendida como aquéllos cambios en los patrones de producción y consumo para lograr cero residuos-, deben hacerse evidentes desde el diseño del modelo de negocio o de los productos en si mismos.

No podremos garantizar un mundo sin residuos, pero sí un mundo que dispone adecuadamente de ellos en el presente y para el futuro. Es importante considerar que la economía circular va más allá del manejo de residuos, busca sustentarse en modelos de desarrollo que extraigan menos recursos naturales y generen, también, mucho menos contaminación.

Afortunadamente a nivel internacional la discusión sobre el problema de la contaminación por plásticos ha ido evolucionando positivamente y en el caso de México, sí, la política ambiental internacional es un referente.


CONTEXTO INTERNACIONAL

A nivel mundial se percibe el problema de los residuos plásticos como una urgencia por atender con políticas públicas de largo plazo que eviten continuar replicando la situación dado que es una problemática multifactorial; por ejemplo, el rápido crecimiento de la población provocó un aumento en el uso de plásticos per cápita, y esto a su vez, tuvo origen en una decisión de política pública de corto plazo en la que se consideró que era más económico hacer cambios en los materiales, pero lo barato sale caro en términos ambientales, ya que estos productos son difíciles de reciclar aunado a bajas tasas de recolección y prácticas inadecuadas de la gestión de los residuos. Como ya señalé el problema de los plásticos no es sólo su producción, sino también su uso.

Al mismo tiempo que se busca una solución integral, se prevé que para 2040 crezca el mercado mundial y, por lo tanto, se presente un aumento tres veces mayor en el volumen de plásticos, por lo que de continuar con los mismos patrones de producción y consumo, se traduce en una amenaza latente el aumento de la acumulación de los plásticos en los océanos con las afectaciones correspondientes.

Con base en los análisis presentados en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA/4), la economía circular es uno de los modelos económicos sostenibles en la que los productos y los materiales están concebidos para ser reutilizados, reconstruidos, reciclados y/o recuperados de forma tal que se mantienen en la economía durante un largo periodo de tiempo.

Las características de la economía circular están diseñadas para implementar un pensamiento sistémico que implica eliminar el uso de sustancias tóxicas, retener el valor de los materiales a largo plazo y con un valor adicional al utilizar energías renovables en su producción.

La ONU (Organización de las Naciones Unidas) ha impulsado el combate a la contaminación causada por productos plásticos desechables; mediante su resolución UNEP/EA.4/Res 9: “Alienta a los Gobiernos y al sector privado a que promuevan el uso más eficaz posible de los recursos en el diseño, la producción, la utilización y la gestión racional de los plásticos en todo su ciclo de vida; y, en particular, alienta a los Estados miembros a que emprendan acciones de educación ambiental sobre las repercusiones de la contaminación causada por plásticos, y sobre las alternativas sostenibles a los productos de plástico desechables y promuevan modalidades de producción y consumo sostenibles”.

A nivel regional también hay avances significativos. Desde 2014, en la Unión Europea (UE), el plástico está considerado entre los productos prioritarios y se ha enmarcado en la Ley de Responsabilidad Exendida del Productor que norma el reciclaje en general. Su promulgación se sustenta en la Directiva 94/62/EC (European Parliament, 1994) que exige a los miembros de la UE a que mantengan un balance entre residuos reciclados, recuperación energética y lo que se destina a vertederos de desechos.

En América Latina se integró la Coalición de Economía Circular de América Latina y el Caribe, con el objetivo de fomentar la circularidad de los productos a fin de extender el mayor tiempo posible la vida útil de los mismos. Tiene como socios estratégicos al BID (Banco Interamericano de Desarrollo), el CTCN (Climate Technology Center & Network), la EMF (Ellen Macarthur Foundation), la KAS (Konrad Adenauer Stiftung), la PACE (Plataform for Accelerating the Circular Economy), el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), la ONUDI y el WEF (World Economic Forum). Los países que integran el comité directivo de la Coalición son Colombia, Costa Rica, República Dominicana y Perú.

La Coalición de Economía Circular de América Latina y el Caribe tiene el objetivo extender el mayor tiempo posible la vida útil de los deshechos. / Foto: Pixabay

La economía circular aplicada a los plásticos no es solamente la clasificación o separación en la fuente, la gestión de los residuos y su reciclaje, sino que se debe de impulsar todo un cambio sistémico a fin de maximizar su reducción, impulsar su sustitución cuando sea posible, maximizar su recolección y reciclaje, y evitar, en su totalidad, la presencia de plásticos en los océanos. Un punto que merece atención es la importancia de los ecodiseños, que tienen como objetivo evitar la generación de residuos y por el contrario fomentar el uso de materiales y de productos que sean reparables y reutilizables.

A nivel mundial, más de 500 organizaciones (que incluyen a gobiernos locales y nacionales) han firmado la Nueva Economía del Plástico, que tiene como propósito establecer objetivos precisos de reducción del plástico virgen, además de los esfuerzos en su reutilización; el fuerte impulso a la innovación para generar nuevos materiales -específicamente para plástico flexible y multimateriales ya que representan el 80 por ciento de la fuga de macro plásticos que terminan en los océanos y que a su vez, en la fase de descomposición, van generando microplásticos que terminan en las especies de biodiversidad que habitan en el ecosistema impactado-.

El estímulo a la circularidad también está relacionado con el establecimiento de mecanismos de financiación donde la industria pague una parte justa a través de planes de responsabilidad extendida del productor (EPR) o iniciativas equivalentes.

Los gobiernos signatarios se comprometieron a alcanzar objetivos medibles para 2025, en 5 áreas:

  1. Estimular la eliminación de envases y/o productos de plástico innecesario.

  2. Fomentar modelos de reutilización cuando sea pertinente, a fin de reducir envases o productos de plástico de un solo uso.

  3. Incentivar el uso de envases de plástico reutilizables, reciclables o compostables.

  4. Aumentar las tasas de recolección, clasificación, reutilización y reciclaje, y facilitar el establecimiento de la infraestructura necesaria y los mecanismos de financiación relacionados.

  5. Estimular la demanda de plásticos reciclados.


EN TERRITORIO NACIONAL

Todo lo señalado va impactando, directa o indirectamente, la política pública en el país. En México, en 2003 se promulgó la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos (LGPGIR) que establece la responsabilidad compartida entre productores, importadores, exportadores, comercializadores y distribuidores de los productos que al desecharse se traducen en residuos de manejo especial.

El plan de manejo está sustentado en la Norma 161 (NOM-161-SEMARNAT-2011) que establece los criterios para clasificar los residuos de manejo especial y determinar los que están sujetos a un Plan de Manejo; entre sus atribuciones está la de restringir la disposición final de plásticos en rellenos sanitarios susceptibles de valorización.

En 2007 se estableció el Plan de Manejo Nacional de Envases Vacíos de Bebidas fabricados con PET. Esta medida llevó a que aumentaran las tasas de reciclaje y además se instaló una de las plantas más modernas de América Latina (PET STAR), ubicada en el Estado de México, para fabricar envases de PET de calidad sanitaria a partir de los envases vacíos que recolecta el organismo empresarial ECOCE.

México cuenta con un Registro de Emisiones y Transferencia de Contaminantes (RETC), especificado en el Reglamento de la LGEEPA, aplicable a nivel federal, estatal y municipal y que se considera sirve en el país para la trazabilidad de las sustancias y residuos peligrosos; con base en la NOM-165-SEMARNAT-2013 se establece la lista de sustancias sujetas al RETC a través de una Cédula de Operación Anual (COA) en la que se especifica la información sobre las sustancias que se usan como insumo del proceso de fabricación y también de las emisiones y transferencia de contaminantes al aire, agua, suelo y subsuelo, materiales y residuos peligrosos. Es importante resaltar que el RETC puede efectivamente promover la circularidad ya que los residuos de algunos industrias pueden convertirse en los insumos de otros productos industriales.

El reglamento del Registro Nacional de Emisiones (RENE) se sustenta en la Ley General de Cambio Climático (LGCC) que integra información de emisión de compuestos y de gases de efecto invernadero (GEI) de diferentes sectores productivos del país.

La economía circular es uno de los modelos económicos sostenibles en la que los productos y los materiales están concebidos para ser reutilizados, reconstruidos, reciclados y/o recuperados. / Foto: Pixabay

En sesión celebrada el 7 de noviembre de 2019, los senadores de la LXIV Legislatura del H. Senado de la República, inscribieron la Iniciativa con proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de Economía Circular (LGEC), en espera actualmente de dictamen, aprobación y publicación por la Cámara de Diputados.

La LGEC obliga a un nuevo modelo de producción y aprovechamiento, sin embargo ha recibido serios cuestionamientos porque además promueve el aprovechamiento energético de los residuos (valorización y termovalorización), tema que es hoy muy cuestionado por especialistas y diversas organizaciones de la sociedad civil.

Los principios de la economía circular, según la Fundación Mc Arthur son los siguientes tres:

  1. Eliminar residuos y contaminación desde el diseño.

  2. Mantener los materiales en uso en su valor más alto.

  3. Regenerar los sistemas naturales.

En el marco de la Nueva Economía del Plástico, los firmantes en México fueron al inicio la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno del Estado de México, la Ciudad de Toluca, Coca-Cola, Femsa y Envases Universales de México, entre otros. Sin embargo, este instrumento ha sido seriamente criticado ya que sus metas son mucho menos ambiciosas que el Acuerdo Global, por lo tanto no se ha traducido en un avance del marco jurídico sino todo lo contrario.

Así mismo se tiene que revisar cuidadosamente el tema de la generación de energía a través de la termovalorización de los residuos plásticos, de forma tal que no se vaya a convertir en un incentivo perverso, para continuar generando más plástico de un único uso para generar energía. El análisis aún esta en construcción y falta mucho por cuantificar, pero debemos de trabajar por cambiar la visión y garantizar que los plásticos puedan efectivamente ser un recurso valioso al integrarse en un esquema de economía circular.


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