A pleno galope, un caballo emerge de la oscuridad y atraviesa las llamas sin aminorar el paso. En la localidad española de San Bartolomé de Pinares, cada noche del 16 de enero los caballos cruzan las hogueras para conjurar las epidemias, en una tradición ancestral.
Bajo la pálida luz de una luna casi llena, en una gélida noche de San Antón, unos empleados municipales con el rostro cubierto en sudor alimentan con ramas secas las hogueras diseminadas por la calle principal de esta localidad de 600 habitantes, situada en altura a un centenar de kilómetros al oeste de Madrid.
Unas cascabeles se dejan oír y de pronto resuena en la noche el estruendo metálico de los cascos sobre los adoquines.
Uno tras otro, los caballos van apareciendo y pisotean las ramas incandescentes de las hogueras, sin aminorar la marcha.
Los cascos hacen saltar las chispas entre los vítores de cientos de espectadores en las aceras, bañados por la luz y el calor del fuego e hipnotizados por un espectáculo que sumerge a la localidad en una atmósfera mística y medieval.
Durante una hora, la procesión de caballos realiza su danza entre el fuego.
Llamada las Luminarias, esta tradición se remonta al siglo XVIII, cuando una epidemia diezmó a la población equina.
"Cuando un animal se moría por infección, se quemaba, literalmente", y como "desapareció la epidemia, entonces se creyó que el humo era protector de los animales", explica Leticia Martín, fisioterapeuta de 29 años, jinete de "Fiel".
Fuegos purificadores
"Estos fuegos purificadores de todas las enfermedades de los animales se celebran la víspera de San Antón Abad", patrón de los animales, detalla Antón Erkoreka, director del museo vasco de Historia de la Medicina, quien recuerda que por toda España se celebran misas para bendecir a los animales.
"Es una fiesta curiosa que lo que intenta es conseguir o pedir al santo protección para los animales", añade.
En otras ciudades de España, también se encienden hogueras, pero en diferentes fechas y sin caballos, para recordar las epidemias e peste.
Ahora, cuando la epidemia de coronavirus cumple dos años, esta tradición se vuelve más simbólica.
Pero la celebración no tiene nada que ver con el covid-19, recuerda Emmanuel Martín, de 26 años. Es para bendecir a los animales y para que estén "limpios todo el año: el humo de las ramas verdes los vienen a purificar", detalla.
"No es un espectáculo, no está preparado para divertir a la gente", subraya este hombre que participó en sus primeras Luminarias cuando tenía dos años, en brazos de su padre.
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