“El toro de lidia sirve para un espectáculo mítico, una razón de ser entre la vida y la muerte, una expresión artística, alrededor de la tauromaquia, ya que ha habido pintores, escultores, escritores, que se ha hecho música, es parte de la identidad de México, aseveró en su oportunidad el ganadero zacatecano Javier Borrego Estrada, propietario de la dehesa de Santa Bárbara.”.
Tras muchos años en el mundo taurino, Borrego Estrada lo tiene claro, refiere que la ganadería de lidia es un negocio difícil, que si no se tiene la vocación y la pasión para afrontar todo lo que implica, muy probablemente estarán fuera de lugar, pues ser ganadero de toros de lidia es todo un estilo de vida.
A diferencia de un ganadero normal, los ganaderos de lidia estudian exhaustivamente la genética y las calificaciones de los toros y las vacas para lograr producir un animal que goce de los atributos requeridos para presentarse en una plaza.
Nacido el toro, se desteta pasados los siete meses y se acomoda en un lugar especial dentro del rancho, cercano a una libertad absoluta, sin ningún tipo de acoso, para que continúe con su desarrollo. Cumplidos los dos años, se realiza la tienta, prueba en la cual se trata de recrear en el hierro lo que experimentará el becerro más adelante en el ruedo, con la finalidad de medir su bravura.
Durante la tienta, el ganadero evaluará a los animales, y aquellos que obtengan una mayor calificación se convertirán en sementales de la ganadería. Cabe destacar que también se realizan tientas de hembras; aquellas mejor valoradas se elegirán como madres de la ganadería.
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