La figura del Dalai Lama representa el principio del ideal del Bodhisatva. Éste debe comprenderse en el contexto de la idea del karma y el renacimiento, que expresan que uno no sólo vive una vida en esta tierra, sino que experimenta una sucesión de vidas.
El renacimiento, según las enseñanzas budistas, ocurre debido a los restos de deseo, aversión e ignorancia que quedan en el flujo de conciencia de una persona al morir.
Sin embargo, si mediante la práctica espiritual uno logra eliminar esos tres venenos, al final sólo alberga un gran estado de paz, amor y sabiduría. Deja de estar atado a la rueda de la vida y la muerte y no renace más. De acuerdo con el mahayana, en ese momento se presentan dos posibilidades. Uno puede disolverse en el nirvana o puede elegir renacer, movido por la compasión, para ayudar a los demás seres.
A los ojos de los tibetanos, el Dalai Lama lo es todo. Es el gobernador temporal y también la cabeza espiritual del Tíbet. Los tibetanos siempre han tenido en sus recintos una fotografía enmarcada del Dalai Lama.
El entrenamiento de un Dalai Lama
Desde su más tierna infancia, los Dalai Lama reciben una esmerada enseñanza que cubre todos los ámbitos de la vida budista. Aprenden a meditar y siguen un difícil curso de estudio y de práctica. Cuando un Dalai Lama llega a la mayoría de edad, por lo general conoce ya muy bien todos los aspectos de su tradición.
No obstante, a pesar de su saber, su autoridad y su prestigio, nunca es visto como una suprema autoridad doctrinal. No es el responsable de establecer un modo de practicar.