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En el centro histórico de la ciudad de Durango, capital del estado del mismo nombre, que se ubica en el noroeste de México se encuentra el Cerro del Mercado, formado de macma de cuerpos de óxido de fierro que le dan una bonita forma triangular, ahí existe una cueva muy especial, pues se abre cada noche por unos cuantos minutos.
Cuando la cueva se abre, por ella sale un toro de color negro que tiene unos hermosos cuernos de oro. Dicen que sale con el propósito de vigilar la entrada de la cueva.
Una cierta noche, un hombre que se llamaba Martín Hernández, que era el conserje de la escuela secundaria Mariano Balleza de Canatlán, salió a caminar, cuando llegó cerca del Cerro del Mercado, escuchó unos ruidos que llamaron su atención. Se acercó más al cerro, y vio al gran toro negro cuyos cuernos brillaban, maravillosamente, a la luz de la luna.
Al verlo, Martín quiso torearlo.
Cuando el hermoso toro vio que el hombre se le acercaba, se retiró de la entrada de la cueva, lo cual aprovechó Martín para entrar en ella, pues estaba muy curioso por ver cómo era por dentro.
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Mientras se adentraba en aquel sitio, llegó a una especie de lago subterráneo donde una serpiente se le enredó en el brazo.
El reptil tenía unos veinte centímetros de diámetro y una longitud de seis metros.
La serpiente le pasó su lengua por el rostro, dejando restos de saliva por toda la cara de Martín, para luego desenredarse de su brazo. Martín encontró un lugar que lo dirigía a la luz, donde encontró un gran tesoro, había anillos, joyas y collares de oro, era tanto lo que había que no iba a poder sacarlo solo.
Mientras recorría el lugar con lo que pudo sacar, se le apareció una mujer que lo sorprendió, era tan bella que no podía dejar de mirarla, pero nunca se acercaron.
La mujer, observándolo le dijo que todo aquel tesoro sería de su propiedad, pues hizo lo que nadie había hecho, llegar hasta la cámara del tesoro y salir vivo.
Sin embargo, no podría sacar absolutamente nada de la cueva, pues solo lo podría llevar en su mente.
En ese preciso momento, el bello toro de los cuernos de oro entró en la cueva.
Martín se hizo a un lado logrando esquivar la embestida y se asustó tanto que salió corriendo por temor a que lo fuera a cornear.
En cuanto Martín estuvo fuera de la cueva, la entrada se cerró completamente. Martín ya no pudo volver a entrar, y perdió para siempre la riqueza del tesoro y los amores de la bella muchacha, que según supo después, era la hija del Toro de los Cuernos de Oro.
Tal y como lo dijo la hermosa mujer el tesoro sólo lo llevó en la mente.
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