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Los habitantes del municipio de Huasca, en el estado de Hidalgo, en el centro de México, han narrado por generaciones la historia de cuando los duendes habitaron el lugar.
Se dice que el dios Quetzalcóatl (serpiente emplumada) proveía de amaranto a Huasca, con el fin de saciar el hambre de los pobladores.
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El amaranto era un alimento y una semilla sagrada, tanto que, en aquellos años, se usaba el ‘tzoalli’, una pasta de amaranto para esculpir figuras de dioses.
Un día, en una canasta con estas semillas que la ‘serpiente emplumada’ había enviado, venía un duendecillo llamado Huautli, un ‘tepehuani’ (chaparrito), que era algo así como una criatura con dotes mágicos.
Él era el encargado de crear las semillas, pero una noche previa terminó exhausto y se quedó dormido en la canasta, sin que el dios se diera cuenta.
Desde entonces, Huasca se ‘pobló’ de duendes y Huautli se convirtió en el primero en llegar a nuestro mundo.
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Las semillas recibieron el nombre de Huauhtli, en honor del duende que las creó y ahora lo conocemos como amaranto.
Mucho tiempo después, con el auge de la minería en el estado de Hidalgo, se creía que los duendes auxiliaban a los mineros a realizar ciertas labores; en el caso de los niños, hay relatos en los que estos seres jugaban con ellos.
El nombre de Huasca viene del náhuatl Huascazaloya y se traduce como "lucar de regocijo y alegría" y zaloya hace referencia a la miel de la región, con la que se elaboran las alegrías de amaranto.
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Si quieres vivir la experiencia e ir tras los pasos de los duendes, en los bosques de Huasca puedes unirte a la caminata de los duendes y recorrer el Museo de Historia Casa de los Duendes, una construcción de piedra a modo de pequeño castillo.