[Podcast] Cofre de Leyendas│El ánima furiosa de Trino

Después de una infancia difícil Trino comenzó a robar y terminó tras las rejas

  · lunes 17 de abril de 2023

Trino vivía en una zona donde la pobreza y la tristeza eran el signo de su familia y vecinos / Pixabay

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El estado de Tabasco se encuentra en el sur del país, es conocido por sus grandes centros arqueológicos, la entidad está formada por 17 municipios y, en uno de ellos ocurrió lo que hoy vamos a contar

Trino vivía en una zona donde la pobreza y la tristeza eran el signo de su familia y vecinos; la desesperanza se no notaba en todos y cada uno. Parecía un lugar abandonado por Dios, como si pagaran un castigo divino interminable. En más de una ocasión sintió que las tripas se le retorcían, a causa del vacío que era su alimento. Para él, la alegría de la infancia, esa que surge al ir descubriendo la vida, era un gesto que se dibujaba en rostros ajenos.

El padre de Trino, un hombre robusto, alto, fuerte apto para cualquier trabajo, se le escapaba la vida entre copa y copa; el vigor que tenía lo usaba para tomar uno y después más tragos; de cerveza, vino, ron, entre otras bebidas etílicas. Su madre, mujer abnegada y sufrida, de gran corazón y dispuesta a dar amor, sentimiento que nunca le expresó a Trino. En una ocasión le comentó que no tenía tiempo para quererlo.

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La señora de cara relavada, el cabello agarrado con una peineta, labios delgados (a veces resecos) y vientre abultado había perdido varios hijos, por razones desconocidas se le morían dentro. En eso sí podía considerarse afortunado el niño. Él y su hermano Santos lograron salir con buena salud de vientre de Lola (ese era el nombre de la mujer).

Desde pequeños ambos tuvieron que trabajar vendiendo frutas y verduras para llevar el sustento a su casa, no porque les naciera, sino por el padre que les tenía amenazado de que si no lo hacían recibirían una tunda. En una ocasión su mamá enfermó, tuvieron que ir a casa de una tía, les dijeron que era por mientras Juana se recuperaba, pero eso nunca pasó porque la muerte decidió llevársela.

Al quedar al cuidado de la tía, porque su papá no se quiso hacer cargo de los dos pequeñines, las cosas no cambiaron. La hermana de la difunta los trataba mal, casi a diario les pegaba, no importa por qué, pero siempre encontraba un motivo. Un día, alguien se presentó en la vivienda, un hombre de mediana estatura y de talla gruesa. El motivo de su visita: los niños.

Como si fuera un objeto, se llevó a uno, así de pronto, pasó de la tía a un desconocido, el individuo era ingeniero y el esposo de la mujer, de oficio albañil, trabajaba con este, y previamente la pareja acordó darle a Trino, esa fue la última vez que el menor supo de su hermano. El cambio no fue tan malo, llegó a una casa grande, donde comía tres veces al día y tenía ropa limpia, incluso lo mandaron a la escuela.

A pesar de su cambio, parecía que la mala suerte seguía al niño, y ahora se le presentó en forma del hijo del ingeniero, de nombre Daniel, quien le echaba la culpa de las travesuras que él hacía, debido a esta situación la madre del pequeño regañó en más de una ocasión a Trino y lo tenía en mal concepto. Cansado de que le llamaran la atención y los años de injusticias a su persona y familia, salió de esa casa y comenzó a vivir en la calle, al poco tiempo comenzó a robar, cosas pequeñas, frutas, dulces y otras cosas comestibles, pero al fin y al cabo era hurto, algo penado por la ley.

En una de esas aventuras fue capturado por los azules, quienes lo llevaron ante un juez que lo sentenció a la correccional de menores. En aquel lugar, de supuesto reacondicionamiento social, conoció a otros jóvenes, con una vida similar a la de él, se convirtieron en grandes amigos y ahí, en el encarcelamiento, decidieron forman una banda: La Banda, como ellos le llamaron.

Al salir todos comenzaron a realizar atracos a comercios de todo giro. Les iba bien, habían ganado dinero con su actividad ilícita, por las calles se les vía con buenos trajes y accesorios finos, como relojes, anillos de brillantes y cadenas. Sin embargo, en una ocasión entraron al negocio de un hombre de nombre don Antonio, le exigieron el dinero, pero este le respondió que no tenía, los clientes eran pocos y apenas sacaba para sobrevivir, Trino haciendo memoria recordó que aquel anciano era el mismo que por muchos años había explotado a su madre.

Por mucho tiempo su progenitora tuvo que lavar ropa usada que el comerciante compraba para después revenderla. De la actividad desempeñaba, su madre no vio ni un centavo porque tal trabajo era a cuenta de un préstamo que le había hecho el hombre. El recuerdo de ver a quien le había dado la vida lavando sin ninguna recompensa y los años de malos tratos a lo largo de su vida, se condensaron en el cuello del anciano; las manos de Trino con una fuerza desmedida abarcaron esa parte del cuerpo, sus amigos al ver el estrangulamiento salieron corriendo.

La Policía llegó, el homicida no se movió solo esperó a los uniformados, al día siguiente la noticia salió en los periódicos y meses después un juez lo sentenció a 20 años de cárcel. Ya tras las rejas, intentó convertirse en el líder, pero en una pelea, otro interno lo mató, a partir de ese momento se cuenta que han visto la silueta de un hombre, que grita como si estuviera enfurecido, algunos dicen que es el ánima de Trino en busca de venganza.

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