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El culto a la imagen del Niño de las Palomitas se inició en el año de 1944 cuando el arzobispo de México aprobó su veneración, aunque en Zacatecas ocurrió más de tres décadas después de aquella fecha.
Y todo empezó cuando una señora de nombre Catalina Neri, después de una prolongada enfermedad y después de acudir a cuánto médico fue posible y de recurrir a la oración de varios santos vino a dar con esta criatura milagrosa.
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Recordaba la medalla del niño de las palomitas que le habían regalado unas monjitas por lo que en su desesperación y angustia acudió a él haciéndole un oratorio en su casa. Luego se entregó con gran fe a hacerle rogativas implorando su sanación y prometiéndole que en cuanto recobrara su salud le mandaría a hacer una capilla. Así fue y cuando llevaba algunos días de oración empezó a notar mejoría por lo que se aferró con mayor devoción a su imagen protectora y cuando hubo sanado completamente no dudó en hacer una imagen grande y se empeñó en construir una capilla para su perpetua veneración.
Sus voces de alivio y milagros hechos por el niño de las palomitas pronto llegaron a todos los vecinos y gente del clero de Zacatecas y de otros lugares por lo que a fines de los años 80 del siglo 20 cuando se confeccionó la imagen fue llevada a la población de Tacoaleche, Zacatecas donde se levantó su santuario.
El párroco del lugar ha sido un gran impulsor de la devoción a esta bella imagen y lleva el control de las visitas que acuden a este lugar con el propósito de pedir la intercesión del niño de las palomitas Asus males y problemas que les aquejan.
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Ahora dice que diariamente muchas personas acuden de diferentes lugares a este santuario. El Niño de las palomitas está dentro del recorrido que hacen muchas peregrinaciones que van a San Juan de los Lagos y a Plateros. Algunos lo hacen por primera vez y otros regresan a pagar algún favor recibido pero todos quedan extasiados con la imagen del pequeño de cabello crespo, castaño claro, ojos grandes, nariz recta, la boca entreabierta en una sonrisa, sonrojadas mejillas y sostiene dos palomas entre sus manos con un gesto de alegría.
Las aves blancas simbolizan la pureza la inocencia la sencillez pero también las almas amantes de Jesús que quieren vivir de su amor. Y el niño sigue con su sonrisa alegre, inocente y feliz. Mientras ve desfilar a los fieles y éstos levantan sus manos musitan algo y sigue en su camino llevando en su mente la agradable compañía de un infante milagroso.
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