Esta leyenda tuvo lugar en la ciudad de Jalpa, Zacatecas, al inicio del siglo XVIII. En aquella época vivía, en esta hermosa ciudad, una joven de singular belleza y de escasos 21 años. En ese tiempo era normal que a esa edad ya estuvieran casados, pero ella era la excepción.
Esta muchacha se llamaba María Guadalupe y era parte de una familia de clase media acomodada, por lo que tenía acceso a la amistad de muchos jóvenes, los cuales le parecían sin gracia.
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En los paseos dominicales, Lupita sobresalía de las demás por su figura alta, su hermoso pelo largo, sus ojos verdes expresivos y una sonrisa contagiosa. Semana a semana los jóvenes intentaban abordarla y declararle su amor, sin embargo, todos eran rechazados, por lo que llegó el momento en que ninguno se le acercó.
Pasó el tiempo. Lupita veía a sus familiares y amigas casarse, pero ella estaba sola. No se explicaba por qué no llegaba a su vida el ser amado especial. Al preguntarle la gente qué buscaba, ella contestaba: un hombre trabajador, guapo, gentil que venga montado en un hermoso corcel blanco.
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Todos los días, por las tardes, se dirigía a la iglesia pidiéndole a la Virgen de Jalpa que le enviara a ese ser especial con el que ella soñaba. El día 7 de diciembre soñó que la virgen le daba un manojo de trigo, diciéndole, al mismo tiempo, que tenía que ir de rodillas al templo del Señor de Jalpa, y que a cada tramo lanzara a su derecha una pequeña espiga de trigo. Si hacía esto, al final encontraría lo que buscaba.
Por la mañana su sorpresa fue enorme al ver el trigo sobre su buró. Tomó una frazada y se dispuso a peregrinar hincada hasta el templo. Ya llevaba un buen trayecto recorrido cuando, en una calle, apareció un apuesto jinete montado en un corcel blanco. Como ella iba rezando, no se dio cuenta de esto.
El corcel iba comiendo despreocupadamente las pajillas de trigo que ella lanzaba. El apuesto jinete miraba de reojo a Lupita. Al llegar a la iglesia, terminó con el manojo de trigo. El joven bajó de su montura, dándole la mano a Lupita para ayudarle a levantarse del piso. Como sus rodillas estaban algo sangrantes, él le ofreció gentilmente su pañuelo, ligeramente mojado del agua de una fuente cercana. Ella agradeció sonriente el gesto. Ya se iba a retirar cuando vio que un corcel blanco se acercaba al joven. En ese instante Lupita comprendió ¡que se había obrado el milagro! Lo demás es fácil de imaginar: se casaron y vivieron felices.
Desde aquel entonces, la Virgen de Jalpa es famosa por sus múltiples milagros, pero, sobre todo, por darle el amor a quien se lo pide de corazón. Por eso, las madres les dicen a sus hijos:
—Si quieres conseguir un buen marido o una buena esposa, rézale a la Virgen de Jalpa, como lo hizo Lupita.
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