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Un clérigo, no muy viejo, con su medio siglo a cuestas vivió en México, en la calle que llamamos de la Puerta Falsa de Santo Domingo…
Este clérigo solitario decidió buscar una mujer con quien vivir, acto que fue repudiado por los fieles a la iglesia y por su mejor amigo y compadre quien ejercía el oficio de herrero. Al clérigo no le importó la situación y aún así vivió con la mujer.
Cierto día a altas horas de la noche tocaron insistentemente la puerta del herrero quien vivía en la calle de las Rejas de la Balvanera: “Abre por fin tembloroso, y frente a frente se encuentra con dos negros que aparecen llevando una mula negra. Y con empeño ruegan que hierros ponga a su mula, con la mayor diligencia”. Creyendo que era encargo de su amigo el clérigo, accedió amablemente, entonces tomó las herraduras, y con los clavos, martillo y tenazas puso las herraduras a la mula.
Por la mañana, ansioso el herrero fue a ver a su amigo el clérigo para saber el por qué del favor nocturno tan apresurado.
Al llegar a la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, el herrero subió veloz la escalera hasta llegar a la recámara y despertar a su amigo para preguntarle sobre la mula. El clérigo soltó una carcajada y le dijo que él no tenía esclavos ni mula y mucho menos para qué causarle molestia a altas horas de la noche, que probablemente era una broma. Lo invitó a contarle la historia a su mujer de nombre Juana…
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Cuando llegan a la habitación de Juana, el sacerdote quiere despertarla, le habla pero no le responde, pareciera que la mujer estaba en sueño profundo. La tocaba y estaba insensible y fría, le vio la cara pálida, su rostro era como de cera. Estaba muerta. El clérigo le tomó una mano y tenía clavada una herradura. Terrible sorpresa se llevaron cuando ambos pies y la otra mano también se encontraban herrados. Después tres religiosos la examinaron y notaron que la lengua estaba sujeta con un freno y sobre a espalda tenía señales de golpes que le dieron antes de morir.
Posteriormente entre las reflexiones de sacerdotes y teólogos concluyeron que el caso de la mujer herrada era castigo de la Divina Providencia y un ejemplo de castigo para clérigos pecadores, ya que según ellos Dios convirtió a Juana en mula negra y la entregó a los demonios para que la herraran en vida hasta ocasionarle la muerte. Le negaron cristiana sepultura y la enterraron en la misma casa. Y ahora por eso dicen que mujer que acepta el amor de un sacerdote, el diablo la convierte en mula ya sea viva o muerta.
Vicente Riva Palacio concluye que la leyenda la escribió después de un siglo de diferencia, y toma como referencia a Francisco Sedano quien escribió un libro sobre el caso relatando la veracidad de la historia. La puerta Falsa de Santo Domingo número 3, es hoy la calle de República de Perú en el Centro de la Ciudad de México.
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