/ martes 24 de enero de 2023

[Podcast] Cofre de leyendas | La leyenda del venando azul

Cada año los huicholes emprenden el peregrinaje para “cazar” al venado azul

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Una antigua tradición oral transmitida por los ancianos wixárikas cuenta que, hace mucho tiempo, terribles enfermedades, sequías y hambres azotaron la tierra. Entonces, los venerables abuelos decidieron enviar a cuatro jóvenes de cacería; su tarea era llevar algún alimento para compartir con la comunidad. Los jóvenes representaban los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego.

Al despuntar el alba, los jóvenes partieron ataviados con sus arcos y flechas. Los días comenzaron a pasar y los jóvenes no encontraban sustento alguno, hasta que una tarde un venado robusto y bello saltó desde las flores. Para entonces, los jóvenes ya se encontraban agotados, pero el amor por su comunidad los hizo emprender la cacería.

Tras una larga persecución, el venado sintió misericordia por los jóvenes y les permitió descansar. Al día siguiente, el venado se apareció de nuevo ante los jóvenes y éstos reanudaron la caza. Sin saberlo, el venado guiaba a los jóvenes al Wirikuta (desierto sagrado para los wixárikas en San Luis Potosí).

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Cuando los jóvenes y el venado se encontraron cerca del Cerro de las Narices, el venado se arrojó hacia el lugar donde habita el espíritu de la tierra. Los jóvenes corrieron hacia donde el venado se había dirigido, pero no encontraron rastro de él. Poco después, uno de los jóvenes disparó una flecha a lo que le pareció era su presa, pero al acercarse encontraron un venado formado por peyotes que brillaban como esmeraldas bajo el sol.

Los jóvenes se asombraron de la experiencia, confundidos cortaron los peyotes y se dirigieron a la montaña Wixárika. Una vez de vuelta a su lugar de origen, relataron la historia a los venerables abuelos y les entregaron las plantas. Los ancianos repartieron los cactus a la población para que saciara su hambre física y su sed espiritual.

Desde entonces, los wixárikas adoran el hikuri, que bajo la forma del peyote es su maíz y como venado es el guía que los lleva al Gran Espíritu. Cada año los huicholes emprenden el peregrinaje para “cazar” al venado azul, al cual le hacen ofrendas como agradecimiento por permitirles el acceso al mundo de lo invisible, desde donde logran curar las heridas de su alma.

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Una antigua tradición oral transmitida por los ancianos wixárikas cuenta que, hace mucho tiempo, terribles enfermedades, sequías y hambres azotaron la tierra. Entonces, los venerables abuelos decidieron enviar a cuatro jóvenes de cacería; su tarea era llevar algún alimento para compartir con la comunidad. Los jóvenes representaban los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego.

Al despuntar el alba, los jóvenes partieron ataviados con sus arcos y flechas. Los días comenzaron a pasar y los jóvenes no encontraban sustento alguno, hasta que una tarde un venado robusto y bello saltó desde las flores. Para entonces, los jóvenes ya se encontraban agotados, pero el amor por su comunidad los hizo emprender la cacería.

Tras una larga persecución, el venado sintió misericordia por los jóvenes y les permitió descansar. Al día siguiente, el venado se apareció de nuevo ante los jóvenes y éstos reanudaron la caza. Sin saberlo, el venado guiaba a los jóvenes al Wirikuta (desierto sagrado para los wixárikas en San Luis Potosí).

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Cuando los jóvenes y el venado se encontraron cerca del Cerro de las Narices, el venado se arrojó hacia el lugar donde habita el espíritu de la tierra. Los jóvenes corrieron hacia donde el venado se había dirigido, pero no encontraron rastro de él. Poco después, uno de los jóvenes disparó una flecha a lo que le pareció era su presa, pero al acercarse encontraron un venado formado por peyotes que brillaban como esmeraldas bajo el sol.

Los jóvenes se asombraron de la experiencia, confundidos cortaron los peyotes y se dirigieron a la montaña Wixárika. Una vez de vuelta a su lugar de origen, relataron la historia a los venerables abuelos y les entregaron las plantas. Los ancianos repartieron los cactus a la población para que saciara su hambre física y su sed espiritual.

Desde entonces, los wixárikas adoran el hikuri, que bajo la forma del peyote es su maíz y como venado es el guía que los lleva al Gran Espíritu. Cada año los huicholes emprenden el peregrinaje para “cazar” al venado azul, al cual le hacen ofrendas como agradecimiento por permitirles el acceso al mundo de lo invisible, desde donde logran curar las heridas de su alma.

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