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A finales del siglo XVIII en la ciudad de Guadalajara, en el estado de Jalisco, en el oriente de México, se construyó el que alguna vez fue conocido como Casa de la Caridad y Misericordia y eventualmente Hospicio Cabañas, en memoria del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabaña.
Hoy, el edificio representa la arquitectura neoclásica de México por lo que en 1997 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura lo declaró patrimonio de la humanidad.
Más allá de su belleza y renombre que arropa el actual instituto Cultural de Cabañas también existe una terrorífica leyenda sobre aquel lugar que marcó el fin de una era y la historia de la ciudad de Guadalajara.
Por aquellos años, el hospicio Cabaña funcionó como un albergue para niños sin hogar, atendidos por monjas cargadas de proveerles atención, educación y alimento.
Durante la misma época, fue traído un gran reloj proveniente de Europa para adornar la fachada del albergue, con fines estéticos y crecimiento urbano de esta ciudad.
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En mucho tiempo, el novedoso gran artefacto fue un hito de orgullo para los habitantes del lugar, hasta que eventualmente comenzó a fallar reiterativamente; se detenía.
Al principio, no fue más que un monótono e insignificante problema, ya que, sin intervención alguna, este parecía autorepararse cada vez sin mayor derivación.
Sin embargo, mientras pasaban los años, las monjas que habitaban el lugar junto a los niños a quienes atendían, comenzaron a notar un extraño suceso en él.
Cada vez que las manecillas del reloj se detenían, algún niño del hospicio de Cabaña perdía la vida, por razones diversas, pero exactamente a la misma hora de la falla.
Desde aquel momento comenzó a rodar de boca en boca este descubrimiento hasta que tras muchos reclamos el terrorífico anunciador de muerte fue quitado.
Así mismo, los habitantes de la ciudad decidieron que el reloj también debía ser destruido, y desde el año 1952, las monjas y los niños vivieron en paz en el lugar.
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Hoy, los niños han sido trasladados a un nuevo Hogar de Cabañas, donde se siguen prestando servicios para darles un futuro mejor a los que dicta la norma social.
No obstante, mientras durante el día el Instituto Cultural Cabañas es visitando por turistas y oriundos para conocer la historia de la ciudad, la noche es diferente.
Los habitantes más aledaños a la edificación mantienen que la edificación está maldita pues cada noche se escuchan las risas de niños que provienen de este lugar.
Sin embargo, más que sonar angelicales, sus voces no hacen más que estimular la creencia de esta leyenda, a la que nadie puede acostumbrarse como si nada.
Dicen que se trata de todos los niños que perdieron la vida junto al siniestro reloj, cuyos espíritus se levantan para disfrutar del sueño que les fue arrebatado.
En este sentido, el representativo edificio se ha convertido en un atractivo turístico.
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