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Se cuenta que en el municipio de Huamantla, en el estado de Tlaxcala, al centro de México, vivía un humilde zapatero llamado Ramón que siempre discutía por dinero con su esposa.
Una noche, mientras discutía con su mujer, le gritó: ¡Cómo quisiera encontrarme al diablo para que me regale dinero y ya estés feliz!
Tras decir esto se escuchó un trueno, pero poco le importó al zapatero, quien decidió salir a caminar para distraerse.
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No avanzó mucho cuando vio un resplandor de fuego del que salió un caballero de traje negro montado en un caballo cuyos ojos eran rojos como el fuego.
El jinete se presentó como el charro negro y le dijo que escuchó sus ruegos y lo ayudaría; aterrorizado, el zapatero le dijo que no tendría como pagarle, a lo que el charro le contestó que solo quería su alma como pago de la deuda y que él regresaría cuando fuera el momento.
Esa noche el charro le dejó una bolsa repleta de monedas de oro como garantía de su palabra y desde ese momento la vida del zapatero mejoró, pues había dinero de sobra para mejorar la casa, hacer fiestas, comer, vestirse o viajar.
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Así pasaron varios años disfrutando la riqueza que el charro les ofreció, hasta que una mañana el zapatero amaneció muy enfermo y falleció.
Cuentan que cuando intentaban sepultarlo se escuchó un fuerte estruendo y se abrió un resplandor rojo del que salió el charro y dijo “Ramón he venido a cobrar la deuda” y se acercó al féretro para después volverse a ir dejando un olor a azufre y el ataúd vacío
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