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Un joven pintor educado por religiosos del Convento Franciscano de Guadalupe, fue contratado por el descendiente de un conquistador para decorar el palacio que mandó construir en la plaza mayor de la ciudad de Zacatecas.
Luz, la hermosa hija del conquistador se enamoró perdidamente del joven pintor y fue correspondida completamente.
El joven pintor terminó la decoración del palacio y, dejaría de ver a su amada, por lo que compró una casita en la calle atrás del Palacio.
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Sin embargo, el joven enfermó gravemente del corazón y por consejo médico tenía que dejar de trabajar y buscar una ciudad más baja… Eso representaba dejar de ver a Luz… él prefería la muerte, después de todo era el único remedio a su amor sin esperanza.
Una piadosa dama quería una imagen de Nuestra Señora de la Luz, para regalarla al Convento de Guadalupe y fue a rogarle que la pintara, el accedió a pesar de la prohibición del médico.
La imagen de la Luz sería inmortalizada, y se consagró noche y día a su obra, sólo descansaba a la hora que su amada se presentaba en el ventanal de la galería desde donde lo contemplaba diariamente: a pesar de la distancia, a ella le parecía desmejorado, pero nada sabía acerca de la enfermedad que le aquejaba ni del trabajo que estaba emprendiendo.
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Por fin la bellísima imagen quedó concluida, pero la vida del pintor también se extinguía, y tres días después de darle el último toque lo encontraron muerto al pie del caballete.
Luz extrañada de no verlo en el lugar habitual, mandó al cochero a que se informara y fue así como lo encontró.
La hermosa imagen está en uno de los cruceros del hoy Museo del Ex-Convento. El cuerpo de Rafael reposa en una de las criptas.
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