Yoko Ogawa acude a la fantasía y lo onírico para crear una de las novelas más comentadas recientemente por los medios alrededor del mundo: “La Policía de la Memoria” (Tusquets). Al morir su madre y sucesivamente su padre, la joven protagonista, de quien no se conoce su nombre, se queda sola en la casa que estos le heredaron. Sus progenitores corrieron con la mala suerte de caer en manos de La Policía de la Memoria. Escritora de profesión, sabe del control y horror que esto significa, sin embargo, se arriesga a custodiar eso que pueda contribuir a preservar los recuerdos. Ayudada de su anciano amigo, la joven mujer defenderá a su editor desde lo más profundo de su hogar para evitar que sea capturado.
“Por mucho que el mundo cambie, lo que ha sido importante para nosotros ha de seguir siéndolo. ¿No te das cuenta de que la esencia de las cosas no cambia? Si conservas las fotografías, estoy convencido de que seguirán teniendo un efecto positivo en ti. No querría que tu memoria continuara vaciándose progresivamente. –Te equivocas –negué débilmente con la cabeza–. Aunque mire las fotografías, ya no veo nada en ellas. No se me hace ningún nudo en la garganta ni siento ninguna emoción. En mis manos, no son más que pedazos de papel.”
Los árboles, los pájaros, los peces, cada día puede haber una nueva desaparición y nadie recordará su existencia. Las mentes se borrarán y las personas vivirán sin sentido, La Policía de la Memoria se encargará de perseguir a todos los que tengan la capacidad y las bases para recordar. La joven escritora dará amparo a lo que garantice la vida de la isla mientras escribe su novela: el relato de una mecanógrafa cuyo jefe acaba reteniéndola contra su voluntad en un altillo.
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Escrita en 1994, “La Policía de la Memoria” es una obra que no pierde temporalidad gracias a su esencia distópica. Un libro que despliega una interesante conversación dentro de la discusión literaria.
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