Antes de Guadalupe no había México, primero fue la Conquista, después el caos de la Nueva España, una nueva nación emergía de las ruinas de la devastación de las culturas prehispánicas y el predominio del Conquistador, la Nueva España nació del continuo y mutuo reconocimiento del otro, y a pesar de las restrictivas prohibiciones de la mezcla de razas, el imperio de la carne y la sangre desbordó al Imperio español de una incuantificable variedad de castas, y unida a la casta estaba la clase económica y el estatus social.
De entre todas las castas una en especial guiaría el destino de la Nueva España, contrario al discurso oficial (gracias a Vasconcelos y su ideal de la Raza Cósmica), el germen de la primera gran revolución cultural se gestó en las entrañas de la intelectualidad criolla, los desheredados del Imperio, se sabían los dueños legítimos de la riqueza de la tierras conquistadas y se declararon herederos de la pérdida de la grandeza de los señoríos Prehispánicos, incluso intentaron buscar en la leyenda de Quetzcalcoatl una relación de analogía con Santo Tomás, pero ninguno de sus intentos de unificar la diversidad racial de la Nueva España tuvo éxito, y la verdad es que ninguno de los habitantes de la Colonia sentía que hubiera algo que los unificara, hasta que surgió Guadalupe, la Virgen de nombre árabe, trasplantada de España y de rasgos indígenas.
La Virgen de Guadalupe fue el primer símbolo con la capacidad de arropar a todas las castas bajo su manto: criollos, mestizos, mulatos, indios, todos asumieron el guadalupanismo como identidad cultural propia, abanderó a los Insurgentes y desfiló en las manos de los rebeldes como el primer estandarte de un país que renegaba de la paternidad española, antes del verde, blanco y rojo tuvimos una madre celestial que velaba nuestra orfandad, concebida como identidad mexicana, un ícono que mediaba entre los nuevos hombres libres y lo divino y trascendental, Guadalupe es madre del hombre-dios, pero también es madre de los mexicanos, ella decidió manifestarse al indio Juan Diego en el mismo cerro donde los indígenas ofrecían sacrificios a la madre Tonantzin, y así como Bernardino de Sahagún describió las peregrinaciones de indios al Tepeyac, igual, México continúa peregrinando cada 12 de diciembre para visitar a su madre divina, con la misma devoción que alguna vez nos inspiraron los ídolos de piedra prehispánicos.
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