Caminar una tarde por Zacatecas es recordar los versos que Ramón López Velarde plasmara en la Suave Patria con “el santo olor de la panadería” pues precisamente en noviembre las panaderías se llenan de tradiciones para elaborar un producto muy mexicano, el Pan de Muerto.
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Tal es el caso de la panadería “La Espiga” una de las más antiguas de la ciudad, donde los olores nos guiaron para descubrir de la mano de la familia Ríos, una de las tradiciones panaderas más antiguas de México.
Para elaborar el Pan de Muerto, en la panadería utilizan mantequilla, huevos, leche, levadura, canela, ralladura de naranja, esencia de anís o azhar y azúcar, mezclan los ingredientes hasta hacer una masa homogénea y la dejan reposar para que “infle”, pues el secreto para elaborar un buen pan es darle su tiempo a la mezcla.
Cuando la masa ha reposado lo suficiente, es cuando las manos de los panaderos zacatecanos comienzan con la magia, el pan debe ir en forma circular representando el ciclo de la vida y la muerte, los adornos que le dan el aspecto tradicional se llaman “huesitos” y representan además de los huesos de los difuntos, las lágrimas que sus familiares derramaron tras su muerte, además de que se acomodan en forma de cruz para indicar los cuatro puntos cardinales.
Tras salir del horno, los panes ya con un color dorado se ponen a enfriar mientras van desprendiendo una deliciosa mezcla de olores, para después ser rociados con agua y espolvoreados con azúcar para llevarlos al aparador a la espera de que lleguen las personas a degustarlo.
Ahora lo más importante: La degustación, sin duda una experiencia extraordinaria desde la preparación, pues los olores que se desprenden nos invitan a recordar a nuestros seres queridos que ya se nos adelantaron, mientras que para el paladar la mezcla de sabores lo conducen a gozar la comida, llenarse de recuerdos y como buenos mexicanos decir “el muerto al pozo y el vivo al gozo”.
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