Crónica de una muerte muy viva

¿Será nuestro miedo al olvido lo que nos hace mantener tan persistentemente la memoria de los muertos?

Guadalupe Reyes García

  · viernes 2 de noviembre de 2018

Aquellos que venían del extranjero estaban fascinados por nuestra concepción mexicana de la muerte, tan rica en formas y contenidos / Cortesía UAEH

El pasado 28 de octubre la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo presentó la octava edición de su Congreso Internacional de Imágenes de la Muerte, organizado por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, un evento pensado y diseñado exclusivamente para hablar de la muerte, en éste entraron todas las visiones de académicos y estudiosos: sociológicas, antropológicas, médicas, legales, historiadas, artísticas, pasadas y contemporáneas.

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¡Y fue maravilloso!, aquellos que venían del extranjero estaban fascinados por nuestra concepción mexicana de la muerte, tan rica en formas y contenidos, la muerte mexicana es multifacética y polimorfa, nos ha alcanzado para hacer arte, literatura, historia y hasta política, hubo mesas en las que seguíamos hablando de los muertos de 1968, pues al parecer la memoria del mexicano es ilimitada, en ella habitan los antiguos dioses prehispánicos que, a pesar de los esfuerzos de los evangelizadores, no lograron borrar de la memoria colectiva la veneración destinada a los viejos dioses construidos por huesos, Mictlantecuhtli y Huitzilopochtli siguen dándonos de que hablar y conviven en armonía con la muerte que nos enseñaron los evangelizadores, la que castiga y condena, pero aun así nunca dejamos de ser idólatras y profanos, todavía a mediados del siglo XX disfrutábamos tomándoles fotografías a los muertos, memento morti, como si estuvieran vivos, ¿será nuestro miedo al olvido lo que nos hace mantener tan persistentemente la memoria de los muertos?

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Pero no todo era historia, imágenes y conmemoración de un mundo perdido, también estaban aquellos que vinieron a hablarnos de una muerte más real: la eutanasia, el suicidio, el suicidio asistido y la ortotanasia, esta muerte a la que nos gusta darle la vuelta, ¿quién quiere pensar en enfermedades y agonías en hospitales?, el mexicano vive como sí fuera eterno, por eso tiene la herejía de hacerle ojitos a la huesuda, somos tan profanos que nos atrevemos a hacerla Santa y otorgarle ofrendas, nuestra familiaridad con ella nos hace únicos entre los pueblos, le hemos amado, vestido y adoptado como un símbolo propio, es la huesuda, la calaca, la niña santa, la comadre, más cercana a nosotros que aquellos que están vivos, nos seduce tanto la idea de conocerla que cuando nos convocan para contemplarla, atravesamos el mundo para crearle ofrendas, nuestra muerte mexicana es única, es bella, es terrible, pero no nos es indiferente, es seductora y está más viva que nunca.

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