En el pueblo de Omitlán, en el estado de Hidalgo, en pleno centro de México, cada 24 de junio, en el mero día de San Juan, justo a la media noche, se abre una cueva que lleva a un paraíso lleno de tesoros, se conoce como la Peña del Zumate.
Es un lugar mágico y lleno de historia.
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Se dice y se cuenta, que por allá a mediados del siglo XVII, del otro lado del mundo, en España muy cerca de la región de Peña Santa cerca de la cordillera Cantábrica, un pastorcillo andaba pastoreando a sus cabras, cuando de pronto cayó una tormenta, por lo que ante los truenos, relámpagos y la inmensa lluvia, decidió buscar un refugio para pasar la tarde y noche, y esperar hasta que aquella tormenta pasara, para poder regresar a su casa, por lo que se refugió en la primera cueva que encontró a su paso.
El Pastor al entrar en aquella cueva, se sorprendió a ver una luz en el fondo del lugar, por lo que pensó que algún otro pastor del lugar también se había refugiado ahí mismo y ya había hecho una fogata para calentarse, por lo que decidió ir hacia aquella luz para acompañarse mientras la tormenta pasaba.
Para su sorpresa, al seguir hacia la luz, dio cuenta que aquella cueva daba salida a un valle que él no reconocía, pues desde niño había recorrido aquellos lugares de la cordillera Cantábrica y ninguno se parecía al lugar donde estaba.
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Lo más extraño, era que aquel lugar era de tonos grises y blancos, muy diferente a lo colorida que eran las peñas de su tierra donde siempre pastoreaba, lo que ahora para nosotros sería ver un paisaje en una pantalla de blanco y negro.
Sintió rareza y temor al estar en aquel lugar, pero al mismo tiempo también mucha curiosidad, pensando que quizá se había quedado dormido y en ese momento estaba soñando, por lo que como pudo bajó hacia el valle, y ahí encontró diversos animales que nunca había visto, como por ejemplo animales muy similares a un toro pero de un solo cuerno, animales con forma de comadrejas pero con alas y plumas y árboles que tenían frutos con forma de sandía pero con una consistencia parecida al plátano y un olor a melón, todo era raro, confuso e inexplicable.
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Aquel pastor sin explicarse por todo lo que veía, pensando que estaba en un sueño, decidió buscar la forma de salir de ahí y regresar por donde había entrado, pero entre las peñas había varias cuevas muy parecidas y no podía identificar con exactitud de cual había salido, por lo que volvió a meterse por la que más parecía y creía que había salido.
Al seguir por una de las cuevas, vio nuevamente la luz del día en el fondo, corrió para salir de ahí, pero su sorpresa fue mayor cuando al salir de aquella cueva, seguía sin reconocer los paisajes, aunque todo el paisaje a su alrededor volvía a tener color, el canto de los pájaros era igual y la frescura del viento la sentía muy similar a su lugar de origen, por lo que en cierta forma eso lo tranquilizó, aunque no había rastro de que recién hubiera llovido, era un día claro, con una que otra nube en el horizonte y el sol en su esplendor.
Pensando que todo había sido un sueño extraño y que se había despertado confundido, decidió bajar por lo que parecía un sendero, así lo hizo entre aquel bosque que predominaba de encinos y oyameles, hasta que después de casi una hora de descenso, a lo lejos pudo divisar algunas chozas de paja y zacate, algunas más de tejas y adobe, y las menos de piedra, madera y tejas y entre las calles veía a personas vestidas muy diferentes de su lugar de origen, pues algunas vestían con taparrabos, otros más solo se cubrían con una manta, mientras algunas mujeres las veía con una falda sostenida por una faja y con algo que parecía a blusas bordeadas lo que conocemos como huipil, pero no podía comunicarse con ellos pues hablaban un idioma diferente, también veía a personas que vestían muy parecido a la gente de su pueblo y para su sorpresa hablaban el mismo idioma, el castellano.
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Al acercarse a las personas que hablaban español, pudo tener razón del pueblo donde se encontraba, aquella comunidad donde el pastorcillo español se encontraba era Omitlán, y la peña de la cual había bajado era el Zumate.
Muy confundido y asustado, pudo comprender que estaba en lo que en su región era conocida como la Nueva España, de la cuál no sabía mucho, solo que estaba del otro lado del mundo, más allá de los mares del Atlántico. Aunque no daba crédito, pues apenas unas horas atrás, al amanecer se encontraba en España, y ahora en un lugar del cuál no tenía idea de cómo había llegado hasta ahí.
Aquel hombre, suplicaba a las personas que hablaban su idioma por ayuda para volver a su lugar de origen, donde lo esperaba su familia, tratando de explicar cómo había llegado hasta ahí, pero nadie parecía entenderlo y creerle, pasaban a un costado de él, y lo veían como si fuera un hombre que había perdido la razón.
Tanto fue el alboroto que se armó por aquel hombre en aquella tranquila comunidad, que comenzaba a crecer por la explotación minera de la zona, que no pasó desapercibido ante las autoridades eclesiásticas, quienes en ese tiempo llevaban el control y administración de muchas poblaciones.
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Mismas autoridades religiosas que llevaron a cabo una investigación para saber el origen de aquel hombre, pues ante sus alborotos, querían dar con sus familiares para cobrarles una gran multa por tal desorden, pero al hacerlo, pudieron descubrir y confirmar lo que aquel hombre decía, pues supieron que un año atrás, un pastor con sus mismas características en la región de Peña Santa cerca de la Cordillera Cantábrica, había desaparecido un 24 de Junio, el mismo día pero un año antes que aquel hombre apareció en el pueblo de Omitlán.
La Santa Inquisición, que en ese tiempo todo lo que no comprendía, lo sentenciaba como maligno y poseído por el demonio, por lo que aquel hombre no pudo regresar a su lugar de origen y fue ejecutado por la Santa Inquisición.
Según los viejos abuelos de la comunidad, narran que esta leyenda ha sido contada de generación en generación de abuelos a nietos, y que originalmente fue contada por uno de los monjes que pertenecía al templo de Atotonilco el Grande y quien estuvo a cargo de la investigación de la misteriosa aparición de aquel pastor.
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En la peña ha quedado escrito que cada 24 de junio, día de San Juan, justo a la media noche, se abre una cueva que lleva a un paraíso lleno de tesoros. Al ingresar el tiempo es distinto un día en el interior, es un año en el exterior, al salir de este enigmático lugar una niña pide ser llevada al atrio de la iglesia de Omitlán, pero en el trayecto, no se debe voltear a pesar de los extraños ruidos que se escuchan desde la peña, pues si lo haces en una piedra más te convertirás.
Es por eso que la Peña del Zumate es un lugar mágico y lleno de historia en el estado de Hidalgo.
Si te interesa visitarlo, hay dos formas de llegar. La primera opción es subir los 168 escalones que te llevan a la Gloria, atravesar la carretera y subir por el bosque hasta la peña. La caminata es larga y hay tramos en los que no hay señal, así que es recomendable hacerlo con un guía.
La segunda opción es por Pueblo Nuevo, de esta forma caminas menos, solo toma la vía a Mineral del Chico, entrando por Pueblo Nuevo. Deja tu auto y ahora sí empieza a caminar, el recorrido es como de 30 minutos, según el ritmo que lleves.
