Con un homenaje a Amparo Dávila (21 febrero 1928) en el Palacio de Bellas Artes se realizarán diversas actividades en torno a su obra, inscrita en el género fantástico y de horror, para conmemorar los 90 años de vida de la escritora mexicana, que se cumplen hoy.
En la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes Laura Cázares, Agustín Ramos, Alejandro Toledo y la propia Amparo Dávila se llevó tributo a quien ha creado obras como Salmos bajo la luna (1950), Meditaciones a la orilla del sueño (1954) y Perfil de soledades (1954), las cuales realizó en su natal Pinos, Zacatecas.
El acercamiento de Dávila con la literatura se dio en 1959 con Tiempo destrozado; Música concreta en 1964 y Árboles petrificados en 1977, con el cual obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores. “Los tres volúmenes son la constatación de una obsesión, de una terquedad que asombra. El mundo de Amparo Dávila es siempre uno y lo maravilloso es que ese solo mundo es polifacético, diverso”, opinó en su momento el escritor Luis Mario Schneider.
En su biografía se destaca que Dávila es conocida por su uso de temas de locura, peligro y muerte, generalmente relacionados con una mujer como protagonista. Muchos de ellos parecen tener desórdenes mentales con tendencia a la violencia física. Muchas veces la mujer no es capaz de escapar de la locura como una forma de sobrellevar las decisiones tomadas. Ella también juega con la idea del tiempo como un símbolo de lo que no se puede cambiar.
La autora sigue en activo y al respecto ha mencionado: “Sigo escribiendo. Quiero publicar poemas chiquitos, poemas de ayer y de hoy, luego las semblanzas, que son varias. Una es una semblanza de Pinos, Zacatecas, otra la semblanza de mi muerte”.
Y en cuanto a su influencia en las nuevas generaciones de escritores, Amparo Dávila señala que en ese sentido, se congratula de que en la actualidad se aborde un estilo rico en imaginación y suspenso: “Me da mucho gusto que los jóvenes escriban literatura de terror o de lo que sea, pero que escriban buena literatura, que no sea a base de pura inteligencia; no creo en la inteligencia pura, yo creo en la sensibilidad, indudablemente”.