Además del fervor, el misticismo y el recogimiento al que invita la celebración de la Cuaresma y la Semana Santa, esta época del año despierta otro tipo de devociones que se niegan a desaparecer con el paso de los años: la devoción del paladar.
Y es que esta temporada es perfecta para disfrutar en familia, de los platillos que son poco comunes en la mesa el resto del año, como calditos de mariscos, torrejas, capirotadas y lentejas, entre otras delicias.
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La riqueza gastronómica mexicana se ha hecho presente, también, en esta festividad religiosa, para deleite de creyentes y los que no lo son, pues las abuelas y madres de familia, se han encargado de encantar a generaciones enteras con la sazón de hogar.
Sin embargo, quizá pocos conozcan el origen de esta exquisita costumbre, que radica en la práctica de visitar los siete templos en la víspera del Viernes Santo, recordando la Pasión de Jesús y el camino que recorrió hasta el llegar al Monte Calvario, comenzando en la celebración de la última cena con sus discípulos, la casa de Ananías, la casa de Caifás, el palacio de Poncio Pilatos, el palacio de Herodes y su regreso ante Poncio Pilatos, antes de ser crucificado en el Calvario.
Y como suele suceder con las tradiciones que definen la cultura en México, algunos rasgos distintivos suelen variar, de acuerdo a la región en donde se desarrollan; es por eso que los platillos que integran el menú de las siete cazuelas son muchos y muy variados.
De manera particular, en Aguascalientes, los más tradicionales son los chiles rellenos, las habas, las lentejas, el caldo de camarón, la capirotada, las tortitas de camarón y el pipián con nopalitos. No obstante, también suele prepararse en los hogares, caldo de mariscos, torrejas, filetes de pescado, tortas de atún y la tradicional agua de obispo.
Una excelente opción para quienes, por trabajo, escuela u otros motivos, no puedan dedicar tiempo a preparar estos deleites, es el Mercado Morelos. En sus pasillos no faltan los aromas que invitan a olvidarse de todo por un momento, y disfrutar de la sazón de las cocineras que han visto pasar generaciones enteras en sus comedores.
Este espacio se fundó a mediados del siglo pasado, con la intención de crear un lugar donde los comilones saciaran su apetito.
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