/ lunes 3 de junio de 2024

Votamos ya

Con la desventaja de haber escrito estas líneas apenas a mediodía de las votaciones más grandes y competidas de México, y una vez que he observado la grandísima cantidad de gente que se volcó a las urnas, puedo conjeturar que lo hizo porque está inconforme con lo que estamos viviendo en el país. Y no hago incisión en una crítica o perorata a quienes hoy detentan las decisiones básicas del acontecer público, si no simplemente reflexionar que el ejercicio de poder desgasta de por sí, pues son tantas, tan variadas y tan complejas las problemáticas que enfrenta quien esté momentáneamente a cargo de los destinos gubernamentales, sean estos nacionales o locales, que resulta prácticamente imposible no salir raspado.

¿Existe alguien que tenga en sus manos y que, además pueda objetivizar, las soluciones a los desafíos en materia de seguridad, educación, infraestructura, salud, relaciones obrero – patronales, sindicalismo, soberanía, comercio internacional, economía familiar, desintegración social, corrupción, narcotráfico, y, cientos de etcéteras? Pues claro que no. Sin embargo, las elecciones son momentos propicios para reflexionar sobre el ejercicio estatal, sus fallas y aciertos, y, con base en ello, votar la propuesta que nos parezca va a enderezar el derrotero nefasto que estamos tomando como nación.

A nadie debería escapar que precisamente las elecciones libres, transparentes y equitativas son el fundamento de la democracia, pues en ella se permite a los ciudadanos escoger el proyecto de sociedad que más le apetezca, aún creamos que sea el equivocado, porque precisamente son las mayorías electorales las que deben imponer las directrices básicas del futuro a perseguir.

Otro tema diverso, motivo de las polémicas más incendiarias, es reflexionar si en un país tan jodido como el nuestro, con tanta pobreza, ignorancia y mediocridad ciudadana, se puede actualizar realmente la democracia, pues no hay incentivo más perverso para socavar esa aspiración social en que consiste ese ejercicio del poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que la compra del voto por dádivas debido a la precariedad econónomica de la mayor parte que prefiere pájaro en mano que cientos volando.

La gente sale a sufragar en masa porque quiere un cambio, si quisiera continuidad, pues mejor se queda en su casa a ver la tele o poner el asador.

En fin, en unas horas más sabremos los resultados preliminares de los conteos rápidos, y sabremos, a ciencia casi cierta, en qué tipo de lugar vamos a habitar en los siguientes lustros. Alea iacta est.

Con la desventaja de haber escrito estas líneas apenas a mediodía de las votaciones más grandes y competidas de México, y una vez que he observado la grandísima cantidad de gente que se volcó a las urnas, puedo conjeturar que lo hizo porque está inconforme con lo que estamos viviendo en el país. Y no hago incisión en una crítica o perorata a quienes hoy detentan las decisiones básicas del acontecer público, si no simplemente reflexionar que el ejercicio de poder desgasta de por sí, pues son tantas, tan variadas y tan complejas las problemáticas que enfrenta quien esté momentáneamente a cargo de los destinos gubernamentales, sean estos nacionales o locales, que resulta prácticamente imposible no salir raspado.

¿Existe alguien que tenga en sus manos y que, además pueda objetivizar, las soluciones a los desafíos en materia de seguridad, educación, infraestructura, salud, relaciones obrero – patronales, sindicalismo, soberanía, comercio internacional, economía familiar, desintegración social, corrupción, narcotráfico, y, cientos de etcéteras? Pues claro que no. Sin embargo, las elecciones son momentos propicios para reflexionar sobre el ejercicio estatal, sus fallas y aciertos, y, con base en ello, votar la propuesta que nos parezca va a enderezar el derrotero nefasto que estamos tomando como nación.

A nadie debería escapar que precisamente las elecciones libres, transparentes y equitativas son el fundamento de la democracia, pues en ella se permite a los ciudadanos escoger el proyecto de sociedad que más le apetezca, aún creamos que sea el equivocado, porque precisamente son las mayorías electorales las que deben imponer las directrices básicas del futuro a perseguir.

Otro tema diverso, motivo de las polémicas más incendiarias, es reflexionar si en un país tan jodido como el nuestro, con tanta pobreza, ignorancia y mediocridad ciudadana, se puede actualizar realmente la democracia, pues no hay incentivo más perverso para socavar esa aspiración social en que consiste ese ejercicio del poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que la compra del voto por dádivas debido a la precariedad econónomica de la mayor parte que prefiere pájaro en mano que cientos volando.

La gente sale a sufragar en masa porque quiere un cambio, si quisiera continuidad, pues mejor se queda en su casa a ver la tele o poner el asador.

En fin, en unas horas más sabremos los resultados preliminares de los conteos rápidos, y sabremos, a ciencia casi cierta, en qué tipo de lugar vamos a habitar en los siguientes lustros. Alea iacta est.