A medida que las elecciones presidenciales en Estados Unidos se acercan, la influencia de la tecnología es más evidente. Las redes sociales, el internet y, más recientemente, la inteligencia artificial han transformado radicalmente la forma en que los candidatos llegan a los votantes. Hoy, más que nunca, los algoritmos y las plataformas digitales juegan un papel central en la construcción de opiniones políticas, amplificando la polarización y limitando el acceso a información objetiva. Hoy hablaremos de este tema.
Uno de los efectos más importantes que ha generado la tecnología es la polarización política. Aunque este fenómeno siempre ha existido, sobre todo en Estados Unidos donde solo existen dos partidos políticos, estos polos son más evidentes en las redes sociales. Los que están a favor o en contra de Trump y de Kamala, se enfrascan en discusiones interminables, descalificaciones personales, pero todo ello es alimentado por datos y noticias falsas que circulan en las redes sociales.
Esta claro que abrir cualquier sitio de Facebook, X, Instagram parece inundar a los usuarios de los discursos, las frases, los reclamos, las descalificaciones, fotografías, audios y videos de los candidatos. Ello sin contar los mensajes en los medios tradicionales de televisión. En medio de esta vorágine de datos ocurre otro fenómeno: las cámaras de eco.
Este espacio generado por los algoritmos que publican contenidos a grupos específicos se "aislan" del ruido exterior para escucharse así mismos. Solo se aceptan entre quienes comparten las mismas ideas, algún pasatiempo y por ende por algún candidato. Los habitantes de estas cámaras de eco piensan que los que están "afuera" son igual que ellos, no se dan cuenta que el algoritmo de la red social los ha unido.
Esto nos lleva a otro fenómeno en la lucha electoral: la manipulación para presionar el voto. La suma de polarización + cámara de eco = voto por partido o candidato. En este sentido, el voto no es libre sino producto de la influencia tanto de las personas cercanas al votante como del algoritmo que los alimenta diariamente, y éste último puede ser Tiktok, Facebook, YouTube, X, instagram o los grupos de WhatsApp donde visita su cámara de eco.
Cuanto hemos de añorar aquellos años en que los debates se podían escuchar por la radio, leer en los periódicos y ver anuncios en televisión. Hoy los múltiples medios electrónicos hacen difícil tener una sola opinión, un juicio mesurado, una idea clara de por quien votar y que justificación tenemos para hacerlo. La invasión del internet, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial en la actividad política parece hacer más complejo e incierto nuestro trabajo democrático.
El reto para los votantes de hoy no es solo elegir entre candidatos, sino navegar por un ecosistema informativo saturado y manipulado por algoritmos. La creciente dependencia de las redes sociales y la IA en las campañas políticas plantea una pregunta crucial: ¿hasta qué punto podemos confiar en nuestras propias opiniones cuando estas están cada vez más influenciadas por fuerzas invisibles? La democracia estadounidense enfrenta desafíos sin precedentes, y la capacidad de discernir la verdad en medio de la desinformación será fundamental para el futuro de sus elecciones.
A medida que las elecciones presidenciales en Estados Unidos se acercan, la influencia de la tecnología es más evidente. Las redes sociales, el internet y, más recientemente, la inteligencia artificial han transformado radicalmente la forma en que los candidatos llegan a los votantes. Hoy, más que nunca, los algoritmos y las plataformas digitales juegan un papel central en la construcción de opiniones políticas, amplificando la polarización y limitando el acceso a información objetiva. Hoy hablaremos de este tema.
Uno de los efectos más importantes que ha generado la tecnología es la polarización política. Aunque este fenómeno siempre ha existido, sobre todo en Estados Unidos donde solo existen dos partidos políticos, estos polos son más evidentes en las redes sociales. Los que están a favor o en contra de Trump y de Kamala, se enfrascan en discusiones interminables, descalificaciones personales, pero todo ello es alimentado por datos y noticias falsas que circulan en las redes sociales.
Esta claro que abrir cualquier sitio de Facebook, X, Instagram parece inundar a los usuarios de los discursos, las frases, los reclamos, las descalificaciones, fotografías, audios y videos de los candidatos. Ello sin contar los mensajes en los medios tradicionales de televisión. En medio de esta vorágine de datos ocurre otro fenómeno: las cámaras de eco.
Este espacio generado por los algoritmos que publican contenidos a grupos específicos se "aislan" del ruido exterior para escucharse así mismos. Solo se aceptan entre quienes comparten las mismas ideas, algún pasatiempo y por ende por algún candidato. Los habitantes de estas cámaras de eco piensan que los que están "afuera" son igual que ellos, no se dan cuenta que el algoritmo de la red social los ha unido.
Esto nos lleva a otro fenómeno en la lucha electoral: la manipulación para presionar el voto. La suma de polarización + cámara de eco = voto por partido o candidato. En este sentido, el voto no es libre sino producto de la influencia tanto de las personas cercanas al votante como del algoritmo que los alimenta diariamente, y éste último puede ser Tiktok, Facebook, YouTube, X, instagram o los grupos de WhatsApp donde visita su cámara de eco.
Cuanto hemos de añorar aquellos años en que los debates se podían escuchar por la radio, leer en los periódicos y ver anuncios en televisión. Hoy los múltiples medios electrónicos hacen difícil tener una sola opinión, un juicio mesurado, una idea clara de por quien votar y que justificación tenemos para hacerlo. La invasión del internet, las redes sociales y ahora la inteligencia artificial en la actividad política parece hacer más complejo e incierto nuestro trabajo democrático.
El reto para los votantes de hoy no es solo elegir entre candidatos, sino navegar por un ecosistema informativo saturado y manipulado por algoritmos. La creciente dependencia de las redes sociales y la IA en las campañas políticas plantea una pregunta crucial: ¿hasta qué punto podemos confiar en nuestras propias opiniones cuando estas están cada vez más influenciadas por fuerzas invisibles? La democracia estadounidense enfrenta desafíos sin precedentes, y la capacidad de discernir la verdad en medio de la desinformación será fundamental para el futuro de sus elecciones.