Comentábamos en la colaboración pasada que, en torno de una mesa de cantina, cuyas condiciones y circunstancias ya reseñamos y a las cuales nos remitiremos para, como dicen los abogados, evitarnos repeticiones innecesarias y redundantes, emanó la pregunta: ¿qué es la Democracia? (con mayúscula) y, pues la verdad, nos dedicamos a hurgar en los baúles mentales de nuestros recuerdos literarios y, como era de esperarse, vienen a la mente los textos más claros y nítidos, pues es de conocida sabiduría el reiterar que las explicaciones sencillas son las que contienen mayor cantidad de ilustración, y al contrario, aquellas interpretaciones rebuscadas y con florituras innecesarias son las que contienen menos elementos para estos escasos entendimientos humanos cuando, dirigidos por las curiosidades innatas de todo sapiens andante, se pretende dar esclarecimientos sobre los vericuetos que siempre han contenido las circunvoluciones cerebrales.
Entonces, para no darle más vueltas al asunto, recomendaremos a estos tres escasos lectores que ahora navegan por estas atropelladas líneas, que se den una vuelta por el último texto de Yuval Noah Harari y que se titula “Nexus. A brief history of information networks from the stone age to AI” (Random House, 2024), pues allí se contiene una caracterización diáfana sobre lo que en las horribles contemporaneidades se traduce el reiteradísimo concepto de Democracia, y es por ello que, en las líneas que siguen, le daremos la voz a dicho autor, sin entrecomillar, para no arruinar la fluidez de la lectura y dispensando de antemano, seguramente, la cerril traducción, esa sí, responsabilidad única del suscrito.
Una equivocada concepción de la democracia consiste en equipararla con las elecciones. La democracia no es un sistema en el cual una mayoría de cualquier tamaño pueda decidir exterminar minorías impopulares; es un sistema donde existen claros límites al poder central. Desestimando los rivales políticos se desmantela la democracia porque de esa forma se destruye uno de los mecanismos vitales de autocorrección.
En una democracia existen dos canastas de derechos que están protegidas de las decisiones mayoritarias. Una de ellas contiene los derechos humanos, por lo que aún si el 99 % de la población quiere exterminar el restante 1%, en una democracia eso está prohibido porque viola el más básico derecho humano, que es el derecho a la vida. La canasta de derechos humanos contiene muchos derechos adicionales, como el derecho de trabajar, el derecho a la privacidad, la libertad de tránsito, y la libertad de religión.
La segunda canasta de prerrogativas contiene los derechos civiles. Esas son las reglas básicas del juego democrático. Un ejemplo de estos es el derecho a votar. Otros derechos civiles incluyen la libertad de prensa, la libertad académica, la libertad de reunión, lo que permite la existencia de medios independientes, universidades, y movimientos de oposición que puedan enfrentar al gobierno.
No es suficiente, para la existencia de un gobierno democrático, que este se abstenga de violar derechos humanos o civiles. Se deben tomar acciones para asegurar su vigencia. Por ejemplo, el derecho a la vida impone a un gobierno democrático el deber de proteger a los ciudadanos de la violencia criminal. Si un gobierno no mata a nadie, pero no realiza ningún esfuerzo para proteger a los ciudadanos de que sean asesinados, estaremos ante una anarquía más que de una democracia.
Le recomiendo la inmersión en el libro entero.
Comentábamos en la colaboración pasada que, en torno de una mesa de cantina, cuyas condiciones y circunstancias ya reseñamos y a las cuales nos remitiremos para, como dicen los abogados, evitarnos repeticiones innecesarias y redundantes, emanó la pregunta: ¿qué es la Democracia? (con mayúscula) y, pues la verdad, nos dedicamos a hurgar en los baúles mentales de nuestros recuerdos literarios y, como era de esperarse, vienen a la mente los textos más claros y nítidos, pues es de conocida sabiduría el reiterar que las explicaciones sencillas son las que contienen mayor cantidad de ilustración, y al contrario, aquellas interpretaciones rebuscadas y con florituras innecesarias son las que contienen menos elementos para estos escasos entendimientos humanos cuando, dirigidos por las curiosidades innatas de todo sapiens andante, se pretende dar esclarecimientos sobre los vericuetos que siempre han contenido las circunvoluciones cerebrales.
Entonces, para no darle más vueltas al asunto, recomendaremos a estos tres escasos lectores que ahora navegan por estas atropelladas líneas, que se den una vuelta por el último texto de Yuval Noah Harari y que se titula “Nexus. A brief history of information networks from the stone age to AI” (Random House, 2024), pues allí se contiene una caracterización diáfana sobre lo que en las horribles contemporaneidades se traduce el reiteradísimo concepto de Democracia, y es por ello que, en las líneas que siguen, le daremos la voz a dicho autor, sin entrecomillar, para no arruinar la fluidez de la lectura y dispensando de antemano, seguramente, la cerril traducción, esa sí, responsabilidad única del suscrito.
Una equivocada concepción de la democracia consiste en equipararla con las elecciones. La democracia no es un sistema en el cual una mayoría de cualquier tamaño pueda decidir exterminar minorías impopulares; es un sistema donde existen claros límites al poder central. Desestimando los rivales políticos se desmantela la democracia porque de esa forma se destruye uno de los mecanismos vitales de autocorrección.
En una democracia existen dos canastas de derechos que están protegidas de las decisiones mayoritarias. Una de ellas contiene los derechos humanos, por lo que aún si el 99 % de la población quiere exterminar el restante 1%, en una democracia eso está prohibido porque viola el más básico derecho humano, que es el derecho a la vida. La canasta de derechos humanos contiene muchos derechos adicionales, como el derecho de trabajar, el derecho a la privacidad, la libertad de tránsito, y la libertad de religión.
La segunda canasta de prerrogativas contiene los derechos civiles. Esas son las reglas básicas del juego democrático. Un ejemplo de estos es el derecho a votar. Otros derechos civiles incluyen la libertad de prensa, la libertad académica, la libertad de reunión, lo que permite la existencia de medios independientes, universidades, y movimientos de oposición que puedan enfrentar al gobierno.
No es suficiente, para la existencia de un gobierno democrático, que este se abstenga de violar derechos humanos o civiles. Se deben tomar acciones para asegurar su vigencia. Por ejemplo, el derecho a la vida impone a un gobierno democrático el deber de proteger a los ciudadanos de la violencia criminal. Si un gobierno no mata a nadie, pero no realiza ningún esfuerzo para proteger a los ciudadanos de que sean asesinados, estaremos ante una anarquía más que de una democracia.
Le recomiendo la inmersión en el libro entero.