Cada 12 de octubre, México celebra el Día de la Raza, una fecha que invita a la reflexión profunda sobre nuestra identidad y historia. Desde Zacatecas, tierra de contrastes y legados, propongo una mirada renovada a este día, que trascienda los discursos tradicionales y nos impulse hacia una comprensión más inclusiva y representativa de nuestra diversidad cultural.
El término “Día de la Raza” fue acuñado en el siglo XX, con la intención de celebrar la fusión de culturas que ocurrió tras la llegada de Cristóbal Colón a América. Sin embargo, este concepto ha sido, y sigue siendo, motivo de debate. ¿Realmente abarca la vasta y rica diversidad de nuestros pueblos? ¿Refleja las múltiples realidades de nuestro país, desde la cosmopolita Ciudad de México hasta las comunidades indígenas de Chiapas, los mestizos de Oaxaca, o los descendientes de africanos en Guerrero?
En Zacatecas, conocemos de cerca la riqueza cultural que nos define. Nuestra historia está marcada por la minería, pero también por las revoluciones y las resistencias, tanto indígenas como mestizas, que han modelado nuestro estado y nuestro carácter. Por ello, es vital que al conmemorar esta fecha, lo hagamos desde una perspectiva que honre todas las voces y todas las historias.
Propongo que el Día de la Raza se convierta en un momento para el diálogo y la educación sobre la pluralidad de nuestras raíces. Deberíamos aprovechar esta jornada para enseñar a las nuevas generaciones sobre los pueblos originarios de nuestra nación, sobre su sabiduría, su lengua y sus costumbres, muchos de los cuales siguen luchando por su reconocimiento y derechos. Igualmente, es un momento oportuno para recordar y aprender sobre las contribuciones de otras comunidades que han llegado a esta tierra y la han enriquecido, desde europeos hasta asiáticos y africanos.
Desde mi posición estoy comprometida a impulsar políticas que reconozcan y celebren esta diversidad. Creo en el poder de la educación para cambiar perspectivas y derribar prejuicios. Un cambio en la narrativa de este día podría ser un paso simbólico, pero significativo, hacia una sociedad más justa e igualitaria.
El Día de la Raza debe ser una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con la inclusión y la equidad. Debe ser un día de festividad, sí, pero también de compromiso cívico y de educación continua. Que este 12 de octubre sea un recordatorio de que la verdadera riqueza de México y de nuestro estado reside en su gente, en cada historia, en cada rostro.