Desde hace mucho tiempo, diría yo desde principios de la humanidad, nos ha llamado mucho la atención el concepto de poder, y más concretamente lo que se ha denominado como los juegos de poder. De ello podemos dar testimonio, por ejemplo, que en muchísimas de las producciones de Hollywood, la trama versa sobre la forma como los personajes implementan este engranaje de estrategias y de tácticas. En el mundo de la literatura, de igual manera, nos encontramos ante tramas novelísticas que nos ilustran sobre los mejores o los peores comportamientos humanos para alcanzar este anhelado tesoro que permite y da ventajas para atraer o para obtener posesiones, bienes, amor, dinero, sexo, placer, o simplemente… poder. De hecho nos encontramos día a día en las calles con personajes que prefieren tener poder a dinero o sexo, aunque lo que observamos en la realidad sea que todos estos conceptos que hemos mencionado, realmente se complementan y se interrelacionan entre sí, formando un círculo virtuoso para si mismos, pues ejerciendo poder se tiene dinero y sexo y atesorando dinero también se puede tener las otras y así a infinitum.
Es por ello que en las modernidades actuales, nos sorprende mucho que las generalidades no entiendan que este juego se ha realizado desde el inicio de los tiempos, quizás desde que éramos homínidos, o si no queremos irnos muy atrás, desde que nos clasificaron en la especie de homo, que ya sabemos, hubo bastantes, como el homo erectus, el homo neardental, el homo sapiens, los denisovanos, y muchos otros, que las ciencias antropológicas todavía están descubriendo y analizando.
Comentarios que se pasman así mismos ante la existencia de una corte real alrededor de los mandatarios, o de cualquier jefecillo de oficina, siempre asombran, porque vamos a seguir sosteniendo que desde los inicios de la historia, es esta la forma como nos hemos comportado: alrededor de quién tiene la titularidad siempre se forma una corte, con asesores, con bufones, con amantes, con lustradores de zapatos, con inútiles, con intrigosos, y, en general, con toda una serie de esperpentos que sería prolijo enumerar en este momento, debido a los espacios tan reducidos para expresarse y explayarse a las anchas como uno quisiera en estas diatribas semanales.
Otro de los aspectos que las popularidades andantes jamás lograrán entender son los mecanismos a través de los cuales los poderosos toman las decisiones de día a día. Por ejemplo, se desconciertan al no entender o comprender por qué se toman determinaciones en ocasiones bastante estúpidas o tontas que afectan la cosa pública, sorprendiéndonos, ingenuamente y atribuyendo a la lengua bífida de algún colaborador estos desastres determinativos, inclusive dañinos para sí mismos, siendo que esta es una acción bastante común, aún en las mentes más lúcidas que han ocupado las sillas presidenciales o los espacios desde los cuales se manda.
Es por ello que debemos dejar atrás, renegando un poco, de esa idea que se tiene de qué somos seres cien por ciento racionales, lo cual es una aberración que siempre calificaremos como una ingenuidad resultante de todas las historias que nos hemos creído desde que nuestros ancestros se sentaban alrededor de una fogata y comenzaban a tejer el cuento de la humanidad.