En primer término es preciso aclarar que no pertenezco a ningún partido político ni estoy circunscrito a alguna corriente político-electoral; creo e intento aplicar el libre albedrío y periodístico. Por ende esta colaboración es una reflexión tendiente a neutralidad y sin demérito a organizaciones políticas y electorales.
El desarrollo integral de nuestro país obligadamente debe considerar el desarrollo humano sustentable, lograr una dinámica económica fuerte y sin regresos o estancamientos derivados de crisis, también precisa de un sistema financiero estable y resistente a efectos nocivos nacionales e internacionales, requerimos apremiantemente un sector agropecuario que sea real detonador de prosperidad y riqueza en las familias, regiones y nación. De ahí que el desarrollo integral debe ser política de Estado y no solamente programas gubernamentales burocráticos. Podrían hacerse múltiples referencias sobre el necesario desarrollo en México durante la tercera década del siglo XXI.
En el contexto desarrollista resulta indispensable que fuerzas agrupadas en la autodenominada “Cuarta Transformación (4T)” y los demás partidos contrarios a ésta tengan una visión compartida y aplicada del desarrollo humano sustentable para que la población acceda paulatinamente a mejores condiciones de vida. Teórica y legalmente los partidos políticos tienen la categoría de organizaciones necesarias para la evolución ciudadana por ello son de interés público, por ende, el contribuyente les entrega anualmente cantidades multimillonarias.
Todas las agrupaciones opositoras que se han creado en los últimos años y rápido desaparecen, los partidos PAN y PRI (se incluye al casi inexistente PRD) y la 4T deben elaborar y acordar con la ciudadanía propuestas viables y pertinentes para el desarrollo integral mexicano, es decir una gobernanza.
Desafortunadamente la oposición mexicana en la actual década tiene como estrategia acusar (muchas veces sin fundamentos), demeritar las acciones de la 4T o bien a sus principales dirigentes, como ejemplo al actual Presidente López Obrador que según analistas políticos es y será el más atacado por opositores en la historia de México. La lógica opositora es “tumbar políticamente” a López Obrador para disminuir a la 4T, ahora leemos y escuchamos misma naturaleza de ataques a la Presidente Electa Claudia Sheinbaum Pardo. Similarmente los ataques opositores se encaminan a las obras y programas del actual régimen lópez-obradorista, bajo la perspectiva de disminuir el potencial de votación y aceptación ciudadana.
Nuestro país necesita que existan pesos y contrapesos políticos y electorales para generar esquemas de consensos o de trabajo parlamentario conjunto. Pero la actual oposición ya no es considerada opción, la ciudadanía ya sabe de desempeños gubernamentales actuales y pasados por lo que es muy difícil hacer cambiar de opinión política al pueblo. Además, la oposición mexicana carece de liderazgos nacionales de impacto, no es propositiva y su narrativa política es de odio.
Es necesaria una oposición seria, responsable, con alto contenido social, no como la actual que está en crisis existencial.