La transición de gobiernos en México ha sido históricamente un proceso cargado de simbolismo y expectativas, marcando el fin de un ciclo y el inicio de nuevas etapas. Desde los primeros gobiernos postrevolucionarios hasta la consolidación de la democracia, el traspaso del poder en México ha reflejado cambios profundos en la sociedad, las instituciones y las relaciones de poder. En el pasado, estas transiciones solían ser tensas, a veces hasta violentas, con presidentes que buscaban mantenerse en el poder, mientras que los sectores opositores luchaban por cambiar esos escenarios en el país. Sin embargo, la estabilidad democrática alcanzada en los últimos periodos presidenciales, ha permitido que las transiciones se realicen pacíficamente, aunque no sin grandes retos.
Este 2024, México se enfrenta a una transición histórica con la llegada de Claudia Sheinbaum Pardo a la presidencia, quien asumirá el cargo el próximo 1 de octubre como la primera mujer en la historia del país en ocupar esta posición. Este hecho representa un avance significativo en materia de equidad de género y es un hito que corona décadas de lucha por los derechos de las mujeres. No obstante, el contexto en el que Sheinbaum tomará el poder está lejos de ser sencillo; el presidente López Obrador, quien deja el cargo tras seis años de una administración cargada de transformaciones profundas y controversias, cierra su gobierno con una fuerte polarización del país, similar a la que marcó su llegada al poder en 2018.
La presidencia de López Obrador se enmarca por una serie de reformas constitucionales que reconfiguraron la política y la economía del país y su legado es innegable: desde la cancelación de proyectos de infraestructura, la centralización de las decisiones en el ámbito energético y de seguridad, hasta la creación de programas sociales de gran envergadura. Con todo, sus métodos, caracterizados por una constante confrontación con los sectores empresariales, medios de comunicación y opositores, aunque poco tradicionales, siempre fueron directos y transparentes, enfrentando las críticas de manera frontal y dando la cara ante sus decisiones, sin rehuir al debate público o a la responsabilidad de sus actos. Para algunos, es el presidente que devolvió el poder al pueblo y combatió la corrupción; para otros, un líder que exacerbó las tensiones políticas y sociales.
El reto para la presidenta electa Claudia Sheinbaum será enorme. Hereda un país que ha vivido seis años de transformaciones sustanciales, pero también de tensiones crecientes. La tarea de conciliar a una sociedad polarizada, al mismo tiempo que mantiene los avances sociales y económicos impulsados por su predecesor, será una prueba clave de su liderazgo. Además, deberá navegar en un entorno global y regional cada vez más complejo, con crisis económicas y sociales que demandan respuestas inmediatas. Esta transición, como muchas otras en la historia de México, será un momento definitorio para el rumbo de la nación.