A principios de semana la SEP anunció que el ciclo escolar 2020-2021 comenzará de manera virtual, al no existir todavía las condiciones adecuadas para reanudar las clases presenciales. Con esta decisión se busca proteger la salud de los alumnos y sus familias, por ser las escuelas un punto de posible contagio.
La pandemia por COVID-19 ha trastocado nuestra vida cotidiana de maneras que no imaginábamos. La primera suspensión de las clases se anunció el 20 de marzo, y en un escenario optimista se planteaba reanudarlas en abril. Desde entonces han pasado más de cuatro meses y todavía no es posible determinar en cuánto tiempo disminuirá el número de contagios y estará disponible la vacuna contra el coronavirus.
En este contexto complejo, la decisión de la SEP es la más responsable ya que pone en primer lugar el cuidado de la salud. Aunque la modalidad de educación a distancia no está exenta de retos, también nos permite reflexionar sobre las oportunidades que tenemos en México para fortalecer el sistema de educación pública.
A nivel técnico, la principal dificultad radica en la brecha digital que aún existe en nuestro país. De acuerdo con la ENDUTIH 2019 de INEGI, el 56.4% de los hogares mexicanos disponen de Internet y sólo el 44.3% de computadora. El 76.6% de la población urbana es usuaria de Internet, pero este porcentaje disminuye a 47.7% en el ámbito rural. La tecnología más difundida es la televisión: 92.5% de los hogares cuentan con ella.
Con estos datos en mente, cobra sentido la estrategia federal de firmar un convenio para la transmisión de contenidos educativos por televisión. México ya tiene una gran experiencia en la educación a distancia, con el programa de Telesecundaria puesto en marcha desde 1968 para brindar educación en zonas marginales y de difícil acceso. Dicha estrategia puede complementarse con el uso de plataformas de video y aplicaciones de videoconferencias, para que los contenidos se encuentren disponibles en todo momento y los alumnos puedan recibir asesorías personalizadas.
Además de las diferencias en el acceso y las capacidades digitales, existen otros importantes retos sociales. En el 26% de las familias mexicanas trabajan ambos padres, mientras que otro 17% son hogares monoparentales (solo cuentan con la presencia de papá o mamá). La escuela presencial cumplía la doble función de educar y cuidar a los hijos mientras los padres laboran, pero en estas circunstancias es complicado para muchas familias acompañar a los menores durante sus clases. Por ello se requiere una gran responsabilidad de los padres, así como brindar esquemas flexibles para trabajadores y alumnos, para que puedan coadyuvar en esta importante labor educativa.
Es tiempo de permanecer unidos y aprender a utilizar de manera responsable estas nuevas tecnologías, sin olvidar que jamás podrán sustituir el valioso trabajo de los maestros, ya que la escuela no sólo se trata de transmitir conocimientos sino también de brindar un espacio para que nuestros niños y jóvenes puedan desarrollarse libremente y aprender a convivir en sociedad.