Las deudas son una loza, una obligación que más tarde o más temprano debe pagarse. Las deudas son de esas cosas que: por quién es el acreedor, o por la cantidad que significan, te quitan el sueño, te duele la cabeza, te arrebatan la tranquilidad.
Pero las deudas también son solución: bien manejadas, con prudencia y responsabilidad, eligiendo adecuadamente el momento y el monto, significan un alivio temporal para esos malestares.
Cualquier familia las tiene. Cuando los ingresos no son suficientes para hacer frente a los gastos pedir dinero prestado y conseguirlo, es un alivio… temporal claro.
México no es la excepción, como país también tiene ingresos y gastos. La Constitución General de la República obliga al estado a garantizar el acceso de todos sus habitantes a la educación, la salud, la vivienda, la alimentación, la seguridad, la justicia, y más derechos que son fundamentales para cualquier ser humano; para financiarlos la misma Constitución le otorga facultades para obtener los ingresos “suficientes” para lograrlo… no le alcanza.
La Carta Fundamental fue diseñada para que los gastos que demanda el acceso a esos derechos fundamentales sean cubiertos plenamente ejerciendo la facultad de cobrar impuestos. En México, dado el profundo deterioro de su sistema tributario, eso … Eso es imposible. Ya hablamos al respecto. La consecuencia es lógica: si los ingresos del estado mexicano que se obtienen del cobro de impuestos no alcanzan para cubrir sus gastos más indispensables, está obligado a vender los bienes públicos de que dispone (petróleo, por ejemplo), o a pedir prestado. Veamos si puede.
Hoy día, México debe 16.4 billones de pesos, el 50 por ciento del tamaño de su economía y 4 veces más que la suma de sus ingresos anuales de impuesto sobre la renta e IVA; es decir, el país tiene una deuda equivalente a cuatro años de la recaudación total de ambos tributos. En principio, no debiera ser causa de alarma, deber el 50 por ciento del valor de la economía no es grave cuando España debe el 105 por ciento, Brasil el 85 por ciento, Canadá el 107, los Estados Unidos el 121 y Japón el 255 por ciento. Todos más que nuestro país, ¿Entonces?
El grave problema de México NO es la cantidad que debe, lo delicado es: la estructura (tipo de moneda, tasa de interés y tipo de cambio), y la tendencia (cómo ha venido creciendo en los últimos años). Me explico.
La presión que ejerce la deuda pública en México depende principalmente de cuánto dispone para pagarla. En 2024, la cantidad destinada solo para mantenerla al corriente es de 1.13 billones de pesos; 15 veces más que lo que se destina para apoyar a los productores del campo, 16 veces más del esfuerzo presupuestario en ecología, 5 veces más de lo que destinará al sistema salud y 20 por ciento más que todo el costo educativo. Es decir, en México pagar la deuda se ha convertido en una migraña dolorosa.
La evolución de esta peligrosa “fuente” de ingresos en últimos años es así: en 2006 la deuda terminó en 28.2 por ciento del PIB; en 2012 fue de 35.6 por ciento; en 2018, al término del sexenio de Peña Nieto, cerró en 43.6 por ciento; López Obrador la entrega en 50.2. Como se ve, todos la han incrementado, llevándola a niveles que amenazan con desbarrancar las finanzas públicas.
En cualquier familia mexicana, tener deudas equivalentes a 4 veces los ingresos anuales del padre, la madre o ambos, sugiere cerrar esa vía como posible solución. Es lógico o cuando menos prudente y responsable.
Si no reparamos la forma de cobrar los impuestos y no es inteligente seguir endeudando al país, ¿con qué enfrentamos nuestros retos?