/ lunes 23 de septiembre de 2024

Interregno

Interregno es el espacio de tiempo en el cual un Estado no tiene soberano o gobernante, sin embargo, para efectos eminentemente prácticos, como sucede casi todos los días, en casi todas las latitudes conocidas de esta existencia terrenal, desde que el hombre es tal, y se inventó eso que se llama civilización, podemos acotar que se trata de un período de discontinuidad o intervalo en un gobierno, organización u orden social. En épocas relativamente recientes, se conocía con este nombre al periodo entre el reinado de un soberano y la asunción de su sucesor, es decir, consideremos que esta palabra n del latín “inter”, o sea entre, y “regnum” que es soberanía o reinado.

Debemos recordar que, a lo largo de toda la historia, entre más largo es un interregno, existe la posibilidad de que existan desórdenes, guerras civiles y de sucesión, pues los vacíos de poder siempre deben llenarse, atentos a aquélla máxima de que el poder jamás se encuentra sin dueño.

También será nuestro encargo en esta perorata dominical el anotar que, a efectos de evitar todas estas circunstancias históricas indeseadas en las sucesiones por el poder, en los regímenes anteriores a los actuales, que se autodenominan como democráticos, se inventó la figura de la sucesión por estirpe, es decir, previamente ya estaba designada la persona quién debía asumir la responsabilidad de dirigir los destinos de los súbditos, y que caía dependiendo de los acuerdos socialmente establecidos, bien sea en algún primogénito del monarca o bien, en quién éste hubiese designado en un acto solemne, como pudiera ser el famoso dedazo monarcal, de viva voz y de cuerpo presente o por testamento político.

Los Estados modernos que se califican como liberal – democráticos, no escapan en alguna forma a este aparente vacío de poder, que generalmente suele suceder en el lapso entre la victoria electoral del nuevo elegido y la asunción formal o toma de protesta.

Nuestro país, obviamente, no escapa a este intervalo que hemos brevemente reseñado, tanto a nivel federal, como local y municipal, siendo que, desde que intentamos ser un país que se califique como moderno en la constelación de naciones civilizadas, y en donde hemos adoptado costumbres y simbolismos particularismos que nos distinguen como una cultura política inigualable en el universo conocido y circundante, siendo que, en los interregnos de todas las latitudes las traiciones, bajezas, deslealtades, conjuras, vilezas, ingratitudes, complots y maquinaciones innombrables son los signos distintivos y particularismos que se actualizan en cada cambio de titularidad del poder.

“El rey ha muerto, viva el rey”, utilizada tras la muerte de Luis XIV y también en muchísimos otros momentos y lugares, sigue tan vigente y actual como el inveterado instinto de reproducción en el reino animal.

Interregno es el espacio de tiempo en el cual un Estado no tiene soberano o gobernante, sin embargo, para efectos eminentemente prácticos, como sucede casi todos los días, en casi todas las latitudes conocidas de esta existencia terrenal, desde que el hombre es tal, y se inventó eso que se llama civilización, podemos acotar que se trata de un período de discontinuidad o intervalo en un gobierno, organización u orden social. En épocas relativamente recientes, se conocía con este nombre al periodo entre el reinado de un soberano y la asunción de su sucesor, es decir, consideremos que esta palabra n del latín “inter”, o sea entre, y “regnum” que es soberanía o reinado.

Debemos recordar que, a lo largo de toda la historia, entre más largo es un interregno, existe la posibilidad de que existan desórdenes, guerras civiles y de sucesión, pues los vacíos de poder siempre deben llenarse, atentos a aquélla máxima de que el poder jamás se encuentra sin dueño.

También será nuestro encargo en esta perorata dominical el anotar que, a efectos de evitar todas estas circunstancias históricas indeseadas en las sucesiones por el poder, en los regímenes anteriores a los actuales, que se autodenominan como democráticos, se inventó la figura de la sucesión por estirpe, es decir, previamente ya estaba designada la persona quién debía asumir la responsabilidad de dirigir los destinos de los súbditos, y que caía dependiendo de los acuerdos socialmente establecidos, bien sea en algún primogénito del monarca o bien, en quién éste hubiese designado en un acto solemne, como pudiera ser el famoso dedazo monarcal, de viva voz y de cuerpo presente o por testamento político.

Los Estados modernos que se califican como liberal – democráticos, no escapan en alguna forma a este aparente vacío de poder, que generalmente suele suceder en el lapso entre la victoria electoral del nuevo elegido y la asunción formal o toma de protesta.

Nuestro país, obviamente, no escapa a este intervalo que hemos brevemente reseñado, tanto a nivel federal, como local y municipal, siendo que, desde que intentamos ser un país que se califique como moderno en la constelación de naciones civilizadas, y en donde hemos adoptado costumbres y simbolismos particularismos que nos distinguen como una cultura política inigualable en el universo conocido y circundante, siendo que, en los interregnos de todas las latitudes las traiciones, bajezas, deslealtades, conjuras, vilezas, ingratitudes, complots y maquinaciones innombrables son los signos distintivos y particularismos que se actualizan en cada cambio de titularidad del poder.

“El rey ha muerto, viva el rey”, utilizada tras la muerte de Luis XIV y también en muchísimos otros momentos y lugares, sigue tan vigente y actual como el inveterado instinto de reproducción en el reino animal.