Es México un país de 126 millones de habitantes de acuerdo con el último censo nacional de población hecho por el INEGI en 2020; cada año, 1 millón de mexicanos intentan incorporarse a la población económicamente activa, es decir necesitan un empleo.
Al margen de debates que rayan en lo bizantino, la historia ha demostrado que la manera más eficaz de combatir la pobreza es generando empleos. La persona que tiene un empleo formal, con acceso a la seguridad social, normalmente inicia un camino en el que podrá poco a poco cubrir sus carencias. Dependiendo el modelo econométrico que se consulte, podemos considerar que por cada punto porcentual que crece la economía mexicana se generan 200 mil empleos, eso significa que, para estar en condiciones de cubrir la demanda laboral anual, México debiera crecer en forma sostenida a una tasa del 5% por año. La realidad es que en los últimos 4 sexenios nos hemos quedado lejos de esa meta. Con López Obrador el país creció, en promedio, entre el 0.9 – 1.1%; con Peña Nieto 2.4%; con Calderón 1.8% y con Fox 2.0%.
Con estos datos es sencillo concluir que la meta de crecimiento no se alcanza y que crece el número de mexicanos que no encuentran trabajo. Empujados por esa lacerante realidad, una parte de ellos decide migrar, otra busca sobrevivir engrosando las filas de la informalidad y el resto terminan delinquiendo.
Lograr que la economía crezca depende de múltiples factores, muchos de ellos exógenos, considérese que --para bien o para mal-- tenemos 30 años inmersos en un mercado global, así que, si Estados Unidos o China crecen, algo nos tocará. Internamente, el crecimiento está en línea con los niveles de inversión privada y pública, ambos considerados como los motores del dinamismo económico. En el caso de la primera su cuantía depende principalmente de las condiciones que encuentre en el mercado (rentabilidad, seguridad jurídica, sistema fiscal, ambiente laboral, tasas de interés, estabilidad política, entre otras), hoy día, de la inversión total, la privada representa el 83%, no deberíamos ponerla en riesgo quitándole esos asideros. El caso de la segunda es quizá más complejo, en ella interviene la ideología del régimen en turno, un gobierno de corte neoliberal tratará de canalizar los recursos de que dispone al fortalecimiento de la infraestructura productiva, uno de corte populista estará más preocupado por crear programas de asistencia social; sin embargo, hay un común denominador: ambos dependen de tener con qué.
Pues sí, ya llegamos al pantano que significa nuestra realidad; en México la inversión pública está muy por debajo del monto que mínimamente se requiere para alcanzar las tasas de crecimiento sostenible que permitan generar los empleos demandados anualmente. El IMCO (Instituto Mexicano para la Competitividad), ha calculado que, para crecer en forma sostenida a tasas de 5% anual, se requiere un gasto público de capital de cuando menos 1.6 billones de pesos, cifra superior a la recaudación total de IVA prevista para 2024, que es de 1.3 billones de pesos y que además, su destino está comprometido para pagar las pensiones y el servicio de la deuda. Por lo visto todos los caminos nos llevan al mismo destino, México no tiene ingresos suficientes que le permitan cerrar las brechas de desigualdad que sufre, ni siquiera lo indispensable para garantizarle a sus habitantes el acceso a sus derechos fundamentales, menos aún para financiar una inversión de capital que empuje la economía y genere los empleos necesarios para combatir la pobreza laboral que más del 35% de la población padece.
/ lunes 4 de noviembre de 2024