/ martes 29 de octubre de 2024

Entre China y Estados Unidos

A punto de cerrar las campañas presidenciales en Estados Unidos (EUA), el candidato Donald Trump ha amenazado nuevamente con diversas sanciones a los países que abandonen el dólar como moneda de reserva, y de manera directa a México y China. El valor de los intercambios entre nuestra economía y la del vecino al norte alcanzó el primer semestre de 2024, los 3000 millones de dólares al día en mercancías y servicios, según datos de BBVA Research. La integración se intensifica en las empresas más sofisticadas y estratégicas, como automotriz y aeronáutica, hasta abarcar todas las fases: diseño, fabricación, armado, logística y mantenimiento.

La parte de los bienes intercambiados más importante por su peso en la canasta exportadora son las manufacturas complejas, que suelen incorporar trabajo y valor generado en estos países en procesos que pueden incluir el cruce de fronteras en ambos sentidos varias veces hasta terminar el producto. Los aranceles a las importaciones provenientes de México, serían entonces gravámenes para ambas. En tanto el capital y el consumo de los intercambios sean predominantemente estadounidenses, la amenaza presidencial terminaría por afectar principalmente a su propio país, con todo y que se reconoce que para México la medida tendría su propio impacto devastador.

Ciertamente, es posible para ambas economías encontrar aliados, aunque el proceso sería largo y no conseguiría la sustitución plena de las condiciones que el subcontinente ha alcanzado tras décadas de integración y armonización. México podría buscar la compensación del cierre de fronteras comerciales con el viraje hacia China, que ha expresado repetidamente su interés en traer más amplias inversiones y operaciones.

Cuando China se expandió por el mundo el siglo pasado, los capitales mexicanos de manera espontánea y no coordinada, optaron por no abordar la locomotora asiática y mantenerse como competidores en el mercado norteamericano, a diferencia de lo que se decidió en el resto de América latina. Esto le costó al país la pérdida de posiciones como socio comercial de EUA y como primera economía latinoamericana, ante el crecimiento de Brasil como economía exportadora de complejidad media, auspiciada por las inversiones y el consumo chinos.

Aunque las complicaciones variadas y crecientes que EUA está cursando derivan casi enteramente de sus propias políticas domésticas y externas, México es mucho más su solución que el problema que lo lleva a perder posiciones. Igualmente, sigue resultando más arriesgado para nuestra economía renunciar a la vocación norteamericana para sumarse al movimiento multilateralista de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, más una treintena de naciones aspirantes). Sin embargo, la invitación y la opción existen y pueden ser invocadas por nuestros gobernantes para contrapesar las amenazas de Trump en un acto de fanfarronería, justo como las que él usa para presionar en las negociaciones.

La desincorporación forzada de México respecto a la zona Integrada norteamericana tendría efectos no solamente económicos sino también geopolíticos estratégicos. Eso es algo que Estados Unidos no puede permitirse. Es probable que Trump ya haya entendido esto pero simplemente esté jugando sus cartas en el proceso electoral. Incluso si no es así, en caso de volver a la presidencia, pronto entenderá que la situación de su relación con México ha cambiado lo suficiente en el mundo y en su propio país. Entenderá que no puede presionar ni a sus aliados ni a sus competidores como hizo durante su primer periodo presidencial. Por los movimientos y resistencias que lleva a cabo el gobierno de México, parece probable que acá se vea con suficiente claridad que, como en los romances, los picones son con China, pero el socio es EUA.

A punto de cerrar las campañas presidenciales en Estados Unidos (EUA), el candidato Donald Trump ha amenazado nuevamente con diversas sanciones a los países que abandonen el dólar como moneda de reserva, y de manera directa a México y China. El valor de los intercambios entre nuestra economía y la del vecino al norte alcanzó el primer semestre de 2024, los 3000 millones de dólares al día en mercancías y servicios, según datos de BBVA Research. La integración se intensifica en las empresas más sofisticadas y estratégicas, como automotriz y aeronáutica, hasta abarcar todas las fases: diseño, fabricación, armado, logística y mantenimiento.

La parte de los bienes intercambiados más importante por su peso en la canasta exportadora son las manufacturas complejas, que suelen incorporar trabajo y valor generado en estos países en procesos que pueden incluir el cruce de fronteras en ambos sentidos varias veces hasta terminar el producto. Los aranceles a las importaciones provenientes de México, serían entonces gravámenes para ambas. En tanto el capital y el consumo de los intercambios sean predominantemente estadounidenses, la amenaza presidencial terminaría por afectar principalmente a su propio país, con todo y que se reconoce que para México la medida tendría su propio impacto devastador.

Ciertamente, es posible para ambas economías encontrar aliados, aunque el proceso sería largo y no conseguiría la sustitución plena de las condiciones que el subcontinente ha alcanzado tras décadas de integración y armonización. México podría buscar la compensación del cierre de fronteras comerciales con el viraje hacia China, que ha expresado repetidamente su interés en traer más amplias inversiones y operaciones.

Cuando China se expandió por el mundo el siglo pasado, los capitales mexicanos de manera espontánea y no coordinada, optaron por no abordar la locomotora asiática y mantenerse como competidores en el mercado norteamericano, a diferencia de lo que se decidió en el resto de América latina. Esto le costó al país la pérdida de posiciones como socio comercial de EUA y como primera economía latinoamericana, ante el crecimiento de Brasil como economía exportadora de complejidad media, auspiciada por las inversiones y el consumo chinos.

Aunque las complicaciones variadas y crecientes que EUA está cursando derivan casi enteramente de sus propias políticas domésticas y externas, México es mucho más su solución que el problema que lo lleva a perder posiciones. Igualmente, sigue resultando más arriesgado para nuestra economía renunciar a la vocación norteamericana para sumarse al movimiento multilateralista de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, más una treintena de naciones aspirantes). Sin embargo, la invitación y la opción existen y pueden ser invocadas por nuestros gobernantes para contrapesar las amenazas de Trump en un acto de fanfarronería, justo como las que él usa para presionar en las negociaciones.

La desincorporación forzada de México respecto a la zona Integrada norteamericana tendría efectos no solamente económicos sino también geopolíticos estratégicos. Eso es algo que Estados Unidos no puede permitirse. Es probable que Trump ya haya entendido esto pero simplemente esté jugando sus cartas en el proceso electoral. Incluso si no es así, en caso de volver a la presidencia, pronto entenderá que la situación de su relación con México ha cambiado lo suficiente en el mundo y en su propio país. Entenderá que no puede presionar ni a sus aliados ni a sus competidores como hizo durante su primer periodo presidencial. Por los movimientos y resistencias que lleva a cabo el gobierno de México, parece probable que acá se vea con suficiente claridad que, como en los romances, los picones son con China, pero el socio es EUA.

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