/ martes 1 de agosto de 2023

Decadencia programada

Existen diversas razones por las que los consumidores desechan productos de mediana o larga duración. Una de ellas es la aparición de nuevos aparatos, más eficaces para cumplir las mismas o incluso funciones adicionales. Otra es la vigencia de la moda y la identificación con estándares sociales. En ambos casos, queda la decisión en los usuarios, pero existe también la obsolescencia programada, un mecanismo que obliga a deshacerse de lo que aún tiene condiciones para operar.

El plazo de la obsolescencia forzosa se alcanza de diversas maneras. Por una parte, los repuestos no están disponibles o son inconvenientes por su precio. Por la otra, simplemente dejan de funcionar del todo o de interactuar con un conjunto del que forman parte. O bien, simplemente son incapaces de realizar nuevas tareas. Los equipos de cómputo, periféricos y programas, ejemplifican estas prácticas deliberadas de desecho, desperdicio de recursos y readquisiciones para el beneficio de pocos.

En especial, las sociedades económicamente avanzadas ya muestran lo que por similitud podemos entender como decadencia programada. Desecho y desperdicio, son dos de las acciones con las que los Estados y sus agentes de control social se desentienden de su población para honrar sus compromisos multinacionales. Pero aun en éstos han sido ineficaces.

Los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han errado en su participación financiera, diplomática y logística en la guerra contra oriente sostenida en Ucrania. Concretamente, la asignación de recursos económicos y las sanciones a productos rusos han privado más a los ciudadanos europeos y estadounidenses que a los del país castigado, el bloque occidental ha atraído menos países que los que ya integra el bloque contrario y, en general, toda la estrategia suma derrotas en la cobertura internacional independiente y en la confianza doméstica.

Que el mundo se ha complejizado al punto de que las viejas potencias no son dueñas de los caminos para atacar bélica, financiera o tecnológicamente, lo prueban los resultados. Al ser incapaces aquéllas de alcanzar a los competidores, han optado por provocar el derrumbe especialmente de Rusia y China. Sin embargo, la decadencia buscada para otros se les ha revertido y sumado a la que ya practicaban en su población los paladines de la democracia armada, de las libertades y de la traición.

Por todo lo que está en juego, ni la OTAN ni Rusia pueden permitirse perder esta guerra que, como todas, nunca debió haber comenzado, y que arrancó años antes del conflicto armado. La amenaza principal ahora es el escalamiento que en especial Estados Unidos e Inglaterra parecen empeñados en provocar, hacia una tercera conflagración en Europa continental y Asia.

Para desgracia de la humanidad, el bloque beligerante occidental no encuentra otra salida a sus problemas, que la guerra, una fórmula a la que mucho deben sus integrantes, especialmente en los niveles superiores. Por ello, la única fuerza capaz de reconducir a los países hacia un orden sostenible y pacífico la tiene su población.

Los medios alternativos y la comunicación horizontal ya han servido a los ciudadanos para organizar acciones colectivas, desde el movimiento zapatista en México, hasta las indignaciones en Europa, pasando por las primaveras árabes. Ciertamente, esas movilizaciones no han surtido todos los efectos que se buscaban, pero sí cambiaron bastante más que luchas previas.

Por ahora, las mismas pantallas y calles por las que circula y se fabrica parte de la decadencia de la humanidad, también son medios para la liberación mediante un uso educado y consecuente. Como lo confirma la historia reciente, la toma de los espacios virtuales y físicos son cada vez más una esperanza efectiva de la humanidad.

Existen diversas razones por las que los consumidores desechan productos de mediana o larga duración. Una de ellas es la aparición de nuevos aparatos, más eficaces para cumplir las mismas o incluso funciones adicionales. Otra es la vigencia de la moda y la identificación con estándares sociales. En ambos casos, queda la decisión en los usuarios, pero existe también la obsolescencia programada, un mecanismo que obliga a deshacerse de lo que aún tiene condiciones para operar.

El plazo de la obsolescencia forzosa se alcanza de diversas maneras. Por una parte, los repuestos no están disponibles o son inconvenientes por su precio. Por la otra, simplemente dejan de funcionar del todo o de interactuar con un conjunto del que forman parte. O bien, simplemente son incapaces de realizar nuevas tareas. Los equipos de cómputo, periféricos y programas, ejemplifican estas prácticas deliberadas de desecho, desperdicio de recursos y readquisiciones para el beneficio de pocos.

En especial, las sociedades económicamente avanzadas ya muestran lo que por similitud podemos entender como decadencia programada. Desecho y desperdicio, son dos de las acciones con las que los Estados y sus agentes de control social se desentienden de su población para honrar sus compromisos multinacionales. Pero aun en éstos han sido ineficaces.

Los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han errado en su participación financiera, diplomática y logística en la guerra contra oriente sostenida en Ucrania. Concretamente, la asignación de recursos económicos y las sanciones a productos rusos han privado más a los ciudadanos europeos y estadounidenses que a los del país castigado, el bloque occidental ha atraído menos países que los que ya integra el bloque contrario y, en general, toda la estrategia suma derrotas en la cobertura internacional independiente y en la confianza doméstica.

Que el mundo se ha complejizado al punto de que las viejas potencias no son dueñas de los caminos para atacar bélica, financiera o tecnológicamente, lo prueban los resultados. Al ser incapaces aquéllas de alcanzar a los competidores, han optado por provocar el derrumbe especialmente de Rusia y China. Sin embargo, la decadencia buscada para otros se les ha revertido y sumado a la que ya practicaban en su población los paladines de la democracia armada, de las libertades y de la traición.

Por todo lo que está en juego, ni la OTAN ni Rusia pueden permitirse perder esta guerra que, como todas, nunca debió haber comenzado, y que arrancó años antes del conflicto armado. La amenaza principal ahora es el escalamiento que en especial Estados Unidos e Inglaterra parecen empeñados en provocar, hacia una tercera conflagración en Europa continental y Asia.

Para desgracia de la humanidad, el bloque beligerante occidental no encuentra otra salida a sus problemas, que la guerra, una fórmula a la que mucho deben sus integrantes, especialmente en los niveles superiores. Por ello, la única fuerza capaz de reconducir a los países hacia un orden sostenible y pacífico la tiene su población.

Los medios alternativos y la comunicación horizontal ya han servido a los ciudadanos para organizar acciones colectivas, desde el movimiento zapatista en México, hasta las indignaciones en Europa, pasando por las primaveras árabes. Ciertamente, esas movilizaciones no han surtido todos los efectos que se buscaban, pero sí cambiaron bastante más que luchas previas.

Por ahora, las mismas pantallas y calles por las que circula y se fabrica parte de la decadencia de la humanidad, también son medios para la liberación mediante un uso educado y consecuente. Como lo confirma la historia reciente, la toma de los espacios virtuales y físicos son cada vez más una esperanza efectiva de la humanidad.

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