/ martes 30 de julio de 2024

Crónica del poder / Urge una cultura turística más responsable y mejor dirigida

En éstos momentos culturales que se viven en Zacatecas, hay indicadores de que la fractura social provocada por la maldita y negativa percepción de inseguridad que sistemáticamente lanzan las encuestas del INEGI, está cediendo y los niveles de confianza aumentan entre los vecinos, visitantes, migrantes y turistas, un efecto que se observa por la emotividad que causa la movilización familiar atraída por el Festival Zacatecas del Folclor Internacional, como así se vio en la misa celebrada en Catedral que reunió a todos los grupos dancísticos internacionales, nacionales, estatales y municipales, y en el esplendoroso y espectacular desfile inaugural la tarde noche del domingo anterior.

Las presentaciones se han volcado sobre los escenarios naturales en la capital del estado y en 12 municipios y en todos, los efectos son de asistencia multitudinaria, caracterizada esencialmente por la asistencia familiar, los padres de familias con sus hijos, los adultos mayores con sus nietos, los jóvenes y las muchachas que hacen que el bullicio sea incrementado, un ambiente propicio para que sea proyectado, difundido, exhibido, y propagados los valores humanos, las grandezas arquitectónicas, históricas y naturales del estado, desde los enlaces entre los 7 Pueblos Mágicos, hasta la magnificencia de los museos, y en todo, absolutamente en todo, óptima y esmerada atención.

Ver esos positivos indicadores que han de mantenerse y cotidianamente acrecentarse, nos hacen evocar los momentos turísticos que ahora se viven en España, más concretamente en Barcelona, donde ha surgido una estrategia social repelente del turismo, o sea, los vecinos, los habitantes han decidido ahuyentar, rechazar las avalanchas de visitantes, la sobresaturación de turistas y tras el auge y esplendor que ha fortalecido económicamente a España, buscan restringir, contener al turismo, se advierte hartazgo y hasta realizan manifestaciones públicas de repudio. Tras el clímax, ahora promueven la disminución, la reducción a condiciones de normalidad, sin excesos ni degradaciones.

Repeler, no admitir a más visitantes y cancelar la tradición hospitalaria, son comportamientos que nunca se darán en Zacatecas, al contrario, que vengan una y mil veces, que sea colectiva y familiar la presencia turística por todos los horizontes del estado, pero, ¿y si se produce el gran impacto de atracción porque definitivamente sea vencida la percepción de inseguridad? ¿Habrá capacidad para atender a las corrientes turísticas en aumento? Hay que prepararse, mejorar y superar los niveles de atención y de servicios, urge un cambio de mentalidad hacia un turismo enriquecedor de los valores.

Hay que contemplar la exigencia popular acerca de cambios en la conducción y estrategias de promoción turística; es apremiante revisar los servicios de transporte urbano, los taxistas y su presentación, elevar la calidad en el servicio en restaurantes, hoteles, museos y entre los guías; profundizar las labores de limpieza en los accesos a las ciudades, las centrales camioneras, bajo los puentes, en los parques y jardines, los estacionamientos y que los comerciantes del centro histórico abandonen su histórica modorra y que ya se decidan a cumplir con el horario de servicio y atención, porque ahora y como siempre, abren entre las 10 y 11 de la mañana, parece que no tienen remedio.

En éstos momentos culturales que se viven en Zacatecas, hay indicadores de que la fractura social provocada por la maldita y negativa percepción de inseguridad que sistemáticamente lanzan las encuestas del INEGI, está cediendo y los niveles de confianza aumentan entre los vecinos, visitantes, migrantes y turistas, un efecto que se observa por la emotividad que causa la movilización familiar atraída por el Festival Zacatecas del Folclor Internacional, como así se vio en la misa celebrada en Catedral que reunió a todos los grupos dancísticos internacionales, nacionales, estatales y municipales, y en el esplendoroso y espectacular desfile inaugural la tarde noche del domingo anterior.

Las presentaciones se han volcado sobre los escenarios naturales en la capital del estado y en 12 municipios y en todos, los efectos son de asistencia multitudinaria, caracterizada esencialmente por la asistencia familiar, los padres de familias con sus hijos, los adultos mayores con sus nietos, los jóvenes y las muchachas que hacen que el bullicio sea incrementado, un ambiente propicio para que sea proyectado, difundido, exhibido, y propagados los valores humanos, las grandezas arquitectónicas, históricas y naturales del estado, desde los enlaces entre los 7 Pueblos Mágicos, hasta la magnificencia de los museos, y en todo, absolutamente en todo, óptima y esmerada atención.

Ver esos positivos indicadores que han de mantenerse y cotidianamente acrecentarse, nos hacen evocar los momentos turísticos que ahora se viven en España, más concretamente en Barcelona, donde ha surgido una estrategia social repelente del turismo, o sea, los vecinos, los habitantes han decidido ahuyentar, rechazar las avalanchas de visitantes, la sobresaturación de turistas y tras el auge y esplendor que ha fortalecido económicamente a España, buscan restringir, contener al turismo, se advierte hartazgo y hasta realizan manifestaciones públicas de repudio. Tras el clímax, ahora promueven la disminución, la reducción a condiciones de normalidad, sin excesos ni degradaciones.

Repeler, no admitir a más visitantes y cancelar la tradición hospitalaria, son comportamientos que nunca se darán en Zacatecas, al contrario, que vengan una y mil veces, que sea colectiva y familiar la presencia turística por todos los horizontes del estado, pero, ¿y si se produce el gran impacto de atracción porque definitivamente sea vencida la percepción de inseguridad? ¿Habrá capacidad para atender a las corrientes turísticas en aumento? Hay que prepararse, mejorar y superar los niveles de atención y de servicios, urge un cambio de mentalidad hacia un turismo enriquecedor de los valores.

Hay que contemplar la exigencia popular acerca de cambios en la conducción y estrategias de promoción turística; es apremiante revisar los servicios de transporte urbano, los taxistas y su presentación, elevar la calidad en el servicio en restaurantes, hoteles, museos y entre los guías; profundizar las labores de limpieza en los accesos a las ciudades, las centrales camioneras, bajo los puentes, en los parques y jardines, los estacionamientos y que los comerciantes del centro histórico abandonen su histórica modorra y que ya se decidan a cumplir con el horario de servicio y atención, porque ahora y como siempre, abren entre las 10 y 11 de la mañana, parece que no tienen remedio.